Los ilusos, de Jonás Trueba, una película sensible sobre la forma de hacer cine, cierra con honores esta edición del Atlántida Film Fest.
Los ilusos es una película muy francesa. Resuenan continuamente ecos de la nouvelle vague tanto en el escaso presupuesto que comparte con las primeras creaciones de Godard o Truffaut, como en el estilo que entronca directamente con la maravillosa Vivir su vida, además, la forma de retratar la amistad y el amor es muy similar a la sensibilidad romántica de Jules et Jim. Es también reseñable que está rodada en blanco y negro y contiene ciertos elementos como las continuas autorreferencias o la metacinematografía que se exploraron en aquel movimiento que despuntó en Francia durante los años 60. Dicho todo lo anterior, el trabajo de Trueba también es genuino y muy personal. Y, en lo que se refiere a la propia experiencia del crítico, aborda la mayor parte de las cosas que están relacionadas con el placer y, además, en lugares que, siempre hablando desde la perspectiva del que esto suscribe, van indisolublemente ligados a la pura satisfacción.
Los créditos iniciales avisan de que se trata de una película realizada en los ratos libres de unos cuantos amigos y ya desde las primeras secuencias se aprecia que no es otra cosa que un delicadísimo relato con el propio cine como corazón. Es, desde otro punto de vista, la forma de su director de explicarnos en qué consiste para él la vida, y el celuloide va indisolublemente ligado a su existencia y, por ende, a la felicidad. Resultan muy interesantes las referencias literarias, musicales y cinematográficas que salpican el metraje y abarcan desde Nacho Vegas hasta Ingmar Bergman o Edouard Levé. Además, la aparición de la arrebatadora Aura Garrido dota al trabajo de Trueba de una suerte de inocencia de la primera cita que le hace sofisticadamente infantil.
Por si fuera poco, a pesar de que el guión dé la impresión, y puede que así lo sea, de no ser más que una improvisación trabajada en base a las anécdotas y experiencias del que lo escribe, las conversaciones contienen momentos especialmente bellos y llenos de humor como el monólogo tras la escena de sexo y algún que otro guiño al cine mudo que resulta especialmente descacharrante. Los ilusos es en definitiva la película de alguien que ama el cine, que disfruta como tantos en la romántica oscuridad de una filmoteca y sufre si la copia que se proyecta no está en buenas condiciones. O, por decirlo de otra manera, el manifiesto vital de un enamorado que ruge con dulzura sus motivos para tratar de evitar la muerte del séptimo arte.
Después de Lucía triunfa en el festival
El jurado del Atlántida Film Fest ya ha fallado el premio a la mejor película en la sección oficial. El galardón ha recaído en Después de Lucía del mexicano Michel Franco, una cinta que abunda en los problemas de acoso escolar provocados por la tecnología y su facilidad para difundir la privacidad del alumno poco espabilado. Parece a todas luces un reconocimiento justo a pesar de que el festival ha ofrecido otros tantos proyectos de mérito más que contrastado.
Si me hubiera tocado votar la que consideraba que era la mejor obra proyectada durante este mes, he de reconocer que hubiese tenido serias dudas entre la película mexicana y Otelo de Hammudi Al-Rahmoun. La interpretación de la obra de Shakespeare que hace el director catalán es sobrecogedora, contiene alguna de las escenas más tensas y brillantemente interpretadas que se han visto en el festival y además entrega al espectador la posibilidad de reflexión en cuanto al concepto de autoridad.
Los increíbles, ópera prima de David Valero, un documental que cuenta la historia de tres superhéroes de barriada es otro de los proyectos que por su humanidad y sencillez hubiera sido merecedor de mención. Sonidos de Barrio ha obtenido una distinción por su forma de narrar las inseguridades y miedos de un país en transición y Nadia de Santiago ha sido destacada de forma más que justa por sostener con su interpretación Ali de Paco Baños.