Harmony Lessons, una lección en la Berlinale 2013
Tremenda la kazaja Harmony Lessons. Los niños acojonan, y más si son matones de patio de colegio. Los de esta cinta, además, han construido una red de pequeños mafiosos extorsionadores con pintas de yakuza. Pero el monstruo no es siempre el que más lo parece. La ópera prima de Emir Baigazin pone al cine del país asiático en el mapa (en el mío, por lo menos) y se erige como una de las mejores películas de esta 63 edición.
De la mano del protagonista, un niño al que maltratan en la escuela, viajamos a la obsesión, la apatía, la amistad, la venganza y la supervivencia. Baigazin traza un paralelismo entre el hombre y el animal que relativiza nuestra existencia y la reduce a los instintos primarios con una historia a ratos contemplativa, a ratos de gangsters y a ratos terrorífica. El montaje es inteligentísimo y la planificación maravillosa. Los niños protagonistas, con mención especial para el cabecilla de los matones, levantan la función con un trabajo impecable. Tan dura como bonita, tan interesante como disfrutable, tan profunda como explícita.
Desilusionante cuarta ronda de cortos
La cuarta ronda de cortos, por otro lado, ha sido decepcionante, pero rescatamos el primero que han pasado, una pieza de videoarte a la velocidad de la luz que nos ha traído el japonés Masahiro Tsutani, con formación de ingeniero pero aspiraciones más ambiciosas. La clave aquí está en el sonido, interpretado, mezclado, remezclado, destruído, reconstruido y propulsado por el autor, al que añade imágenes desconcertantes que van del fotograma subliminal a la televisión desintonizada.
La de Tsutani es una historia que hemos oído un par de veces en esta edición de la Berlinale. Tanto Paul Verhoeven como Shane Carruth, por ejemplo, estudiaron matemáticas para acabar embarrados en el arte. Y que sean muchos más. También es verdad que la primera ronda de cortos que vimos fue espectacular, y competir contra ellos era difícil, pero lo cierto es que el resto de piezas no eran ni la mitad de interesantes que esta.
Deshora cierra la Berlinale
Para terminar, nos hemos cenado Deshora, de la argentina Bárbara Sarasola-Day. La historia empieza como tantas otras: una pareja de mediana edad y bastante dinero sufre la erosión del tiempo en su relación. Entonces, aparece el primo pequeño de ella, un guaperas que no tarda en empezar a tirarle los trastos a la mujer. Un juego peligroso en el que ella, reticente al principio, acabará por entrar. El giro que llega avanzada la trama pone todo patas arriba y convierte la cinta en una historia mucho más original, cuando el jovencito empieza a tirarle también los trastos al marido de ella… y este se muestra receptivo.
Por desgracia, las motivaciones difusas de los personajes, construidos de aquella manera, y un final horrible por abrupto y confuso, no hacen ningún favor a la película. Regulero cierre para una edición número 63 de la Berlinale que ha tenido un buen puñado de momentazos.
Nuestras apuestas para el Oso de Oro
Así, sin reflexionar, recomiendo sin peros Before Midnight, Harmony Lessons, todos los cortometrajes reseñados; Upstream Color y Computer Chess para los más aguerridos; también Side Effects y, como documental, La maison de la radio. Mañana, los premios del jurado. Nuestra apuesta y la de muchos, Harmony Lessons. ¿Si no? Cortina cerrada, de Jafar Panahi.
Vale.
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