Tres películas tres, dos de ellas muy interesantes, absolutamente recomendables. Eso es lo que ha dado de si la octava jornada de la Berlinale 2013.
River Phoenix regresa con Dark Blood
Dark Blood, es un Deliverance (ciudad contra campo, personajes llevados al límite) suavecito. La pareja protagonista se quedan tirada en el desierto estadounidense y tienen la mala suerte de encontrarse a un medio indio medio loco que no va a dejarles respirar tranquilos. La expectación era grande pero su importancia crece gracias tan solo a sus circunstancias. De no haber muerto el protagonista, me temo que habría pasado sin pena ni gloria.
River Phoenix falleció antes de terminar de filmar sus escenas y ha habido que esperar hasta ahora para que la película viese la luz. Las secuencias no filmadas son relatadas a cámara por la voz en off del director, un método tal vez poco ortodoxo pero manifiestamente mejor que la castaña que se hizo con, por ejemplo, Juego con la muerte, con Bruce Lee. Curiosa, funciona mejor como una pieza de museo que enseñar en clase.
Frances Ha, lo más aplaudido de la Berlinale
Por la tarde hemos disfrutado de la indie Frances Ha, una respuesta estupenda a la macho-film que era Principe Avalanche. La amistad entre chicas, la vida adulta con 27 años en la época de la eterna adolescencia y los sueños que se truncan pasados por el filtro del blanco y negro y narrados a través de los distintos pisos en los que vive Frances. La interpretación de Greta Gerwig, que además es coguionista, nos lleva por los límites de una Amelie que vive sin centrarse ni un solo momento en un hombre, gracias a la Diosa.
Muy emotiva y muy divertida, sobre todo en una primera mitad marcada por los diálogos rápidos y las reacciones impredecibles de un grupo de personajes muy familiares. Los aplausos que se ha llevado en el Friedichstadt Palast han ido acompañados de gritos de júbilo y cuando ha aparecido Gerwig se han redoblado en intensidad. Para ver con tu mejor amiga.
Upstream Color, el regreso de Shane Carruth
Y hemos cerrado con otro plato fuerte, la última película de Shane Carruth, director de Primer. El estadounidense nos propone un viaje a través de los sentidos (los nuestros) y las emociones (de los protagonistas). Críptica y absorbente, Upstream Color se disfruta hasta con el tacto (cuando te agarras al asiento a la espera del qué pasará en la siguiente toma) y se aborrece hasta con el gusto. La diversión empieza en el minuto diez y no para hasta el día siguiente, cuando las imágenes, los sonidos y los enigmas siguen bombeando el cerebro. Para los que busquen nuevas fronteras que, espero, sois todos. Nos acercamos al final de la Berlinale 2013 y parece que la cosa repunta. ¿Qué nos encontraremos mañana?