En la novena jornada del certamen llegaron las innovaciones narrativas de la mano del maestro del cine francés Jean-Luc Godard y de Myroslav Slaboshpytskiy.
Hay días en los que por fuerza tienes que creer en la serendipia: en el mismo día de hoy se han proyectado «The Tribe» y «Adieu Au Langage». En la Semaine de la Critique, ese espacio de cinematografías menos convencionales que subtitula su branding “the new fresh breath to cinema”, veíamos «The Tribe», un drama parco, de estilo hiperrealista y de planos secuencia similares a los de los Dardenne situada en Rumanía que gira entorno a una comunidad de niños conflictivos relegados a una cárcel-orfanato que sólo les abocará al más irremediable de los fracasos sociales. Mientras tanto, «Adieu Au Langage», el supuesto manifiesto final del cine del monstruo de la historia de la cultura mundial Jean-Luc Godard que es una exhibición de sesudez videoartística y de comedia cínica con chuchos y cagadas a la vez que, aquí lo importante, demuestra que se puede uno despedir del arte abriendo la puerta a una nueva expansión de sus límites. ¿En común? Los marcos y límites que crea el lenguaje, por supuesto.
«Adieu au Langage»: El manifiesto final de Godard
¿Qué es el hombre?, ¿Qué es una ciudad?, ¿Qué es el lenguaje? Incluso si no te gusta lo experimental ni los filmes que carecen de continuidad narrativa tendrás que admitir que sus imágenes, sus dos imágenes simultáneas (sólo dos de las capas, para unas siete totales en los puntos más completos de la cinta que ha percibido la crítica que escribe-algo así como unas siete dimensiones-) que son las dos cámaras con las que se graba sistemáticamente en el cine 3D están tratadas como herramientas que pueden ser independientes (es más, en sus títulos de crédito aparecen citadas como sujetos de identidad propia), y descubre que mientras los directores que previamente han empleado esta nueva técnica de filmación han estado sistemáticamente buscando el entretenimiento puramente visual, el acercamiento del espectador a la vibración emocional del cine, se habían olvidado de la vertiente de lenguaje propio que ostenta todo formato. Se habían olvidado de que, cuando tienes una nueva tecnología, ésta creará nuevas conversaciones propias sólo posibles para ese nuevo medio, y que esto en sí mismo crea percepciones, reflexiones… invención. Me estoy refiriendo con eso a algunas escenas, de las que pondremos por ejemplo solo una para no arruinar vuestro visionado: dos protagonistas están hablando y una de las cámaras se mantiene fija en su conversación y la otra sigue una experiencia subjetiva y espectral de uno de los personajes. La chica sale de su cuerpo para pelear contra un tipo a diez metros de su amigo, y tras vencer al enemigo vuelve al organismo que había dejado conversando de manera automática. Chica A y chica B son acompañadas cada una de ellas con un objetivo, y para ello se han desdoblado las visiones, colocando los ojos del espectador borrachos ante el desdoblamiento de nuestras córneas a dos espacios de reflexión, a dos líneas espaciales dentro del mismo tiempo.
Pantallas de móvil y El Pensador de Rodin para hablar de la universalidad de la defecación. Hitler consiguió todos sus propósitos, es lo que tiene la guerra, pero él no inventó nada. Se corta el fragmento de archivo porque más no hacía falta y lo que quieres está en el clic interno de la cita, del extracto de esa cita a Nicolas de Stael, a Jacques Ellul, a Jean Arthur, a Miriam Hopkins, a sí mismo. “¿Puede crearse un significado en torno a la idea de África?” No es caos, es segunda naturaleza y maldito lenguaje que está muerto. Muerto porque el socialismo de las gentes se ha rendido a los cantos de sirena del totalitarismo. En las calles de Cannes los insultantemente ostentosos cuerpos de los ricos, cuando pasean, no tienen cuidado de no chocarse contra los indigentes que ni detectan sentados en el suelo. Godard volvió a dar plantón a este enclave de signos de poder que nunca supo reconocer su trascendencia, y para subrayarlo la “carta filmada” titulada “KHAN KHANNE sélection naturelle 2014” y proyectada después de la experiencia de Adieu au langage, y con la que pone punto y final a una vida dedicada a la búsqueda de lo sublime y el combate por hacer aún más grande el tamaño de su ego. En fin, Godard no es excéntrico, sino una realidad en la que el miedo está ausente y hay libertad. Los ricos no se paran. Godard tampoco.
Y desde aquí puedes ver KHAN KHANNE.
«The Tribe»: una experiencia sensorial refrescante
Como ejercicio de estilo maravilloso, como experiencia sensorial algo refrescante y bien recibido, el primer largometraje del rumano Myroslav Slaboshpytskiy acompaña al mencionado ahí arriba grupo de marginados, con un joven recién llegado que para no entrar en la espiral del bullying que, vemos, el resto de chicos somete al compañero con síndrome de Down del principio, se irá volviendo más agresivo, más desesperanzado hasta el poético cliffhanger del final que mantiene la ambigüedad a la que se someten las normas de la vida diferente, del que experimenta otra realidad (quienes no son normofuncionales, desde el deprimido al sordo). El sonido es ambiente, y cada vez que nos acercamos al mundo de los habladores una barrera insalvable se nos aparece. Una puerta, un cristal, o simplemente una distancia física que nos impide un nexo con nuestro usado y abusado código de la palabra hablada. No hay subtítulos a lo que se cuenta en el filme, enteramente expresado en lenguaje de signos. Y tampoco debería haberlo. A fin de cuentas, cuando en la presentación en la que estuvimos aparecieron sus sordos actores y dieron, con mediación de hasta tres intérpretes (del signo al ucraniano al francés al inglés), el discurso de reivindicación de su minoría, los asistentes aplaudieron con las manos en vez de agitarlas en alto, que es lo que hacían el resto de sus compañeros en los asientos reservados.
Adaptarse al lenguaje, los otros códigos. Con toda probabilidad Slaboshpytskiy tenía estudiada «Harmony Lessons«, y también «The Death of Mr. Lazarescu», pero esta obra no solo es bastante más oscura y tiene otras pretensiones, sino que el punto de vista de la cámara genera en nosotros el estadio de estar siendo testigos no ya de algo parecido al costumbrismo, sino más bien algo a medio camino entre lo antropológico y lo zoológico: sus protagonistas son personas, sí, pero desde que solo vemos la codificación de sus actos con nuestras experiencias previas, aún sin comprender lo que se están comunicando. Una película brutal, con un brillante guion técnico y la capacidad de suscitar un interés continuado, por explícita y fresca, en su desolador mensaje.