Tercera entrega de la sección Política del AtlántidaFilmFest en la que hemos visto tres documentales: «Guerra sin huella», «Drone» y «Next stop: Utopia».
Desde la comodidad del sofá, con un té y el portátil entre mis piernas os escribo esta tercera crónica. Gracias a Filmin esta vez no he tenido que coger aviones o hacer grandes colas para ver el nuevo trabajo de un determinado realizador. Estas son algunas de las bondades que tiene el espectador del #AtlantidaFilmFest. Siguiendo la estela de mis compañeros de redacción hoy os hablaré de tres excelentes documentales con un carácter muy reivindicativo, y por supuesto de rabiosa actualidad, que he podido visionar dentro de la sección Política de este certamen casi virtual, porque los que vivan en Palma de Mallorca lo pueden ver en los Cines Ciutat. Uno es ciertamente más optimista que los otros dos, pero a pesar de ser más pesarosos no dejan de ser muy recomendables. Así que cogeros un café y prepararos para leer lo que ha dado de si esta tercera jornada…
“Guerra sin huella”: Grozny, el nuevo «Matrix»
Sobre negro podemos escuchar el traqueteo de un tren, así el espectador inicia el viaje que nos propone la periodista Manon Loizeau a la Chechenia de hoy. Atrás queda una guerra horrible que se saldó con la muerte de 150.000 personas, que supone un quinto del total de la población y Grozny es actualmente una ciudad moderna pero donde irónicamente veremos cómo un pueblo subyugado glorifica a sus verdugos: El presidente ruso Vladimir Putin y su mano derecha el joven presidente checheno Ramzam Kadyrov, que obviamente gobierna al son del Kremlin. Irremediablemente se le viene a uno a la memoria el formidable documental firmado por Álvaro Longoria “The propaganda game” porque la curiosa mirada de Loizeau busca respuestas a interrogantes totalmente legítimos como qué esconde Kadyrov detrás de la reluciente fachada del nuevo Grozny. Lo que esconde es la propaganda de integración de un dictador manejado por los invisibles hilos de Moscú con el objeto de pacificar la zona, al igual que hacían los dirigentes del Imperio Romano. Para ello, lo primero que hace es instaurar una religión, la Sharía, que obliga a las mujeres a llevar velo. Se instaura como fiesta nacional el cumpleaños de Putin y de Kadyrov.
Al igual que pasó con dictaduras como la de Augusto Pinochet o de Rafael Videla en latinoamérica, en Chechenia se calcula que tras la instauración de la de Kadyrov se eleva a 18.000 el número de personas desaparecidas. Al principio era sólo hombres, pero ahora también desaparecen mujeres. Eso ha llevado a la creación de un grupo de Madres al igual que en caso argentino. La sociedad se ha tiranizado por completo y todos los que no se someten al nuevo régimen o discrepan públicamente de él, simplemente en medio de la noche viene la policía y los hace desaparecer tras torturarlos.
La laureada periodista hace una dura crítica al sistema. Grozny para que los más jóvenes me entiendan es ahora mismo una suerte de Matrix, una cárcel invisible donde a los adolescentes se les lava el cerebro impunemente para que no vean la dura realidad, porque poseen un 40% de paro, y a pesar de que la ciudad crece, los rascacielos están vacíos porque nadie puede comprar las viviendas. Y para los más mayores que resulten ser más críticos con el sistema tenemos a los agentes Smith que se encargan de ellos, haciendo desaparecer a los errores del sistema. El arquitecto de todo ello es joven presidente Ramzam Kadyrov, que no duda en aplicar otra de las grandes estrategias de propaganda o conmigo o contra mí, convirtiéndote en un enemigo de la República. El resultado final es una sociedad anestesiada, que vive en un régimen gobernado por el terror, donde la ONG rusa “Comité contra la tortura”, integrada por jóvenes juristas de toda Rusia, que para su propia seguridad se sustituye al equipo una vez al mes, hacen lo que pueden.
Manon Loizeau nos muestra el crudo y auténtico drama que vive el pueblo checheno, que viven bajo el terror de ser tachado como terroristas, donde si no veneras al líder te echan del trabajo, donde no hay libertad de culto, se controla los medios de comunicación, se rescribe la historia a la par que se elimina la memoria, y se glorifica a los verdugos. Todo con el único objetivo de garantizar la supervivencia del régimen. A pesar de puede resultar un largometraje duro y sobrio, os recomendamos su visionado porque es un gran documento que denuncia una realidad que se retroalimenta por el gran poder que posee Vladimir Putin.
“Drone”: la guerra quirúrgica contra el terrorismo
Tras recolectar muchos premios durante todo el año 2014, desde Noruega nos llega este pedazo de documental firmado por la realizadora Tonje Hessen Schei titulado “Drone”. Estos vehículos sin tripulación reutilizables, capaces de mantener de manera autónoma un nivel de vuelo controlado y sostenido, y propulsados por un motor de explosión o de reacción, se crearon en un principio para buscar bancos de atunes donde poder pescar. Una vez más, la industria armamentística encuentra en ellos una forma de bombardear y espiar sin poner en peligro la vida de pilotos. El filme básicamente denuncia el bombardeo sistemático de localidades remotas de Pakistán como Waziristan. La excusa, una vez más, es el terrorismo internacional. Se estima que han muerto por los ataques ordenados por la CIA unas 2.500 personas, de las cuales 168 eran niños, 416 eran civiles y 1904 eran desconocidos. La pregunta que surge inmediatamente en el espectador atónito ante los escalofriantes números es: ¿Cuántos de esas 1904 personas eran realmente terroristas de ISIS o Al Quaeda?. ¿Cuál es el coste de haber eliminado a los grandes líderes de Al Quaeda con los drones? Y ¿si esos costes nos proporcionan algún beneficio real como sociedad? Porque a la luz de los últimos atentados en Estambul (Turquía) o Bélgica y París (Europa) sólo cabe pensar que estamos fabricando más terroristas. Luego, todo parece indicar que no es la solución y que lo único que plantea es un auténtico círculo vicioso.
Este interesantísimo trabajo se articula sobre las declaraciones de Brandon Bryant y Michael Haas, dos ex operadores de Drones del ejército del aire de los Estados Unidos. Ellos nos cuentan cómo eran sus turnos, su sistema de trabajo o los motivos que les llevaron a abandonarlo. El ejército de los EEUU, desde las instalaciones situadas en el desierto de Nevada, está atacando lugares tan remotos como Waziristan (Pakistan). Por ese motivo la directora, contrapone sus testimonios con los de los supervivientes de ataques de drones en la localidad pakistaní. Evidentemente las vidas de los lugareños están marcadas por los drones. La tercera línea argumental nos lleva hasta Peshawar (Pakistán). Allí, Shahzad Akbar (Director de Fundación para los Derechos Fundamentales) y Clive Stafford Smith (Abogado de Reprieve) presentaron una demanda contra la CIA y el Gobierno Pakistani por lo que ocurre en Waziristan, representando a las víctimas de drones de alto nivel. Se supone que el Gobierno tiene que intervenir porque el vuelo de los drones supone una violación del espacio aéreo Pakistaní. Akbar y Smith lo que pretenden es que el gobierno de los EEUU rinda cuentas por el resultado de sus acciones ciertamente ilegales según la ley internacional, porque estamos ante una curiosa guerra encubierta de Estados Unidos con parte del pueblo de Pakistán y con la plena connivencia de su Gobierno. Y finalmente, en una cuarta línea nos mostrarán como reclutan a los nuevos pilotos de los drones.
Todo ello sirve a Hessen Schei para hacer una reflexión ulterior sobre la redefinición del concepto de «guerra», el silencio de los gobiernos sobre el uso y efecto de estos vehículos no tripulados, la diversificación y replanteo del modelo de negocio dentro de la industria armamentística, sus estrechos lazos con los miembros del gobierno y la industria de los vídeojuegos, la violación del derecho internacional o la desaparición de la ética del soldado, porque matan a personas siendo totalmente invulnerables. Se mata al enemigo en base a patrones de comportamiento, no de certezas. La desconexión entre cómo evoluciona la política, la ley y la sociedad en términos generales frente al avance inexorable de la tecnología. Estamos hartos de escuchar a los políticos como Bush u Obama que quieren guerras limpias, donde no mueran sus combatientes. Quieren guerras a distancia, baratas y donde ellos puedan tomar decisiones en tiempo real. El acto de matar se vuelve algo absolutamente impersonal por el total desapego, no hay empatía, no ves la cara de la persona a la que matas, es una silueta en un monitor de televisión. Lo más escalofriante a mi juicio es que si le sumamos a lo anteriormente dicho, la psicología de la distancia, todo ello da lugar a que el cruel acto de matar se cubra con un cálido manto de indiferencia que afecta tanto en los militares como en la sociedad civil en general. Por ese motivo muchos activistas por los derechos humanos y periodistas, como Jonathan Landay, lo han denunciado públicamente y se oponen al uso de esta tecnología. Simplemente es terrible, y como dice uno de los expilotos, no es ciencia ficción barata, es la pura realidad. A lo que yo añado así es la guerra quirúrgica contra el terrorismo.
“Next Stop: Utopia”: La solidaridad es el arma de la clase obrera
Hacía mucho tiempo que no me emocionaba viendo un documental y eso lo ha conseguido el realizador griego Apostolos Karakasis con su “Next stop: Utopia”. El filme me recordó mucho al último programa de Salvados de la pasada temporada donde el gran Évole y sus guionistas buscaban soluciones reales y factibles a la crisis. Karakis abre su largometraje con un paneo vertical que acaba mostrando la ciudad de Tesalónica que posee cerca de un millón de habitantes, de los cuales un 35% vive en la pobreza y un 27% está en el paro, porque el 25% de las fabricas han quebrado. Esta es la historia de una de ellas, bueno, mejor dicho, de los trabajadores de la empresa griega Vio.Me, fundada en 1982. Esta se declaró en bancarrota. Los jefes de la fábrica de baldosas adhesivas decidieron que no era rentable, porque ganaban lo mismo que un obrero. A partir de ese momento estos fundaron un comité de solidaridad y trasladaron su lucha a la sociedad, haciéndose visibles con manifestaciones y conciertos. El 12 de febrero del 2013, los obreros de Vio.Me decidieron formalmente ocupar la fábrica para sobrevivir. El objetivo era la autogestión.
No hay nada peor que verte en el paro o perseguido por el banco y las deudas. Llegados a ese punto todo da igual, o te deprimes en las más profunda de las miserias o tomas las riendas de tu destino, y eso es lo que decidieron este grupo de honrados trabajadores. Luchar para seguir adelante. Como los dueños abandonaron las maquinarias y las materias primas, estos decidieron tomarlas en concepto de compensación económica, porque nadie les había compensado económicamente. La unión hace la fuerza, eso se evidencia de la experiencia de este valiente grupo de trabajadores. Para llevar a cabo su plan optaron por un modelo de autogestión en la producción, y un modelo de democracia directa en la toma de decisiones, en la que se garantizara la participación igualitaria.
La ironía es que los dueños de Vio.Me encima los ven como ocupas, cuando ni si quiera les han compensado económicamente y se cerraron en banda a alcanzar un acuerdo en la producción. Eso sí, desviaron fondos a la empresa matriz para que no quebrara. Lo cierto es que más allá del socialismo o capitalismo, hay siempre soluciones a los problemas del pueblo, solo hay que luchar para conseguirlas y tener imaginación. Por eso crearon finalmente una cooperativa, para dar una entidad jurídica a su grupo de trabajo, y tuvieron que abandonar la producción de azulejos por la creación de detergentes, jabones y limpia vajillas. Es más, Alexis Tsipras cuando estaba en la oposición los visitó, se hizo la foto con ellos porque los veía como un modelo a seguir, pero cuando llegó al gobierno se olvidó de ellos, es más, aún están esperando su ayuda para que el gobierno les pague la deuda de electricidad y agua que dejaron los antiguos dueños de Vio.Me.
Tengo el placer de trabajar en una cooperativa de alimentos. Mi experiencia me ha enseñado a que trabajar en ese modelo significa que finalmente uno acaba siendo su propio jefe. Luego, uno se explota hasta donde uno quiere. Este y otros temas como la confianza, son los que al final se tendrán que lidiar este grupo de supervivientes de la crisis económica griega para acabar ganándose la vida cada día.
La grandeza de este documental es que no toma partido, la cámara de Karakasis es un mero testigo de unos hechos, es el espectador quien acaba sacando sus conclusiones, porque lo cierto es que la solución que adoptan está fuera de la ley, pero desde mi prisma como espectador es totalmente lícita, el pan es para quien lo trabaja, la ley acaba matando al obrero porque lo lleva al paro sin más. Lo lleva al más puro ostracismo. El filme se convierte en toda una lección, en una esperanza, todo es posible, solo hay que luchar por ver cumplido el objetivo. Es muy emocionante ver cómo, sin que sirva de precedente, la clase obrera triunfe con sus más y sus menos.
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