La tercera entrega de «Memoria» nos plantea un viaje gradativo entre la realidad y la ficción, del puro documental al bello y poético largometraje dramático.
La memoria histórica es una herramienta vital para una sociedad con el objetivo de no repetir los errores del pasado. Pero lo cierto, es que somos el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y parafraseando al eminente Carl Sagan, no sé si sobreviviremos a nuestra adolescencia tecnológica. Ahora no dejamos de vivir momentos convulsos. Los errores del pasado llaman a nuestra puerta a diario, nada más hay que abrir un periódico o sentarse a ver un telediario para ser consciente de ello. Hoy destacamos tres propuestas que van de la realidad más absoluta, del género documental, para adentrarnos película a película en el género de la ficción. Las tres nos demuestran que no hemos aprendido mucho de nuestro pasado, por eso consideramos que son de imprescindible visionado…
“Boris Pahor: Retrato de un hombre libre”: una visión humanista de la libertad
El alzamiento e instauración del movimiento nazi fue uno de los grandes hechos políticos de la historia mundial contemporánea y que nos ha marcado a toda la humanidad. De hecho, aún vivimos las consecuencias a pesar de su derrota, por no hablar del su resurgimiento como movimiento político en la última década a lo largo y ancho de mapa europeo. De la mano de Fabienne Issartel haremos un viaje cinematográfico hasta la ciudad de Trieste para descubrir tanto la particularidad geográfica de esa localidad portuaria, como la singularidad del autor Boris Pahor, un venerable esloveno de 102 años que se ha convertido en toda una figura literaria. Pahor es un testigo vivo de la instauración del nazismo en Europa. La fuerza del testimonio sumado a la calidad de la narración de Issartel hacen que el visionado de este documental sea muy recomendable. El realizador y guionista aprovecha para insertar en voz en off breves lecturas de su obra marcada por sus vivencias. Cualquier movimiento político de carácter totalitario, como el fascismo o nazismo, lucha por controlar la lengua oficial e instaurar la suya. Esta es la historia de un hombre que pudo recuperar la libertad a través de la palabra. Los fascistas le prohibieron hablar en esloveno, de ahí que tuviera que aprenderla de manera autodicacta. Cada vez que escribía en su lengua materna se sentía libre, por ese motivo luchó con todas sus fuerzas por preservar la lengua eslovena, llegando a crear escuelas.
También su discurso nos enfrenta a las ironías de sistema, porque este literato centenario no se libró de tener la experiencia de acabar internado en un campo de concentración, concretamente en Dora, donde se fabricaban los misiles V2 de Von Braun, que tras la gran contienda acabó trabajando como un hombre libre para la NASA en el proyecto Apolo. Una vez más, será la palabra quien le ayudará a obtener la libertad. En Dora acabó siendo traductor porque hablaba esloveno, italiano y alemán. Eso le libró de las penurias de los trabajos a la intemperie a bajas temperaturas, y cuando llegaron los aliados, todavía tenía fuerzas.
Hoy debemos luchar por la libertad porque es un concepto muy manoseados por la publicidad y el marketing político, por ese motivo ha perdido prácticamente su sentido, pero hay que reconocer que en boca de este escritor adquiere un nuevo sentido y relevancia. Es un hombre modesto, sencillo, inteligente. Este excelente documental es un retrato de un visionario, de los problemas de construir una Europa común. En cierta medida no deja de recordarme al gran José Saramago. No duda un instante en reconocer públicamente que Europa no puede tolerar que sigan muriendo gente en el mar luchando por una brizna de libertad.
“Rabin: The Last Day”: hiriendo de muerte el proceso de paz palestino-israelí
El pueblo judío fue objeto de eliminación sistemática por parte de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Un movimiento de estas características generó otro de igual magnitud, pero de sentido opuesto, obviamente hablamos del sionismo. La historia nos ha demostrado que la entrega del protectorado inglés al pueblo de Israel, sin contar con el resto de los pueblos de Oriente Medio, desestabilizó toda el área y generó uno de los conflictos más importantes del Siglo XX y que en el primer tercio del XXI no ha encontrado una solución pacífica, es más podríamos asegurar sin temor a equivocarnos que se ha enquistado mucho más, obviamente nos referimos al conflicto palestino-israelí. Otra de las lacras del siglo XX es que los líderes políticos más carismáticos que podrían haber revolucionado nuestra historia contemporánea porque optaban por soluciones pacíficas a grandes problemas sociales o políticos acabaron siendo asesinados bajo el manto inevitable de la conspiración. Sirvan como ejemplo, Martin Luther King que luchaba por la igualdad de la comunidad afroamericana, John Fitzerald Kennedy que evitaba entrar en el conflicto de Vietnam o el personaje que nos ocupa, Isaac Rabin, el Primer Ministro de Israel, que fue asesinado el 4 de noviembre de 1995 por un joven fanático sionista en el centro de Tel Aviv, cuando intentaba firmar un acuerdo de paz con Arafat. Rabin, al igual que King, también tuvo un sueño, un estado de Israel en paz que conviviera tranquilamente con el estado palestino.
Amos Gitai tiene una teoría sobre los motivos que llevaron a la muerte a Rabin, y para exponérnosla ha optado por una estructura mixta a caballo del cine documental y el thriller, por eso su más directo e inevitable referente es el filme estadounidense “JFK” (Oliver Stone, 1991). El realizador israelí erige el filme sobre los pilares del cine documental para terminarlo de armar en el marco de la ficción. Comienza el filme de una manera muy sobria y documental, para seguir con un largo plano secuencia muy elaborado de reminiscencias teatrales, que nos adentra en el terreno de la ficción. El objeto es presentarnos a los principales actores de este hecho histórico localizados en los tres ámbitos donde la acción se desarrollará. En primer lugar, el despacho de los miembros del tribunal del juicio por el asesinato, la audiencia, y la oficina del comité investigador. La cámara se mueve con total fluidez por los tres lugares. Para realzar las emociones de los integrantes del comité, Gitai juega con la profundidad de campo. Obviamente, para sostener su tesis y que exista una fluidez narrativa de los hechos recreará toda suerte de eventos como el Din Rodef (ley judía que permite la ejecución extrajudicial), los preparativos del asesinato, la sedición tanto de los rabinos, como de los colonos, funcionarios del gobierno o la cúpula política y militar. Era una conspiración radical de derechas a gran escala. De tal forma que todo parece indicar que la expansión de los territorios ocupados de la franja de Cisjordania estaba detrás de su asesinato. Los acuerdos de Oslo son el detonante de la muerte de Isaac Rabin porque la parte conservadora de la sociedad israelí lo vio como una farsa. Rabin pasará a la historia como un hombre que luchó por establecer una hoja de ruta donde encontrar la paz con el pueblo palestino.
La diferencia entre este gran análisis y el caso de Stone radican básicamente en que el norteamericano le daba una fuerza brutal con su vertiginoso montaje que le mereció un Oscar, y que evitaba sobrescribir ciertas ideas. Aun así, consideramos que el resultado final es muy recomendable porque es una denuncia en toda regla.
“Memorias del viento”: drama fronterizo de carácter historicista
Con esta tercera propuesta nos adentramos en lo más profundo del género de ficción. Desde Turquía nos llega este gran filme que nos adentra en el auge del fascismo en Turquía, y la persecución de los comunistas y judíos. Hasta ahora nunca había tenido como espectador y crítico la oportunidad de ver un filme centrado en este episodio de la historia contemporánea turca. Ya sólo por ese simple motivo merece ser vista. Este hermoso y lírico largometraje nos traslada hasta el año 1943. En ese momento, Turquía trabaja con la Alemania Nazi utilizando métodos de idéntica brutalidad contra los miembros de la oposición. El 28 de febrero 1943 se firmó la ley de impuestos sobre el patrimonio cuyo único objeto era mandar a judíos y comunistas a campos de trabajos forzados en Erzurum, Ashkale y Eskisherhir. Estos tenían dos opciones o huir a Siria o a Rusia. Esta es la historia de un armenio disidente, comunista, pintor y poeta llamado Aram. El comité de Seguridad Nacional lo pone en la lista de deudores de impuestos, por eso le dice que huir a Rusia a través de la frontera de Georgia ayudado por su amigo y compañero de redacción Rasih, y dejando atrás a su compañera sentimental. Aram llegará hasta la frontera con la Unión Soviética donde Mikhail y su joven esposa, Mereyem, le dan cobijo mientras espera la llegada de Rasih. A medida que pasa el tiempo, Aram y Mereyem se hacen cada vez más íntimos, convirtiendo la situación en algo completamente insoportable para todos ellos.
Özcan Alper nos ofrece un bello largometraje de carácter historicista con un gran pulso narrativo que posee muchos paralelismos con el documental “Boris Pahor: Retrato de un hombre libre”. Tanto Aram como Boris ven como el régimen consume el significado de las palabras y entierra los valores humanistas. “Memorias del viento” posee dos claro referentes cinematográficos. En el plano argumental tenemos a Theo Angelopoulos, director griego amante de los dramas fronterizos. Aram acaba sintiéndose de ningún lugar, totalmente apátrida, sin rumbo, sin identidad, solamente le quedan, sus dibujos, los recuerdos y las fotografías. Y en segundo lugar, en el plano narrativo y estético, tenemos al recientemente desaparecido realizador iraní, Abbas Kiarostami. Alper nos ofrece una narrativa muy clásica, con una fotografía muy impresionista, donde el hombre se acaba fundiendo finalmente con el paisaje natural. Ni que decir tiene que con estos dos claros referentes, para poder paladear esta joyita escondida en la sección memoria hay que ser amante de un cine con un fuerte carácter contemplativo.