Mar. Mar 19th, 2024

En esta nueva crónica del D’A 2018, hablamos mucho (y muy bien) de dos filmes dirigidos y escritos por mujeres realmente talentosas: «Nadie nos mira» y «Trinta Lumes». También contemplamos «L’amant d’un jour» del incombustible Philippe Garrel.

Debido a causas externas, el lunes no pudimos disfrutar de las maravillosas películas del D’A FILM FESTIVAL. Sin embargo, la tarde del martes, día 1 de mayo, nos la pasamos entre el Aribau Club y el Teatre del CCCB disfrutando de algunas joyas que nos trasportaron a Nueva York, París y la sierra del Caurel. En esta nueva jornada vimos «Nadie nos mira«, la tercera película de la cineasta argentina Julia Solomonoff, «Trinta Lumes«, la ópera prima de Diana Toucedo que había pasado con anterioridad por la sección Panorama de la Berlinale y el festival de Málaga, y la nueva cinta de Philippe Garrel (un habitual del festival), «L’amant d’un jour«, que, a modo personal, nos enervó bastante debido al dibujo que el cineasta realiza sobre la feminidad desde una perspectiva totalmente masculina. Pese a que intenta mostrar una feminidad compleja y «real», Garrel la encierra en un mundo de normas varolines (que no crítica en absoluto) y deja a sus potentes mujeres protagonistas colgando del hilo del amor masculino como único salvavidas para no caer en la locura. Una decepción para los que esperábamos una radiografía de la pareja heterosexual más afín con la idea de igualdad de condiciones que impera, teóricamente, en el siglo XXI.

Debido a su inminente estreno (4 de mayo), os recomendamos leer la crítica de nuestro compañero Luis Suñer (aquí) que además, disecciona la película de una forma mucho más exhaustiva y objetiva de lo que podría hacer una servidora a estas altas horas de la noche.

«Nadie nos mira»: How to make a living in NY for latinos

Eran las 18:00h de la tarde y el Aribau Club acogía la presentación de «Nadie nos mira» con su directora, Julia Solomonoff y su productora, Isabel Coixet (la cuál nos brindó algunos comentarios chistosos y simpáticos). Las dos se deshicieron en halagos hacia la otra y la verdad; la película no habría podido tener un preludio mejor. En las palabras de Solomonoff se notaba su amor al proyecto (que se trasmite en pantalla desde el primer minuto hasta los estupendos créditos finales), lo mucho que ha luchado por él y las ganas que tenía de enseñarlo en Barcelona junto a su amiga, Coixet y otros productores como Pau Brunet de LA PANDA.

«Nadie nos mira«, es, probablemente, uno de los mejores retratos del Nueva York de a pie, un Nueva York que engulle a las personas y que sólo abre la puerta a una clase de privilegiados. Lejos de los bohemios que Alex Ross Perry, Woody Allen o «Person to Person» nos quieren mostrar como los «truly inhabitants of NY«, hay otra clase de personas; unos inadaptados que luchan contra viento y marea para hacerse un hueco en una ciudad que parece rechazarles constantemente. El Llewyn Davis de los hermanos Coen podría ser un buen ejemplo de ello.

En este caso, Solomonoff nos presenta a Nico, un actor de telenovelas argentino que decide escapar de la fama y una relación malsana buscándose una nueva vida en Nueva York. No obstante, el sueño americano no es tan fácil como parece y cuando la gran producción en la que estaba trabajando queda en punto muerto, el actor tendrá que conformarse con trabajar a tiempo parcial como camarero, niñero o vendedor de árboles de Navidad. Cualquier cosa es válida antes que arrastrarse de nuevo al mundo que le rodeaba en Buenos Aires.

En «Nadie nos mira«, la cineasta muestra el esfuerzo que una persona es capaz de hacer con el fin de integrarse en una ciudad que parece invisibilizar a todos aquellos que no cumplen con el standard deseado. Y lo hace de forma dinámica, rítmica, sin caer en la languidez y la depresión. Pese a que las cosas no están fáciles, Nico sigue luchando y disfrutando de las pequeñas cosas que le ofrece la ciudad: las charlas con las otras niñeras, sus paseos en bici, los polvos rápidos, y sus pequeños hurtos que le sirven para comprarse algún que otro capricho. No obstante, bajo todas estas superficialidades, la esperanza de Nico se agota y cada vez ve más difícil encontrar su trabajo soñado en la ciudad. Cuando reciba la visita inesperada de diferentes compañeros de telenovelas, el actor se chocará de una vez por todas con la realidad.

Solomonoff sabe y dice que una de las cosas más importantes en la vida es saber cuáles son tus raíces, de dónde vienes. Y eso no sólo significa el país dónde naciste, sino las personas con las que te juntaste. Ese círculo de amistades, familia y conocidos con el que te sientes a gusto y puedes ser tú mismo. Nico escapó del suyo al marcharse de Buenos Aires y es incapaz de crear uno en NY. Por un lado, porque los americanos no le aceptan; por otro, porque su coraza de sentimientos no se lo permite. Sólo parece bajar la guardia cuando cuida al bebé de su mejor amiga, un chiquito monísimo con el que Nico se siente cómodo y querido. Algunas de las mejores escenas del filme, surgen, justamente, de esa conexión entre almas, con un Guillermo Pfening que trasmite amor y dulzura con su mirada.

Con un final agridulce, «Nadie nos mira» es el retrato de todos aquellos que viajaron a las grandes ciudades siendo el pez más grande de su estanque. Allí descubren que son un pezqueñín más en el mar y que deberán luchar y trabajar duro para conseguir destacar. Solomonoff no desmerece el trabajo duro, sin embargo, pone en duda las condiciones de éste. ¿Hasta que punto hay que seguir luchando en una sociedad que se resiste a adoptarte? ¿Merece la pena pasar por una etapa de soledad terrible para librarte para siempre de tus fantasmas? Sin duda, «Nadie nos mira» es una de las mejores cintas del festival, y Guillermo Pfening elabora una de las interpretaciones del año. Como dicen en Fotogramas: lo da todo-todo-todo.

«Trinta Lumes»: Hipnótica Serra do Courel

Llegamos apurados a la premiere catalana de «Trinta Lumes» después de escuchar un interesantísimo Q&A con Julia Solomonoff dónde habla de porqué su película está protagonizada por un hombre, un hombre que además es actor y de su experiencia personal en la ciudad. Un auténtico lujo. No obstante, nos quedamos de piedra cuando entramos en el Teatre del CCCB para contemplar la ópera prima de Diana Toucedo. El patio de butacas está 90% lleno. Muchos amigos, conocidos y espectadores curiosos quieren ver la película que ha pasado por la Berlinale y Málaga cosechando tan buenas críticas.

«Trinta Lumes» de Diana Toucedo es un viaje a través de la Serra do Courel, un «trip» hipnótico y alucinógeno que nos invita a descubrir la verdadera vida del pueblo. Más que una cinta con una trama concreta, «Trinta Lumes» se convierte en una especie de documental onírico que retrata algunas de las situaciones más normales en un pueblo de interior de una manera hipnótica y bellísima. Montadora profesional y experta en el terreno del documental, con «Trinta Lumes» se confirma que Diana Toucedo es una maestra en el arte del montaje. Sabe cuando insertar un plano para que choque con el anterior y sabe cuando cortarlo para no aburrir al espectador. Toucedo sabe como montar los planos que tiene para crear ese efecto de viaje alucinógeno y sabe cuando pasar de una situación a otra para crear interés en el espectador y mantenerlo en ese estado de asombro.

La directora muestra escenas tan cotidianas (de un pueblo del interior de Galicia) como el despellejamiento de un jabalí o la elaboración de un pan en el horno. Pero no lo hace como podríamos ver en un documental al uso. Lo prepara bien para que entre en el momento preciso y encandile al ojo del espectador entregado. Un ojo observador, como el de Diana Toucedo, quien seguramente, ha visitado muchas veces el lugar que retrata para saber en qué momento exacto era mejor darle al botón del «Play» de la cámara.

Pero «Trinta Lumes» no es sólo una maravilla por como muestra la vida «de pueblo» de forma hipnótica. También lo es por su envoltorio, por la forma en cómo está todo hilado. Ya en su inicio, la voz de la cineasta nos cuenta que en Courel hay historias y leyendas sobre el mundo de los espíritus y que allí, la convivencia entre vivos y muertos, es un hecho. Y esas leyendas se adentran en el corazón del espectador e inundan todas las escenas de la película. Incluso las protagonizadas por esa niñita de cuatro años que rivalizaría en «monosidad» con la de «Estiu 1993«. Parece que todo el pueblo viva en armonía con esos mitos, y en unos pocos minutos, el Courel se convierte en un lugar tan mágico y misterioso como podría ser el valle del Baztán.

Además, Diana Toucedo pone «vida corpórea» a su voz en off a través de una niña de 13 años interesada en explorar esa conexión y encontrar una puerta para comunicarse con los muertos. Una curiosidad innata en los adolescentes y que nos recuerda, inevitablemente, a otro personaje femenino con ganas de dialogar con el más allá y que cruza una línea que no debería: «Verónica«.

Rodeada de magia, con actores no profesionales que se interpretan a sí mismos y con un montaje que ya querría Terrence Malick, «Trinta Lumes» es una radiografía de Galícia hecha con una maestría estética que quita el hipo. Pese a que «Con el viento» de Meritxell Colell (también montadora de profesión) nos encandiló, preferimos el montaje hipnótico de Toucedo frente al sosegado y pausado de Colell. La exaltación de la belleza y la magia de un pequeño pueblo, frente al realismo áspero y casi naturalista de las montañas que envuelven la masía de «Con el viento». Un billete para La serra do Courel, por favor.

Por Marina Cisa

Film PR, Social Media Manager, Productora y lo que me echen. Comunicación Audiovisual en la UPF y a mucha honra. Cinéfila hasta límites insospechados. Una vez toqué a Xavier Dolan y me firmó el DVD de "Yo maté a mi padre". Espero ver a monsieur Godard en vida.

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