“Todo parecía perfecto” y “The Blue Hour”, una tierna comedia con toques surrealistas y un drama homosexual con giros sorprendentes e inquietantes.
Antepenúltima entrada en esta edición del Atlántida Film Fest cubriendo la sección oficial. Ya son muchas las cervezas y patatas fritas de marca blanca que he consumido mientras disfrutaba de este pequeño gran certamen, sin miedo a molestar al compañero de butaca de al lado. El próximo jueves termina el festival, que ha durado un mes y de cuyo palmarés os informaremos próximamente en Videodromo. Y, si me da tiempo, también comentaré las mejores películas vistas en la sección Atlas y haré un resumen de las obras más recomendables de la sección oficial. Pero ahora es turno para dos obras cuyo nexo en común es el amor y sus consecuencias imprevisibles, dramáticas y mágicas. Y tengo la satisfacción de haber descubierto otra pequeña joya en este festival. Hablo de “Todo parecía perfecto”, dirigida por Alejo Levis. Una película mágica, tierna e imprevisible cuyo mundo propio recuerda al de Michel Gondry y Jean-Pierre Jaunet. Una historia de amor con toques mágicos y oníricos que se aleja completamente del costumbrismo. Una gozada para los ojos Y por otra parte también es turno para “The Blue Hour”, un drama tailandés con un protagonista homosexual. Una película que termina siendo algo completamente diferente a lo que parecía en un principio, con unos giros que más que sorprender, descolocan.
“Todo parecía perfecto” hasta que traté de entenderlo todo
Siguiendo con la tónica dominante en la mayoría de las películas pertenecientes a la sección oficial del Atlántida Film Fest, “Todo parecía perfecto” es una historia del amor que, en lugar de querer transmitir un mensaje de manera racional a través de mecanismos lógicos y comunes, la ópera prima de Alejo Levis opta por caminar por lugares pocas veces transitados, reinventándose cada pocos minutos al igual que hacen los dos personajes principales para mantener su historia de amor. “Todo parecía perfecto” cierra con una dedicatoria por parte del director que explica perfectamente cuál debe de ser nuestra predisposición al ver esta película: “A mi madre, que me enseñó a no querer entenderlo todo”. El film comienza con El chico (Jordi Rico) queriendo materializar en una cafetería un sueño que ha tenido, en el cual encuentra a la mujer de sus sueños. Él cree que, si todo se materializa en la realidad tal y como pasó en su subconsciente, al final aparecerá esa chica. Los quince primeros minutos tratan esa recreación. Son quince minutos de ensueño, magistrales tanto por su tono como por su forma, con un aire onírico que recuerda (nuevamente) a David Lynch mezclado con el tono tierno y cómico característico de Michel Gondry o Jean-Pierre Jaunet. Esa voluntad por alejarse del costumbrismo, tanto formal como temático, es una constante en toda la película. Después del magistral prólogo, la película se centra en la atípica historia de amor entre El chico y La chica (Andrea Trepat), retirados en una casa en medio del campo. Ahí, el chico trata de recrear todos los sueños de ella, pero en lugar de mejorar la situación, la empeora. El pragmatismo de ella choca contra la ingenuidad de él. Son dos personajes prototípicos presentes en toda historia de amor que siempre funcionan, y quizá ese es el único punto previsible de “Todo parecía perfecto”. El amor no se basa en seguir desesperadamente un manual de instrucciones escrito por una persona que se atribuye el papel de gurú del romance. No es ni tan sencillo, ni tan aburrido. Es ilógico, irracional, mágico y agridulce, al margen de cánones. “Todo parecía perfecto” es igual, con una estructura anárquica donde lo más importante es dejarse llevar y no tratar de encontrar explicaciones ni dobles significados. Esa es la magia de esta película; una magia conseguida gracias a su espectacular calidad técnica que logra envolvernos en un mundo mágico e irracional, pero no exento de sentimientos.
“The Blue Hour”: los peligros de la exclusión
Película tailandesa dirigida por Anucha Boonyawtana, “The Blue Hour” narra la historia de Tam, un adolescente que sufre bullying en la escuela debido a su condición sexual. Por si esto fuera poco, en su casa su padre le golpea y su madre y su hermano no confían en él. Un dramón, vamos. La única salvación para Tam es Phum, otro adolescente homosexual que conoce por Internet, y con el que mantendrá una relación sentimental. La exclusión de los homosexuales parece ser el tema de “The Blue Hour”, pero poco a poco va girando hacia la delincuencia hasta terminar siendo un thriller sobrenatural. Muchos giros inesperados que sorprenden y descolocan al espectador (no olvidemos que estamos en el Atlántida Film Fest). Son interesantes los dos primeros tercios de la película, centrados en la relación entre los dos chicos al margen de imposiciones familiares y sociales. Su química es creíble gracias a la elección del casting y a lo bien trazados que están ambos personajes. Mientras Tam es ingenuo e inexperto, con una rabia contenida que está a punto de explotar, Phum es intrépido, desinteresado e independiente, viviendo al margen de prejuicios familiares y sociales. Es como si Phum fuese la persona que a Tam le gustaría ser, en una relación cuya posible e hipotética explicación me recordó a la de Tyler Durden y el protagonista interpretado por Edward Norton en “El club de la lucha”. “The Blue Hour” también tiene momentos contemplativos que crean una atmósfera íntima y sensible, logrando transmitir las emociones contradictorias que siente Tam. El ambiente liviano que surge durante la relación entre Tam y Phum va desapareciendo poco a poco como consecuencia de unos giros de guión sorprendentes y muy discutibles. Lo que parecía que iba a ser una relación homosexual en un país en el que las libertades sexuales atípicas son condenadas, termina siendo un drama muy perturbador y exagerado, con un toque sobrenatural que puede descolocar al personal. Como en casi todas las obras vistas ahora en este festival, el desenlace de “The Blue Hour” no contiene explicaciones lógicas ni cerradas, y está abierto a todo tipo de interpretaciones. Lo que queda claro es que la película dirigida por Anucha Boonyawtana da voz a una persona excluida e incomprendida en una sociedad controladora que rechaza todo lo que quebrante sus minúsculas dotes de raciocinio, y también alerta sobre las terribles consecuencias de la marginalidad injustificada e irracional.