Continuamos con dos de los platos fuertes del festival dentro de la sección Atlas: Upstream Color y Tom en la Granja.
UPSTREAM COLOR: SHANE CARRUTH EXPERIMENTACIÓN CONSECUENTE CON SU PROPUESTA
Es Upstream Color, segunda incursión tras las cámaras de Shane Carruth y premiada en Sundance y Sitges; tal y como os comentábamos en esta crítica, una auténtica hibridación de géneros. Shane Carruth nos presenta una historia que bebe de los thrillers de ciencia ficción de Resnais más de lo que él parece reconocer y del Lynch más atmosférico y onírico. Su montaje, deudor en su desorden de la memoria de la Te Quiero, Te Quiero (Je T’Aime, Je T’Aime 1968) del director francés recientemente fallecido, es al igual que ésta, una película que juega más con la cautivación emocional de las imágenes, de los recuerdos y de las vinculaciones metafísicas que éstas tienen en sus protagonistas, que con la idea de contar una historia según el esquema tradicional de desarrollo, nudo y desenlace. La historia, que se sitúa siempre en la frontera de la irrealidad y de lo onírico, es una bella historia de amor que trasciende el plano físico y material para adentrarse en la fusión entre recuerdo, memoria, ego y metafísica. Una mujer, que ha sido secuestrada y robada de todas sus posesiones; y un hombre se encuentran por ¿azar? y se dan cuenta, poco a poco, de que han sido víctimas de un extraño experimento llevado a cabo por un ser ¿inmortal? que vincula sus vidas con la de unos extraños parásitos en forma de gusanos y que son alojados posteriormente en el cuerpo de cerdos. Cerdos que parecen estar asociados de manera espiritual con las personas portadoras de esos parásitos y que son, tal vez una metáfora de nuestras vidas ordenadas, pautadas, guiadas por un demiurgo del que no tenemos constancia. Porque en el fondo no somos más que cerdos retozando en el barro, parece decirnos Carruth.
Shane Carruth, sabe como enlazar una escena tras otra con una maestría en el montaje sonoro y visual en el que cada plano es una experiencia en si mismo, a veces enlazando con el anterior, a veces con otro visto hace un rato, a veces con ninguno y en el que se nos plantea como un experimento válido pero, tal vez demasiado denso para los tiempos actuales, en el que sigue primando la narración clásica por encima de propuestas arriesgadas. Pero pese a lo aparentemente inconexo de la sucesión de imágenes, si escarbamos un poco, encontramos que todas las piezas están ahí según el plan demiurgico de Carruth, que sabe darnos todas las pautas para que lleguemos a completar ese puzzle onírico que nos presenta en Upstream Color.
TOM EN LA GRANJA: THRILLER FALLIDO Y PRETENCIOSO
En cambio Xavier Dolan, con su Tom en la Granja parece el reverso de Carruth. No en cuanto a contenido, sino en cuanto a indefinición en su manera de narrar. Tom, joven urbanita, asiste al funeral de su novio en una zona rural. Allí conoce a la madre de su chico, que no sabe que mantenía una relación homosexual y a su hermano, un psicópata trastornado que vive atormentando al resto del pueblo. Tom descubre que el hermano de su novio está cargado de odio. Un odio que viene de una sexualidad reprimida, celos de su propio hermano y una homofobia que enmascara una homosexualidad latente. Bajo esta premisa que da mucho juego, Xavier Dolan se despista y no sabe que contarnos. Si centrarse en las vejaciones y torturas psicológicas que ejerce el hermano sobre Tom. Centrarse en la farsa para esconder la homosexualidad de Tom y de su hermano a una madre medio chalada. Lanzarse de lleno a un thriller psicológico en el que un urbanita, alejado de su zona de confort, descubre el salvajismo que una zona rural esconde. Ir al psicodrama de una madre y una familia atormentada por ser homosexual en un pueblo que parece haber aceptado mucho más el tema que la propia familia. O narrarnos el cambio de perspectiva, que se ejerce en Tom, a medida que van pasando los días y se ve víctima de un extraño síndrome de Estocolmo para con su secuestrador. La película se queda siempre con el inicio de estos planteamientos, pero nunca acaba de desarrollarnos ninguno. Además, hay una serie de planos insertos que no llevan a nada y que sirven si acaso para dar una falsa idea de modernidad, como de igual modo la aparición de un nuevo personaje es una mera excusa a modo de Deus Ex Machina para encontrar una salida al laberinto al que Dolan nos lleva sin casi darse cuenta. De todos modos, Dolan hace gala de su excelente mano para saber capturar atmósferas enrarecidas y jugar con la extrañeza de lo cotidiano, pero la película en su conjunto es una muestra de ideas no desarrolladas y las que lo hace lo hace de manera demasiado pretenciosa y fallida.