Con el fin de la primera edición del BCN Film Festival analizamos su público y sus cintas premiadas
Llegamos a la clausura del BCN Film Fest conociendo el palmarés y percibiendo cierta tensión en el ambiente. Un día antes teníamos la ocasión de asistir a la inauguración del D’A Film Fest, un certamen que celebra siete años y que cuenta con un equipo especializado en este tipo de eventos culturales. La vida sociocultural en la capital catalana puede experimentarse saltando de festival en festival, pues no son pocos los que se celebran en la ciudad entre cine, música, literatura, arte… Hay nichos diferentes (sin ir más lejos, D’A y Bcn Film Fest tienen perfiles de público muy distinto), pero no debemos olvidar que buena parte del trabajo a realizar para sacar adelante un acontecimiento de estas dimensiones se basa en las subvenciones, las colaboraciones institucionales y, sobre todo, en los patrocinadores. Y ahí es donde la competencia azuza, constriñe y complica la tarea.
Sea como fuere, el BCN Film Fest tiene ya fechas para una próxima edición en 2018 (del 20 al 27 de abril) y un balance modesto de su primera edición. El mayor éxito han sido las sesiones de la sección EducaCine, en las que jóvenes estudiantes de diferentes escuelas asistían a las proyecciones para después participar en un coloquio con un experto. Reflexionar sobre los valores de las películas y aprender a pensar y VER, sí, en mayúsculas, el cine eran los objetivos principales de este festival que, como comentamos en la anterior crónica, nace y crece con vocación totalmente popular.
Los premios, para unas películas que ya cuentan con distribución en España, son simbólicos, pero los hubo y variados. El premio del público a la Mejor Comedia fue para «Casi leyendas» y lo recogió Santiago Segura, actor de la misma. En su discurso, simpático y cercano, se mostró contento por recibir el premio del que para él es el juez más importante: la audiencia popular. La mejor película para el jurado de la Crítica – ACCEC (formado por Alfons Gorina, Francisco Javier Gutiérrez y una servidora) fue, como ya comentamos en nuestra anterior crónica, el documental «Dancer». Y los dos premios que nos quedan por comentar fueron para «Una bolsa de canicas» (premio EducaCine) y «El sueño de Gabrielle» (premio del jurado oficial, formado por Claudia Llosa, Toni Soler y Chufo Lloréns).
El sueño de Gabrielle
Mucha mujer protagonista ha habido en la programación del BCN Film Fest, y en «El sueño de Gabrielle» esta circunstancia brilla especialmente gracias a Marion Cotillard, una actriz portentosa que ofrece para la ocasión una interpretación contenida y explosiva al mismo tiempo, una combinación apasionada y bipolar que acompaña a su personaje en lo que es un descenso a la más absoluta libertad. Gabrielle siente el amor como si este la poseyera, casi como si fuese una enfermedad de la que hay que curarla e incluso alejarla. Por eso resulta evidente que, en el momento en que decide aceptar los deseos sociales y familiares de casarse, está renunciando a la lucha social por aquello que desea. No obstante, Gabrielle es un personaje con las ideas muy claras y establecerá en su favor las normas que le permitan vivir el amor, la vida, como ella desea, hasta sus últimas consecuencias. Y hasta aquí podemos decir sobre cuán literalmente fiel es Gabrielle con lo que desea.
Nicole García, directora de la película, adopta el punto de vista de Gabrielle para no abandonarlo en ningún momento, lo cual es el quid esencial para lograr su objetivo. No se trata de buscar la identificación (la película se mantiene fría ante la protagonista), sino de permitir que el espectador maneje la misma información que su protagonista. El mundo exterior queda alejado de lo que vemos, de lo que ella ve, y solo filtraremos la realidad a través de los ojos, los oídos y la interpretación de Gabrielle. Solo cuando García decide desvelarle a su protagonista ciertas verdades que le eran ajenas, los espectadores empezaremos a observar el macro de la historia. En ese paulatino desvelar reside el interés de «El sueño de Gabrielle», en el deslizamiento a la subjetividad sensorial (no emocional) de un personaje al que acompañaremos en su despertar a la verdad.
Una bolsa de canicas
La ganadora del premio EducaCine narra la constante huida de una familia judía francesa tras la llegada del ejército nazi a su país. A poner foco en los dos menores de una saga de cuatro hermanos, el drama se convierte más amable pero también más punzante, pues estamos en plena II Guerra Mundial siguiendo a unos niños buscando manos amables que les ayuden a sobrevivir, a reencontrarse con sus padres, a combatir el sin sentido de un mundo que les obliga, de un día para otro, a pasar de jugar con las canicas a mantener una identidad falsa ante la presión de un oficial nazi.
Sin llegar a mostrar el drama judío en todo su esplendor, «Una bolsa de canicas» funciona como aproximación ligera a la persecución que los nazis llevaron a cabo contra los judíos, a la permisividad colaboracionista de muchos de sus conciudadanos. Sin embargo, como película centra su atención en conceptos positivistas, como la lucha de los niños por mantenerse unidos a su familia, la generosidad y solidaridad de personas anónimas, la resistencia activa de los grupos que se rebelaron contra la ocupación y la benevolencia de quien, habiendo sufrido en sus carnes la opresión, es capaz de la magnanimidad moral cuando las tornas se giran. «Una bolsa de canicas» es el nuevo «El niño del pijama de rayas».
Y así cerramos la primera edición del BCN Film Fest, un certamen con voluntad de barrio, cargado de buenas intenciones y con un recorrido centrado en lo social más que en lo formal. Hasta la próxima.
Un crítico en apuros
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