Turno para el humor absurdo de “Blind Dates”, el drama “40 Days of Silence” y la monumental “The Fool”.
Ahora toca viajar a tres países que formaron parte de la desaparecida Unión Soviética: Rusia, Georgia y Uzbekistán. Tres películas que tienen la enorme virtud de retratar sus respectivos países desde perspectivas diferentes. Mientras la muy recomendable “Blind Dates” apuesta por el humor amable y absurdo con una trama enredada, “40 Days of Silence” propone una denuncia social sobre la condición de la mujer a través de la experimentación formal y el drama más intimista. También me he permitido el lujo de ver mi primera película de la Sección Atlas: “The Fool”; un peliculón con todas las letras de obligado visionado, que trasciende por su capacidad para reflejar los males que aquejan a la sociedad del S.XXI.
“Blind Dates”: el amor me esquiva
De las 11 películas que he visto hasta el momento de la Sección Oficial del Atlántida Film Fest, “Blind Dates” es sin duda la propuesta más clásica y accesible. Y no en el sentido negativo. Al revés. Después de tanta voz en off, planos estáticos, edificios vacíos y lenguaje experimental, he agradecido enormemente la sencillez y el humor absurdo de esta película georgiana dirigida por Levan Koguashvili. El protagonista de esta película es Sandro, un profesor de historia que a sus 40 años aún no ha encontrado una mujer con la que casarse y tener hijos. Sus padres no dan crédito a su situación, y su mejor amigo le organiza quedadas a través de internet con chicas a las que no conoce. Pese al alarmismo que hay a su alrededor, Sandro se muestra tranquilo. Hasta que se enamora de Manana, la madre de una de sus alumnas. Ambos inician una pequeña relación. Todo parece ir bien, hasta que el marido de Manana sale de la cárcel. Desde ese momento Sandro se ve envuelto en una serie de enredos que ni él mismo puede explicar. “Blind Dates” tiene un tono amable, en parte gracias a los personajes que pueblan su peculiar mundo; pero el humor negro y absurdo va ganando terreno a medida que la película va desarrollándose. Sandro es la versión georgiana del pagafantas. Su falta de decisión, su ausencia de verborrea y su capacidad para pasar desapercibido pero al mismo tiempo verse metido en situaciones extravagantes hacen de él un antihéroe algo patético pero entrañable. “Ellos necesitan el amor, pero el amor no los necesita” reza el genial eslogan de “Blind Dates”, donde los personajes de la misma generación que Sandro van a la búsqueda del amor, pero el muy cerdo siempre les esquiva. No pasa lo mismo con la generación de los padres de Sandro; ellos no pueden entender la situación de su hijo y no son conscientes que a medida que el tiempo pasa las reglas del juego van cambiando, y el individualismo va convirtiéndose en el papel protagonista de la función. Lo dicho, “Blind Dates” es comedia de enredo pero sin llegar a ser excesiva, ya que en todo momento está presente una fina capa de amargura y melancolía sobre sus imágenes y personajes. Entrañable, absurda, divertida y amarga a partes iguales, “Blind Dates” es sin duda la gran sorpresa del festival.
“40 Days of Silence”: silencio obligado
Solo la sensibilidad de una mujer sería capaz de rodar una película como “40 Days of Silence”. La encargada ha sido Saodat Ismailova, quien ha utilizado el voto de silencio de una joven de 15 años para criticar el estado de la mujer en Uzbekistán. Bibicha es la protagonista del film, y no pronuncia una sola palabra durante la hora y media de película. Ismailova, también guionista de la cinta, crea a cuatro mujeres de diferentes generaciones en una casa situada en un pueblo aislado. Además de Bibicha, están su prima, su tía y su abuela. Todas conviven bajo el mismo techo durante los cuarenta días que la adolescente ha decidido hacer el voto de silencio. Un acto de penitencia como consecuencia de un suceso trágico del que no debe ni quiere hablar. Los espectadores tampoco vemos ese momento traumático, pero podemos imaginar que se trata de una violación por parte de un familiar. Resulta deprimente observar cómo la propia abuela de Bibicha le suelta un “Estás madurando”; ¿madurar significa callar y olvidar para siempre?. La denuncia social de la película es más que evidente. No sólo por la propia presión silenciosa que tiene que soportar la mujer; también por la aceptación de su papel como esponjas y seres indolentes por parte de las generaciones más mayores. Hay una escena en la cual Bibicha sigue una cuerda situada en medio de un campo nevado. El final de esa cuerda da a un rebaño de cabras que siguen un mismo camino. La película contiene unas cuantas metáforas visuales de ese estilo para ejemplificar el estado emocional de Bibicha. Y también de ciertos elementos, como un calendario, que sirven para crear presión. En ese sentido el trabajo es elogiable, porque no es fácil transmitir emociones sin palabras durante hora y media. A nivel técnico «40 days of Silence» es muy minimalista, valiéndose de la variedad de colores de las vestimentas y de la belleza del paraje natural para crear imágenes muy bellas. Y el ejercicio con el sonido es tan delicado como sugerente.
“The Fool”: no es país para imbéciles
Alcaldes con sobresueldos, concejales de obras públicas corruptos, policías que aceptan sobornos, vecinos violentos y adolescentes drogados. Todos ellos prefieren regirse por el interés individual en lugar del bien común. Son la carne de nuestros días. El darwinismo social como forma de vida. De nada sirve luchar por los demás. Para qué complicarse la vida. Eso es de antiguos. Y además, nadie va a agradecértelo. Solo trae problemas. Sobre todo si para salvar las vidas de unos ciudadanos tienes que molestar a unas personas que hace años borraron de sus agencias el término “bien común”. “The Fool” está protagonizado por Dima, un ingenuo fontanero que aún cree en la honestidad y en la humanidad, aunque por ello le llamen “imbécil”. A él le da igual. Son los valores transmitidos por su padre, quien también es etiquetado con el mismo adjetivo calificativo. A ambos les une el respeto y el bien del prójimo, aunque no les reporte beneficios; como arreglar el banco que todos los días destrozan unos jóvenes que pasan por su calle. Tanto Dima como su padre son dos peces nadando a contracorriente. Por eso, cuando Dima descubre que un edificio agrietado va a derrumbarse en menos de 24 horas con 820 personas dentro, se ve obligado a decírselo a las autoridades. Lo malo es que son altas horas de la madrugada y la plana mayor del gobierno municipal está en plena fiesta. Desde el momento en el que la alcaldesa y su séquito se enteran de la emergencia, afloran las mierdas que estaban ocultas tras el disfraz de la oficialidad y las instituciones. Está claro que “The Fool” es una crítica demoledora a la Rusia de Putin: decrépita, sin valores y a la deriva. Pero lo que hace grande a esta película es que lo que cuenta se puede extrapolar a nivel mundial. Yuri Bikov dirige una obra que ejemplifica a la perfección todos los males de la sociedad del S. XXI, donde el respeto al prójimo y la bondad han sido sustituidos por fajos de billetes verdes y botellas vacías de vodka. La clase política no sale muy bien retratada en “The Fool”. El esperpento toma las riendas cuando se forma el gabinete de crisis municipal, con todos los concejales borrachos, quienes espetan a Dima: “¿por qué no has mirado para otro lado? ¿Por qué nos molestas?”. Pero la crítica de Bikov no se queda solo en los grandes estratos de la sociedad. Quedarse ahí sería lo fácil y evidente. Y “The Fool” va mucho más allá. El pueblo llano, los desgraciados y marginados por la clase política representados por los habitantes del edificio a punto de derrumbarse, tampoco lo ponen fácil. Drogadictos, ex-convictos o maleducados. ¿Por qué querer salvar a gente así? “El mundo sería mejor si cada día se cayeran dos edificios con este tipo de gente dentro”, dice uno de los concejales. Esa falta de valores que engloba tanto a las clases altas como a las bajas toma su máxima expresión en el imprevisible desenlace de la película. Por otra parte, la concreción y la simplificación tanto temporal como espacial son un acierto en “The Fool”, que transcurre en una sola noche y donde el edificio funciona como metáfora para hablar de la progresiva pérdida de valores de nuestra sociedad, que se agrieta de arriba abajo sin apenas darnos cuenta. En cualquier momento podemos derrumbarnos. No hay un lugar para el respiro en “The Fool”, ni medias tintas, ni optimismo. Y tampoco hay lugar para “imbéciles”.