Una jornada con muchas propuestas de Kazajistán, una historia emocionante desde Nueva Zelanda y una críptica delicia tailandesa
«Tent»: El despertar sexual en el campo
La sección panorama se ha abierto en el segundo día del festival con la inclusión de «Tent», un bello largometraje rodado con sencillez y veracidad por el kazajo Kenjebek Shaikakov. En la frontera entre Kazajistán y Kirguistán, vivimos desde el naturalismo impregnado por su realizador el viaje emocional y vital de un postadolescente que se ha visto llevado hasta un entorno rural siendo el encargado de pasturar un rebaño de cabras. Desde la mera observación de los parajes naturales, sentimos el encontronazo que tiene con una joven del país vecino, aflorando entre ellos el interés del despertar tanto sexual como amoroso. Comprenderemos también el porqué de sus decisiones y motivaciones, sobre todo del protagonista, quien absorbe sin criterio propio las enseñanzas inculcadas en un espacio cerrado. Lejos del control adulto, la tienda donde se encuentran todos los días al ir a trabajar se convierte en un refugio donde poder huir de las presiones familiares ligadas a las rencillas y a los prejuicios hacia las uniones matrimoniales entre dos personas de diferentes países pero en realidad de orígenes muy similares.
Los planos secuencia calmados fusionándose con la vida reposada de ambos, nos ayudan a sentarnos a su lado y escuchar de sus bocas el interés que sienten por el futuro más reciente. La música folk-pop de ambas nacionalidades que escuchan desde un transistor albergarán cierta poética dentro de una propuesta honesta que estudia sin juzgar aquello que lleva a alguien a mentir descaradamente con tal de encandilar a una mujer. ¿Se trata de un amor verdadero o solo es fruto de las escasas posibilidades y la casualidad de las circunstancias?
«Walnut Tree»: Comedia absurda desde Kazajistán
Una propuesta muy diferente ha sido la de la también kazaja «Walnut Tree». Este largometraje dirigido por Yerian Nurmukhambetov que se ha proyectado dentro de la sección oficial se encuentra en las antípodas del filme anteriormente comentado. Ocurre en el mismo país, pero dentro de un entorno urbano y con una planificación formal y narrativo muchísimo más arriesgada. Original y con personalidad, el filme ofrece una amplia mirada desde el humor absurdo en ocasiones evidenciado en la artificiosidad tanto en los actores como en la puesta en escena. Todo está pensado para ridiculizar ciertas ceremonias, y en concreto, gira entorno a la celebración matrimonial y todo lo que ello conlleva. Por otro lado, también asistimos a un tratado sobre la amistad y sobre el papel que juega el hombre, desde lo onírico a lo real, que vive atemorizado por el mal genio o por los importunios (siempre hablando desde un prisma egoísta del hombre) que le puede provocar la mujer en la placidez de su vida.
Pese a sus aciertos humorísticos, el punto irónico del comportamiento de la sociedad y su valentía, el filme se derrumba dentro de alguna que otra reiteración y del englobado críptico de su guion, antojándose pesada en sus escasos ochenta minutos de duración.
«The Dark Horse»: Un hecho real inteligentemente filmado
Con una presentación de un diplomático español que trabaja en la embajada neozelandesa en Madrid ha empezado «The Dark Horse», película a competición que comparte nacionalidad con dos cintas más programadas en el festival. ¿Les suena aquello de que un personaje excéntrico tiene la convicción de alejar a un seguido de adolescentes marginales de la delincuencia uniéndolos en pos de un objetivo final por el que tendrán que entrenar y ofrecer esfuerzo y dedicación? Pues esta es la premisa de un filme poco original pero que sabe jugar con cierta maestría sus cartas. Basada en hechos reales, narra la historia de Genesis, un hombre de etnia maorí recien salido del psiquiátrico. Singular y marginado, fomenta la enseñanza del ajedrez entre jóvenes de su misma etnia. A su vez conoce cada vez mejor a su sobrino, quien su padre trata de introducir por la fuerza dentro de una banda criminal. Hallamos en ello la interesante búsqueda de la libertad personal alejándose voluntariamente de una vida futura abocada a una violencia que no desea infligir.
«The Dark Horse», un éxito en su país de origen, ofrece una visión del cine como el arte de contar historias, algo que su director, parece saber realizar muy bien. El filme, dentro de una tónica sombría por lo turbio de su argumento, se mueve inteligentemente por diferentes terrenos, sabiendo conmover cuando es necesario, pero también acertando a la hora de introducir emoción, humor o tensión dramática. El resultado de todo ello es un filme comercial que ensalza la vida de un gran hombre ya fallecido y que cumple con los requisitos formales y estilísticos que se espera de una obra de sus características, siendo de agrado de un público mayoritario y demostrándose hoy con el aplauso final tras su proyección.
«Vanishing Point»: emociones tailandesas
Sin duda la propuesta más extrema vista hasta el momento es la del tailandés Jakrawal Nilthamrong con «Vanishing Point». Desechando la posibilidad de la narración lineal convencional desde sus inicios, antepone el mostrar ideas, pensamientos u emociones, al articular un relato fácilmente comprensible desde un primer visionado. Avistamos en sus primeros compases cierta exploración el campo de la muerte y la sexualidad siempre ligadas a la recreación fílmica de éstas, viéndose desde la reconstrucción de un asesinato a la grabación pornográfica. Todo ello desligado en diferentes tramas que parecen pretender abarcar la soledad, tanto individual como la vivida desde la colectividad, el abandono familiar voluntario, el miedo a los embarazos no deseados y en general, la desmembración de la familia y su anhelo de reconciliación. Al mismo tiempo alberga un transfondo budista que acompaña en forma de monjes o enormes Budas a uno de sus perdidos personajes.
Fusionándose con la naturaleza y el espacio en el que se mueven sus protagonistas, «Vanishing Point» utiliza largos planos secuencia calmados en los que acompaña a la visión circular de lo que le rodea una música bien conseguida que provoca el aflorar un desasosiego y una inquietud en el espectador que le ayuda a empatizar con los personajes. La voz que se sobrepone a la imagen narra las miserias interiores sin necesidad de mostrar nada más que el fondo por el que se mueven, casi como demostrando lo ridículo que le supone al director el filmar aquello macabro o morboso como critica al iniciar el filme, huyendo de lo visceral y asentándose sobre el poder poético del cine construido desde sus armas de autor.
Un crítico en apuros
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