Amanece un nuevo día en Cannes. Y lo hace pronto, muy pronto, porque aquí los pases de prensa comienzan a las 8:30h y mis compañeros de piso, muy apañados ellos, deciden levantarse a las 06:45h para llegar a tiempo.
Si amigos, la vida en Cannes es así de dura y marcial. Vosotros que pensáis que aquí todo es exhuberancia, glamour y lentejuelas, fiestas locas, starlets, alcohol por doquier y sexo en abundancia. Pues NO. Yo les digo que a las 7h nadie debería estar despierto al menos que esté volviendo de fiesta, pero aún no les he convencido. Menos mal que no me hacen caso porque a primera hora hemos comenzado a lo grande.
Le passé: tu pasado siempre vuelve
Después de Nader y Simin Asghar Farhadi se presenta en Cannes en la sección oficial a concurso con Le passé, una más que magnífica y digna película. Sin duda, daba igual que fuesen las ocho de la mañana o que hubiésemos dormido no demasiado, la realidad es que el largometraje te atrapa de inicio a fin y no te descuelga en ningún momento. Tiene como punto de inicio, al igual que Nader y Simin un divorcio.
En este caso funciona como excusa para que Ahmad (Ali Mosaffa) viaje a Francia (país que abandonó cuatro años atrás) desde Irán para así encontrarse con su futura ex-mujer y las hijas de ella. Pero, no sólo era el divorcio lo que en el fondo quería Marie (Bérénice Bejo, que os sonará últimamente por ser a co-protagonista de The artist).
Personalmente es la película que más me gusta de Farhadi que trae una historia muy interesante, con grandes personajes todos, muy sutil, que no se sobreexplica sin necesidad y que cuenta con unas interpretaciones realmente solventes. A la cabeza la mencionada Bérenice Bejo, pero muy de cerca Ali Mosaffa y Tahar Rahim (que interpreta a la perfección un personaje muy complejo). Pero, especial mención merecen dos actores más. En primer lugar Elyes Aguis, niño que da una gran interpretación y en segundo Pauline Burlet, una preciosa joven que lleva sobre sus hombros el personaje más complejo de la película con total brillantez.
De esta forma, el filme comienza a enrederarse (de buena manera, no rollo thriller malo de Hollywood) y el triángulo amoroso protagonista (que nunca sabemos cuánto de amoroso y de triángulo acaba siendo) va cada vez cogiendo más y más fuerza. Le passé habla sobre nosotros mismos, cómo no queremos nunca abandonar el pasado, sobre los miedos de nuestro presente, cómo echamos a la gente de nuestro alrededor y cómo tememos perderlas.
Jeune & Jolie: sexual adolescencia aprovechada
François Ozon vuelve a presentarnos un trabajo ante todo interesante dentro de la sección oficial a concurso. En este caso, Jeune & Jolie nos muestra una visión muy particular de la adolescencia. Las cuatro estaciones de un año en la vida de una chica de 17 años que, habiendo descubierto la sexualidad, decide voluntariamente prostituirse.
Se trata de ese tipo de película que da miedo porque no sabes qué te va a entregar. Sin embargo, es muy buena y hace reflexionar sobre varios sentido. Bien es cierto que es muy suavecita, benevolente y demasiado agradable (no hay incomodidad alguna). Pero todo se perdona porque realmente la idea detrás de la película no deja de ser interesante: la sexualidad como demostración de los sueños de juventud, como pase entre la adolescencia y la vida adulta. El ser niña cuando no sabes de primera mano lo que es aún, el ser mujer cuando la controlas a tu placer y para tu beneficio. Sin que sea malo para ti.
Bueno, habrá gente a favor o no de este mensaje, pero la película es muy entretenida. Y sobre todo nos deja ver el rostro y cuerpo de la maravillosa Marine Vacth (quien no está sólo ahí por su tipo, pues su interpretación fría llena de matices es lo mejor, sin duda, de la película). Así Ozon, sin abandonar la adolescencia y la sexualidad; cambia el metalenguaje cinematográfico por las habitaciones frías e impersonales de los hoteles parisienses. Y no tiene nada que envidiar a su predecesora, En la casa.
The Congress: de un vals maravilloso a un congreso del demonio
Era bastante esperada la presencia de la nueva cinta de Ari Folman (director de la muy buena Vals con Basir) dentro de la Quincena de Realizadores de Cannes. Pero, como tarde o temprano tenía que ocurrir, la decepción ha poblado mi cuerpo cuando me he sentado a verla.
The Congress comienza con una idea prometedora, Robin Wright (interpretándose a un alter-ego de sí misma) cansada, habiendo tomado quince años de malas decisiones en lo que a películas se refiere, acepta un último trabajo: que la escaneen, guarden en un ordenador toda su esencia y hagan con su imagen las películas que sean; mientras ella se retira (obligada) de la profesión.
Como digo, la idea puede dar mucho que sí, pero pronto se le va de las manos. Lo que en sus primeros treinta minutos es una película muy autoreferencial (vaya palitos críticos se lleva Robin Wright por sus películas de los últimos años) que podría ser una versión muy descafeinada de Cold Souls (la cual decían muchos que era a su vez una pobre versión de Cómo ser John Malkovich, algo con lo que no estoy de acuerdo) pronto se mete en un viaje de LSD sin sentido y además de mala calidad. Sin venir mucho a cuento, Ari Folman nos mete en un mundo de dibujos animados en el que supuestamente se convertirá el futuro en 20 años, un futuro en el que podremos modificar (mediante drogas alucinógenas) la realidad a nuestra elección. Y la película se convierte en un despropósito sin pies ni cabeza.
En su corazón la peli tiene buena intención. Presenta por una lado una caricatura del sistema de estudios de Hollywood (el estudio malo de la peli es el Miramont una clara y poco escondida mención a Paramount) y el star system. Y aunque lo hace bien a ratos (hay un momento en el que un Tom Cruise también poco escondido aparece y es maravilloso), la verdad es que en el desarrollo y las formas pierde mucho su camino.
La película habla sobre el libre albedrío y cómo nuestra sociedad cada vez menos nos deja elegir. Trata de la evolución del cine y la tecnología y su relación y aplicación al mundo y la sociedad. Hasta el punto de poder llegar a convertirnos en una sustancia, una esencia, un sentimiento que otra persona puede llegar a beber o esnifar para que se sienta como nosotros. La idea y el mensaje la tiene, pero se pierde en el desarrollo y realización. Hasta el punto de que a la hora de película ya estaba aburrido y dedicándome a identificar a los actores que doblaban los personajes digitales, entre ellos un muy reconocible Jon Hamm. Así, el desastroso intento de Folman de crear un Matrix inverso hará a Stanislaw Lem (al parecer la película está basada en un relato suyo) revolcarse en su tumba.
Lo peor de todo es que no me ha dado tiempo a llegar al último pase de hoy y se me ha quedado mal sabor de boca. Pero bueno, no ocurre nada, aquí en Cannes la experiencia me está diciendo que pronto esto se arregla. Mañana abriremos apetito a primera hora con alguna peli del festival, pero lo bueno llegará a la tarde cuando veremos la nueva película de los Hermanos Coen: Inside Llewyn Davis.
Por cierto, he encontrado ya un Carrefour cerca de la zona del festival. Así que finalmente puedo meterme en el rollo low-cost: bocatas, ensaladas preparadas, taboulet… y café y limonada gratuito gracias al festival. Lo mismo os pensabais que me había entregado a los placeres de la nouvelle cuisine. Yo (me temo) no soy de los que voy al cine con elegantes trajes y pajaritas. Quizá otro año o en otra vida.
The Congress está basado en El congreso de futurología, con Ijon Tichy como protagonista, un gran personaje de Lem. Se puede leer aquí (no sé por qué la Universidad Politécnica de Valencia lo tiene disponible en pdf pero…): http://www.upv.es/laboluz/leer/books/Lem_congreso_futurologia.pdf
Pues tío, aquí deja mucho que desear la historia. En serio, a veces roza el ridículo.