En el ecuador del D’A contemplamos 2 películas dirigidas por mujeres cineastas que exploran los recovecos del amor en la actualidad: «L’Indomptée» y «Victoria».
En esta tarde de mayo, contemplamos dos películas que comparten diferentes aspectos: «L’indomptée» y «Victoria«. El más curioso (e incluso intrascendente) es que ambas directoras, Caroline Deruas y Justine Triet, son francesas, nacieron el mismo año y actualmente tienen 38 años. A su vez, las dos presentan su ópera prima en el D’A (aunque ya habían trabajado antes en la industria realizando otro tipo de piezas o otro tipo de rol) y deciden enfocarla en hablar de la mujer contemporánea francesa: de su relación con el sexo y el amor, de su auto-exigencia en el trabajo, de la difícil conciliación entre vida familiar y vida personal… La sesión doble que nos ha brindado este martes el D’A 2017 es, sin duda alguna, una de las más interesantes y que más se retroalimenta. Sin embargo, cada propuesta presenta sus pros y sus contras. Mientras que «L’indomptée» es una pieza casi de art-house, «Victoria» es una feel-good comedy tierna y entretenida; pero eso sí, de las buenas de verdad.
«L’indomptée»: Capturando los fantasmas del pasado
«L’indomptée» es un filme difícil de analizar. Sus tintes surrealistas y fantásticos son demasiado crípticos en su significado y su gusto por mostrar el arte pintado y pasajes históricos va irrumpiendo en la trama central haciéndonos caer en una especie de trance. Lo más recomendable para que el espectador encuentre sentido a la cinta de Deruas es que se centre en la historia de superación de la protagonista y la relacione indudablemente con la de la propia directora.
En «L’indomptée«, diversas personas del ámbito artístico son seleccionadas para pasar un año en una prestigiosa escuela de arte en Italia. Entre ellas se encuentran Camille, una prometedora escritora casada con un gran novelista, una fotógrafa pelirroja y enigmática y un documentalista con mucho cuento. En el transcurso de un año, las relaciones entre ellos se tensarán a la vez que los fantasmas del pasado empezarán a acechar, incansablemente, a la fotógrafa.
Encontrar paralelismos entre el personaje protagonista (esa futura escritora) y la directora y guionista de la película, Caroline Deruas, es inevitable. Como Camille, Deruas estuvo un año en una residencia para artistas en Roma desarrollando guiones cinematográficos. A su vez, la cineasta está casada con Philippe Garrel, reputado realizador en Francia (véase la crítica de «L’hombre des femmes» del D’A 2016), quien le saca más de 30 años. Y para colmo, «L’indomptée» se trata de su primer largo como directora, su primer trabajo en solitario lejos de la alargada sombra de su marido. Sabiendo todo ello, podemos enfrentarnos de otra manera a la ópera prima de Deruas. Entre otras muchas cosas, «L’indomptée» trata de la gran dificultad de creer en uno mismo y crecer profesionalmente cuando tu pareja (y su éxito) parecen nublar tus posibilidades.
Caroline Deruas, sin embargo, y como pasaba en «Personal Shopper» de Olivier Assayas no decide ceñirse sólo a un tema, y por eso su película también trata sobre el amor y las relaciones de pareja (esperemos que la suya con Garrel no sea tan dramática), sobre el relevo y la vejez, y como no, sobre los «fantasmas» que habitan entre nosotros. En su caso, Deruas se interesa por la figura del espectro para hacer una sorte de metáfora sobre nuestro pasado y para conferir grandilocuencia a un sitio, la escuela, que ha albergado algunos de los mayores pensadores de la historia.
«L’indomptée«, no obstante, no es una película redonda ni placentera. Sus personajes son introvertidos y ariscos e incluso algunos nos resultan incomprensibles. Por ejemplo, la figura de la chica pelirroja que va desapareciendo lentamente y convirtiéndose en otro fantasma de la casa podría interpretarse de mil maneras. En nuestro caso, vemos cierta correlación entre un posible pasado de Camille y la Camille del presente. Como si la muchacha personificara todo aquello que pudiera haber sido y no será, porque al salir de la residencia, volverá a ser la mujer que era antes. Pero es solo una de las muchas teorías que saldrán al respecto del filme, pues «L’indomptée» no es un libro abierto; es un auténtico reto del que es difícil salir ileso.
«Victoria»: ¿El amor nos hace perder el juicio?
Y de la inescrutable cinta de Deruas pasamos a la amable y acogedora película de Justine Triet: «Victoria«, que comparte título con la maravillosa cinta de Sebastian Schipper. «Victoria» nos presenta a una abogada de éxito que tiene una vida totalmente desordenada. No tiene tiempo para sus hijas ni para parejas, mantiene una trifulca con su ex-marido por escribir una blog-novela sobre ella y su atractivo ex-novio no para de meterla en un sinfín de fregados. La aparición de la angelical figura de Sam, podría significar el cambio que necesita en su vida, pero Victoria tampoco tiene tiempo para el amor.
Leyendo esta sinopsis, bien podría parecer que «Victoria» es una película más en el género de la comedia francesa amable, pero la verdad es que sus actores en estado de gracia, un guión ingenioso y eficaz y sobretodo, unos personajes con enjúndia la hacen muy superior a sus «similares».
Escrita por la misma Triet, la película disecciona (a menudo sin piedad) lo que sería una mujer prototípica de las grandes urbes de París: divorciada, con una buena reputación laboral y una vida social agitada. Triet muestra que esa fémina empoderada y todo terreno también guarda en su seno todo tipo de inseguridades y sufre, periódicamente, depresiones y alti-bajos. Y ciertamente, es agradable contemplar un personaje así en una película contemporánea. La sociedad actual (casi) obliga a las mujeres con ambición profesional a ser seguras, fuertes e independientes y a dejar de lado esas debilidades humanas que todas tenemos y sería un crimen erradicar. «Victoria» no teme a mostrar a la mujer real, una madre que seguro se apuntaría al grupo de «malas madres» y que no es perfecta en sus tareas domésticas. Puede que la única pega que tenga esa increíble Victoria es que el contrapunto es Sam, ese veinteañero que siente una fascinación absoluta por su figura. Como ya comentamos al reseñar «Y de repente tú» (Jud Appatow, 2015) parece que las mujeres guionistas son propensas a ser críticas (para ser lo más realista posibles) con «ellas mismas», mientras que dibujan a los hombres como seres más bidimensionales: o blanco o negro. Simplificando la trama de «Victoria«, Vincent (el ex-novio) es malo mientras que Sam (el jovencito) es bueno. No obstante, Triet se desmarca del estilo Shumer concediéndoles la tonalidad grisácea a ambos secundarios; porque es lo que son en esta película. La protagonista es Victoria.
Unos personajes bien construidos no tienen fuerza a menos que el guión que articule sus acciones sea sólido o locuaz. En «Victoria» encontramos una comedia amable que mezcla el género de la rom-com (como «Pastel de Pera con Lavanda» o «20 años no importan«) con el judicial (que actualmente ha tenido hits como «9 meses… de condena» o «El juez«). En las cuatro películas comentadas co-habitan comedia y drama; sensibilidad e inteligencia. «Victoria» lo hace de forma soberbia. Triet va complicando el caso que Victoria defiende desde el inicio de la película hasta llegar a la absurdidad absoluta y las escenas de juicio acaban pareciendo divertidas parodias de las series judiciales. La parte romántica del filme está también muy bien trabajada, y la relación entre Sam y Victoria se cuece a un fuego tan lento que nos llega verdaderamente al corazón cuando está bien tostadito. Mención especial al encuentro sexual entre ambos, pues es uno de los más reales y bonitos que he visto en los últimos días (y casi en cada película vista en el D’A 2017 aparece uno como mínimo). Por último, la parte de autoconocimiento y crecimiento personal se lee entre líneas. No es algo que se haga evidente al espectador; si no que avanza al ritmo que lo hacen las otras dos. Sin darte cuenta, al final de la película la notas; esa habilidosa mano de Triet para elaborar un magnífico arco de personaje.
La última pata de esta «Victoria» son los actores en estado de gracia. Si tienes los personajes y el guión, sólo te falta encontrar a los intérpretes; y el triplete formado por Virginie Efira, Melvil Poupaud y Vincent Lacoste es para quitarse el sombrero. Efira, que justamente aparece en las rom-coms mencionadas anteriormente, se corona, indiscutiblemente como la reina de la comedia francesa. Desprende veracidad y proximidad y tanto puede parecer la reina del baile como la mayor bolsa de basura. Melvil Poupaud, a quien descubrimos como el fantástico «Laurence Anyways» (Xavier Dolan, 2013) está más que correcto en su odioso e histérico personaje. ¿Y qué decir de Lacoste? Si en «Edén» (Mia Hansen Love, 2015) y sobretodo en «Lolo: el novio de mi madre» (Julie Delpy, 2015) ya nos encandiló, aquí demuestra que tiene las tablas suficiente para ponerse a la altura de compañeros de generación como Pierre Niney.
Con estos tres ingredientes, «Victoria» se corona como una de las alegrías (más inesperadas) del festival. Puede que no sea la propuesta más radical, arriesgada o autoral; pero es una de las más sólidas, agradables y agradecidas. Y no dejemos de recordar que la película inauguró la Semaine de la critique del pasado festival de Cannes y consiguió 5 nominaciones a los César (para los tres actores, el guión y la película). Un maravilloso recorrido para este filme con tan poco y a la vez, tanto.