En la segunda jornada de la Berlinale hemos visto dos títulos donde la mujer ha jugado un claro papel protagonista.
Tras una jornada bastante irregular en Competición, me he tomado un día de reflexión para indagar en otras secciones del certamen. Por mi parte, he podido disfrutar de un subidón adrenalínico en el undergroud electrónico berlinés de la mano de “Tiger girl”, el tercer largometraje del joven realizador alemán Jacob Lass de la sección Panorama. En segunda estancia, me he sumergido en la sección Generación 14plus, donde se agrupan las cintas realizadas por y para los jóvenes de hoy en día. La película en cuestión es “Muhler do pai”, la ópera prima de la realizadora brasileña Cristiane Oliveira.
“Tiger girl”: La fiera de más fiereza no es el tigre, es la tigresa
Tras la estupenda representación de la mujer cabeza de familia, fuerte y con carácter que pudimos ver ayer en “Como nossos pais”, poder ver otra cinta donde el protagonismo recae en 2 chicas tan potentes como las protagonistas de “Tiger girl” es un claro indicativo de que el papel de la mujer va poco a poco alcanzando la posición que se merece y que la opresión misógina cada vez tiene menos fuerza afortunadamente. Además, en esta ocasión está dirigido por un hombre que ha visto la necesidad de reivindicarlo no solo ensalzando el poder de la mujer, sino eliminando barreras entre ambos sexos ya que no diferencia entre chico o chica, no los subyuga a una cuestión de sexo ni de nada que pueda generar un distanciamiento que necesite o deba salvar. Lo hace con total naturalidad, poniendo 2 chicas como si fuesen dos varones, porque no debería cambiar el argumento si en lugar de hombres tenemos mujeres.
Tras este pequeño manifiesto por la igualdad al que me quería unir, pasemos a ver que nos cuenta “Tiger girl”. Margarete (Maria Dragus) es una aspirante a policía que no logra pasar las pruebas de admisión en la academia y acaba resignada a trabajar de seguridad. Políticamente correcta y sumisa, un día conoce a Tiger (Ella Rumpf), todo lo contrario a ella. Como los polos opuestos se atraen, Tiger y Margarete se hacen íntimas amigas y compañeras de vandalismo y hurtos varios. Este mundo de fiesta y falta de responsabilidades atrae demasiado a la joven que acaba pasándose de frenada perdiendo el norte por completo.
Al principio de la cinta, este fortuito encuentro entre las dos chicas insinúa que podría tratarse de un desdoble de personalidad que, junto a su estética, recuerde mucho a “El club de la lucha” (David Fincher, 1999). Pero si bien pueden llegar a tocarse tangencialmente, “Tiger girl” no va por esos derroteros. El largometraje es la historia de dos personas diametralmente opuestas cuya amistad les ayuda a evolucionar y convertirse en la persona que les gustaría ser. Una evolución muy bien trazada y narrada con escenas de muchísima intensidad. La saturación de colores característica de esta generación junto al estilo visual influenciado por la cinta de Fincher, la cámara en mano y el montaje frenético nos sumerge en ese mundo underground alemán del que nació la cultura electrónica y confiriendo una estética muy adecuada, cuidada y estimulante. En cuanto al tratamiento de la juventud en la cinta, recuerda mucho a la complejidad y fascinación que Bertolucci ha mostrado durante toda su carrera en cintas como las recientes “Soñadores” (2003) o “Tu y yo” (2012), combinado con las poética relaciones de amistad juvenil que se plasmaban en tiempos de la Nouvelle Vague como “Jules y Jim” (François Truffaut, 1962). El guión es muy sólido salvo pequeñas bajadas de ritmo y reiteraciones. Pero guión, dirección y montaje te mantiene pegado a tu butaca durante los escasos 90 minutos que dan mucho de sí.
Y por último destacaría las actuaciones de Maria Dragus en su paulatina transformación llena de matices, y sobretodo la de Ella Rumpf haciendo de Tiger. Lo que parece en un principio un papel simple de macarra termina siendo mucho más profundo. Fresca y rockera, “Tiger girl” es una cinta punzante que consolida el buen hacer de su realizador y se posiciona como seria candidata a alzarse con el premio del público de la sección Panorama al ver el buen recibimiento que ha tenido.
“Mulher do pai”: la perversión está en nuestras mentes
En mi primera incursión en la sección Generación he visionado una co-producción entre Brasil y Uruguay dirigida por Cristiane Oliveira llamada “Muhler do pai”, que se podría traducir a nuestro idioma como La mujer de mi padre. Se trata de un drama de corte costumbrista que narra la historia de Nalu (Maria Galant), una adolescente de 16 años que vive con su padre ciego (Marat Descartes) y su abuela en una aldea de Brasil. Tras la muerte repentina de la matriarca de la familia, Nalu se verá obligada a cuidar de su padre coincidiendo con las pulsiones sexuales típicas de la edad con un chico uruguayo 7 años mayor que ella y cuya presencia en la aldea es pasajera. Tras su partida, las inquietudes sexuales se tornan hacia la figura de su padre, quien comienza una relación poco a poco con Rosario (Veronica Perrotta) la maestra uruguaya de Nula y por la que sentirá celos.
Aunque pueda parecer que la cinta presenta una historia extensa, todo acontece en 3 o 4 escenas claves mientras el resto es una sucesión de planos estáticos, montaje lento y monótono y fotografía suave para contarnos el día a día de los personajes. Aunque la realizadora sabe fotografiar con encanto y ternura la aldea haciendo uso del maravilloso tono que concede la luz natural al atardecer dejándonos estampas preciosas, el abuso de ellas junto al estancamiento del guión favorece el hastió. Para muchos amantes del séptimo arte este tipo de cine es una gozada. Yo personalmente no encuentro ningún estímulo. Si una cinta de estas características no busca nuevas maneras narrativas, acertadas o no, para contarme una historia de este calibre, este tipo de narración audiovisual tan plano y común junto a la falta de dinamismo en el guión acaba transformandose en una obra de teatro filmada en el peor de sus significados.
Opinión personal a parte, el trabajo de la realizadora brasileña no deja de ser muy destacable. Y es sobretodo en esas escenas donde realmente está ocurriendo algo o cuando la directora insinúa a nuestra imaginación verdaderas perversidades que podrían ocurrir pero no ocurren, cuando la cinta cobra vida y la cuidada dirección reluce. También destacan las actuaciones, en especial la de la joven Maria Galant. Una interpretación espectacular que recuerda al maravilloso elenco de las niñas protagonistas de “Mustang” (Deniz Gamze Urgüven, 2015). Pero es inevitable ese sabor amargo que deja ver el potencial que tenía el equipo para realizar una cinta más memorable y que acaba pasando sin pena ni gloria. Aunque al ver el caluroso aplauso que ha recibido el filme al finalizar, me reafirmo en que quizá esta sea una percepción muy personal de este tipo.
Tras esta escapadita de la categoría reina, mañana volveremos a tope con (a ser posible) 4 nuevas propuestas de Competición.