Una decepción y una alegría nos encontramos en esta sexta crónica del festival online.
Con motivo del centenario de la Revolución, el Atlántida Film Fest le dedica este año un foco especial a Rusia, con trabajos que establecen un panorama de la nación entre su presente y, como es el caso de “Test”, la película que comentamos en este artículo, su pasado en el contexto del inicio de la Guerra Fría. También del pasado habla “Scarred Hearts”, en este caso del de Rumanía, presente en de la sección Memoria. En ella se establece, dentro de un antiguo hospital, un microcosmos en el que las jóvenes generaciones comienzan a ser conscientes del peligro de auge del totalitarismo hitleriano.
«Test»: Campo de pruebas
Dando que hablar desde 2014, encontramos dentro de esta edición del Atlántida, aprovechando el foco Rusia, «Test», una cinta del director Alexander Kott. El filme nos sitúa en una zona rural muy deshabitada de la estepa de Kazajistán en pleno año 1949. Rechazando la posibilidad de articular ningún diálogo, la cinta se sustenta sobre la imagen con tal de trazar un hilo narrativo incidiendo en las miradas y comportamientos de sus personajes. La acción nos presenta a un padre y a su hija, la cual es pretendida por dos hombres de muy distinta índole. Al carecer de la palabra hablada, el cineasta decide recrearse en la plasticidad visual del filme, subrayando en demasía el significado de cada acción, recordando incluso a la insistencia tan obvia que se vivía en la georgiana «Corn Island» de George Ovashvili, también de 2014. Tampoco ayuda el uso meloso y excesivo de una banda sonora que trata de dulcificar las situaciones mostradas. Un recurso que busca manipular emocionalmente al espectador buscando una empatía que después le destroce en el desarrollo final. Y es que la película nos habla de la primera prueba atómica de la Unión Soviética y su auténtica frialdad y falta de consideración hacia las personas autóctonas del campo de pruebas, quienes como seres humanos sienten y padecen sus propias pasiones que se ven incrementadas ante la irrupción del ejército. – LUIS SUÑER
«Scarred Hearts»: Juventud perdida
Hace dos años el rumano Radu Jude deslumbró con “Aferim!”, su acercamiento en blanco y negro y en clave irónica al duro trato que recibían los gitanos en el siglo XIX, por la que ganó el Oso de Plata al mejor director en Berlín (ex aequo con Malgorzata Szumowska por “Cuerpo –Cialo-“). En “Scarred Hearts”, Jude vuelve a realizar un estético ejercicio de época, en este caso los años 30 del siglo XX, con planos fijos o sin cortes, generales, en formato de diapositiva (a la manera de “Jauja” de Lisandro Alonso), intercalando frases que ponen en palabras los pensamientos del personaje principal. Pero lejos de la solemnidad o afectación que cabría esperar en una obra de estas características, el realizador vuelve a hacer gala de un estilo cercano y a ratos cómico a la hora de adaptar la novela biográfica de Max Blecher sobre la dura estancia en un sanatorio de Enmanuel, un veinteañero judío, rico y culto, con una enfermedad ósea. La película nos va a mostrar el día a día en ese lugar, con dolorosísimas punciones y complejos procedimientos, pero también las relaciones de unos jóvenes con las hormonas a flor de piel, pero descreídos y desencantado con el mundo que les rodea, encarnados por un inspiradísimo reparto lleno de revelaciones. Pero probablemente la auténtica protagonista sea la magnífica ambientación, dando como resultado una obra tan cinematográfica como literaria y pictórica; en este último sentido, las secuencias van a transitar entre los escorzos de Mantegna o el realismo de Rembrandt, e incluso referencias sin disimulo sobre las que se hacen bromas, como el cuadro que El Greco pintó de Tomás de Torquemada. Todo ello manifestando un claro interés por los contrastes de luces y sombras que acerca a momentos a la cinta al expresionismo. Todo ello no quiere decir que nos encontremos en absoluto ante una construcción bella pero vacía: más bien todo lo contrario, “Scarred Hearts” se sitúa en una época clave como es los inicios del nazismo impulsado por un sentimiento racista, similar al que ya denunciaba Jude en su anterior filme. – SOFIA PÉREZ DELGADO