Mar. Mar 19th, 2024
Icono feminista, realizadora y directora de cine para adultos, la francesa Ovidie desvela la trama

Llega el turno de dos documentales tan interesantes como opuestos: “Sea Sorrow” y  “Pornocracy”.

Opuestos en la forma, pero no tanto en el fondo. Tanto “Sea Sorrow” como “Pornocracy” apuntan a ese deporte universal tan extendido como es “mirar hacia otro lado”. Porque hay campos en los que viven hacinados miles de refugiados, porque hay chicas que han de recurrir a las drogas para aguantar las maratonianas sesiones de rodaje en la industria del porno. Vanessa Redgrave y Ovidie se aseguran de que no podamos ignorar estas realidades.

“Sea Sorrow”: las tragedias que elegimos ignorar

Vanessa Redgrave debuta tras las cámaras dejando constancia de su activismo en el documental “Sea Sorrow”, que trata la crisis de los refugiados en Europa. Incluido dentro de la sección Muros y Fronteras del Atlántida, el propio nombre de la sección sería una sinopsis idónea para la cinta, en la que se muestra la crítica situación del campo de Calais, las movilizaciones de parte de la ciudadanía y, por último, la inoperancia política. Poniendo el acento sobre la inmigración infantil y en el hecho de que millares de niños desaparecen sin dejar rastro cuando llegan a Europa, la directora opone la dramática situación actual con una reflexión sobre la importancia de los Derechos Humanos. La intención, clara desde el primer momento, es darnos la reflexión hecha. Redgrave decide atajar, evitar que sea el espectador quien llegue a la descorazonadora conclusión de que esos Derechos no están presentes ni en decisiones políticas ni en las vidas de esas personas.

Debut en la dirección de la actriz Vanessa Redgrave

Desde la primera escena expone esa línea argumental y no se separa de ella en ningún momento, a excepción hecha de las escenas protagonizadas por Emma Thompson y por Ralph Fiennes.  Dos escenas que, desde su sencillez, logran conmover. Por lo demás, el mensaje queda por encima de cuestiones artísticas en todo momento. Redgrave lo sabe, pero armada con el poder de la imagen logra que el relato resulte compacto, salvo un par de escenas en las que la propia directora se dirige al espectador y que acaban resultando innecesarias. No es esta una obra con la que podamos juzgar la capacidad de su directora tras las cámaras. Tampoco parece importarle a Redgrave. Testigo directo de una situación que ya es insoportable, ha puesto la cámara donde más duele. Ni más, ni menos.

“Pornocracy”: la pornohipocresía de la sociedad actual

Por su parte, el planteamiento de Ovidie con su “Pornocracy” si atiende a un estilo más cuidado. Tanto que en algunos momentos parece restarle garra al que, por otra parte, es un escalofriante relato sobre la situación del negocio del porno. La película muestra el secuestro de toda una industria, la del cine porno, por una o dos multinacionales, que inundan de material los servicios de vídeo gratuitos. Esa invasión tiene efectos severos que van más allá del evidente aumento del consumo de este tipo de cine. Además de las malas praxis que se desprenden del control monopólico, que van desde la evasión de impuestos a través de entramados de empresas, al abuso de poder en el control de los trabajadores. Y es sobre estos, y más concretamente sobre las actrices, donde llegamos al eslabón más débil de esta cadena.

Nunca habíamos consumido tanta pornografía como hoy en día, y aún así, la industria tradicional del porno está muriendo.

En cierto momento, una de las interlocutoras que han accedido a participar en el documental, le explica a la directora que en muchas de esas webs de vídeos gratuitos no hay rastros de los nombres de las actrices. Los vídeos están categorizados y las actrices quedan bajo esas etiquetas. Es la despersonalización llevada al extremo y uno de los múltiples ejemplos que plantea la directora sobre la progresiva degradación de las condiciones en las que se ven obligadas a trabajar estas mujeres. Si el producto final es gratuito, el valor del trabajo tiende a desaparecer. Pero alguien se está haciendo muy rico con esta situación. Ahí, la directora hace un buen trabajo de investigación siguiendo la turbia pista de las empresas, siguiendo el dinero, como tantas veces. No cae en excesos didácticos pero, quizás en un intento de equilibrar esas dos imágenes (la del empresario que impone sus reglas, la de las actrices que comparten piso, heridas y gastos), el documental puede que estilice demasiado lo que es un abuso en toda regla.

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