Empezamos nuestro periplo por la 9ª edición del D’A asistiendo a una inauguración de lujo con la presencia de Louis Garrel y contemplando los nuevos trabajos de dos habituales del festival: Hong Sang-Soo y Ben Wheatley.
Un año más, vuelvo a las andadas. Videodromo me brinda la posibilidad de cubrir el D’A Film Festival una vez más y con mucho gusto acepto el reto. Siendo ésta la quinta edición que sigo desde esta maravillosa página web, empiezo la 9ª edición del certamen con alegría, ilusión y muchas ganas de descubrir joyas ocultas (y no tan ocultas) del cine de autor contemporáneo. El periplo empieza la noche del 26 de abril con una gran inauguración en el Cine Aribau a cargo de «Un hombre fiel«, segundo largometraje dirigido por el actor Louis Garrel. La post-fiesta se alarga hasta más allá de media noche, pero la tarde del viernes 27 de abril ya estamos como una rosa para contemplar los nuevos trabajos de dos cineastas habituales en el festival: Hong Sang- Soo y Ben Wheatley.
«Un hombre fiel»: Garrel et la comédie légère
Després de una grandilocuente introducción del director del D’A FILM FESTIVAL, Carlos R. Ríos, las luces del Cine Aribau se apagan y el actor y cineasta Louis Garrel recorre todo el patio de butacas hasta llegar al escenario para presentar su segundo filme «Un hombre fiel«. Garrel es un clásico del festival. Durante años le hemos visto crecer en las películas de su ex-pareja Valeria Bruni Tedeschi, de su padre Philippe Garrel y de otros muchos compañeros como Christophe Honoré y Bertrand Bonello. A parte, el D’A tuvo el placer de proyectar su ópera prima «Les deux amis» en la edición del año 2016. Sí, el señor Garrel juega en casa. Su speech es dinámico, dicharachero y está repleto de bromas y en un determinado momento decide llamar a su co-guionista Jean Claude Carrière para, con la complicidad del público, animarle un poco la tarde. Garrel es un showman y establece un mood distendido para que la gente empiece a ver su película de manera simpática y amable, y con muchas ganas de pasárselo bien. Las luces vuelven a apagarse y los créditos de «Un hombre fiel» comienzan a proyectarse delante de una postal parisina con una icónica Torre Eiffel de fondo.
«Un hombre fiel» de Louis Garrel es una película con regusto a pasado, a una época mejor del cine francés dónde la comedia ligera no se veía obligada a buscar el chiste fácil y grosero, sino que basaba sus cimientos en situaciones delirantes, personajes con dudas existenciales y pequeños obstáculos que apelaban la moralidad del espectador. Co-escrita junto con el mítico guionista Jean Claude Carrière (guionista de la última época de Buñuel, de filmes como «El tambor de Hojalata» y de las últimas películas de Philippe Garrel), la cinta del actor reconvertido en cineasta se configura como un divertimento para el espectador medio. Más accesible y menos difusa que «Les deux amis», la segunda película de Garrel (que se alzó con el premio al mejor guión en San Sebastián) aspira a ser el verdadero comienzo de una carrera solvente en el mundo de la dirección cinematográfica.
Como ya ocurría en «Les deux amis» (que co-escribió junto con el grandísimo Christophe Honoré), Garrel filma con todo tipo de detalle el rostro y cuerpo de la mujer que ama en la vida real (aquí Laetitia Casta) a su vez que vuelve a plantear una sorte de triángulo amoroso destinado al fracaso. Esta vez, es un hombre (el propio Garrel que vuelve a adaptar la forma de ese hombre llamado Abel) el objeto de deseo, y son dos mujeres (Laetitia Casta y Lily-Rose Depp) las que se lo disputan. Las situaciones delirantes y divertidas están servidas.
Pese a que «Un hombre fiel» es una cinta de agradable visionado, que cuenta con unas muy buenas interpretaciones y respira un buen-rollismo y un afán incontrolable por recuperar el espíritu juvenil de una Nouvelle Vague perdida, servidora encontró, en la configuración de los personajes de las mujeres, el mismo problema que también halló en «Amante de un día» de Philippe Garrel. Ambas, escritas por Jean Claude Carrière, presentan al mundo las mujeres como si solo pudiese haber dos tipos reducidos al standard: las jóvenes desesperadas por poseer el «amor» de su vida (Depp) y las maduras, tan seguras de sí mismas que juegan con la mente de sus pretendientes y esposos (Casta). Los hombres siempre obedecen, desconcertados, pero todas las órdenes que cumplen acaban recompensando su hombría más que cualquier otro aspecto vital. Carrière, con 88 años a sus espaldas, dibuja mujeres complejas y con un mundo interior muy rico pero las acaba encasillando en un rol de género en el cuál el amor masculino parece ser lo más importante de su vida. Siendo «Un hombre fiel» una comedia claramente romántica, nos vemos obligados a dejarnos llevar por esas reglas de juego.
Pero no quisiera desmerecer, sin embargo, la cinta de Garrel, pues, dejando de lado ese detalle que puede resultar subjetivo, «Un hombre fiel» se alza como un divertimento para el público, una comedia ligera con grandes interpretaciones y que arrancará las sonrisas de todo el patio de butacas. Deseamos ver cuál será el siguiente paso del actor, pues, después de aliarse con dos grandes guionistas, esperamos con ansias descubrir quién será el tercero en discordia.
«Hotel by the River»: Depurar el minimalismo coreano
Hong Sang-Soo es uno de los grandes descubrimientos (personales) del D’A Film Festival. En 2015, nos encandiló con «Hill of Freedom» y en 2016, nos robó el corazón con «Ahora sí, antes no«. Después de disfrutar de «The day after«, el año pasado, la 9ª edición del D’A nos trae ración doble del cineasta sur-coreano: «Grass» y «Hotel by the River«. Tuve el placer de contemplar «Grass» en la Berlinale 2018, una película pequeña ambientada en un bar dónde sobresale un plano secuencia bastante largo de una mujer subiendo y bajando un tramo de escaleras. Así pues, me metí en la sala 2 del cine Aribau para contemplar «Hotel by the River», la cuál había ganado prestigiosos premios en el festival de Gijón.
Esta vez, y como ya hizo en «The day after» y «Grass«, el cineasta vuelve a contar con una fotografía en blanco y negro para mostrar una historia que podríamos tildar de «Minimal Extreme». Situada en un hotel en un frío día de invierno, la película sigue dos encuentros paralelos: el de un padre poeta con sus dos hijos tarambanas y el de una chica maltratada por su pareja con una de sus mejores amigas. Durante la hora y media que dura la película, esos dos encuentros se van sucediendo sin rumbo fijo y sin ninguna evolución evidente en sus personajes. Pese a algunas ocurrencias y frases destacables, como siempre se encuentran en el cine de Sang-Soo, las dos situaciones no sobresalen del montón. La cotidianidad se apodera de las conversaciones hasta convertirlas en aborrecibles y los bostezos no tardan en aparecer en el patio de butacas.
Alejándose de cualquier tipo de innovación respecto al dispositivo cinematográfico, obviando juegos con el montaje y apostando por una puesta en escena sin ningún tipo de riesgo (más allá de sus ya míticos zoom-in y zoom-out), «Hotel by the River» se convierte en una de las películas menos destacables de la filmografia del director sur-coreano. A su vez, podemos afirmar que se configura como una de las más tristes y depresivas, pues su humor y causticidad también quedan reducidos a la mínima expresión y el gélido paisaje exterior acaba influyendo el interior de sus personajes y sus conversaciones. Lejos queda la vida, el calor y el color de cintas como «Lo tuyo y tú» o «La cámara de Claire«. Esperemos que el Sang-Soo más juguetón vuelva pronto a nuestras pantallas.
«Happy New Year, Colin Burstead»: Fuck you all!
Cada nueva película de Ben Wheatley es un reto. Y un espectáculo. Tras contemplar el sci-fi distópico «High Rise» (del cuál siempre recordaré la escena de Luke Evans alimentando el ánimo de los niños para entrar, como si de una estampida de elefantes se tratara, a una piscina privada) y el thriller con regusto a Scorsese «Free Fire» (con una sala entregada, llena de palomitas, gritos y euforia) entramos a contemplar la nueva película de Wheatley «Happy New Year, Colin Burstead» a la espera de que nos de un buen subidón de adrenalina y levante gritos y aplausos en la sala 1 del Cine Aribau. ¿El resultado? La película no desata la euforia entre el público, pero sí podemos apreciar carcajadas y mentes trabajando y cargadas de adrenalina que intentan entrar de lleno en ese mosaico que es la película. Como curiosidad, anunciar que la banda sonora es del gran compositor Clint Mansell.
A Ben Wheatley le gusta encerrar a sus personajes en un lugar y crear el caos absoluto, como si «El ángel exterminador» de Buñuel estuviese constantemente rondando por su cabeza. En «High Rise«, una comunidad entera está encerrada en un rascacielos, en «Free Fire«, un grupo de asesinos y contrabandistas se encuentran en una fábrica abandonada, y en su nueva película, una familia de lo más peculiar se reúne en un castillo de un Lord Inglés la noche de fin de año. Quien se escapa o se va, pierde.
La cinta empieza presentándonos a Colin Burstead, un hombre de mediana edad y con una familia decente de clase media que asiste al castillo que ha alquilado para celebrar la noche de fin de año con toda su familia. Los invitados irán llegando paulatinamente, y con ello, irán surgiendo situaciones delirantes, desagradables y desconcertantes. Colin perderá rápidamente la paciencia y con su carácter resolutivo intentará poner orden a una noche llena de locura e histeria.
Si la premisa puede recordar a filmes brillantes y británicos como «Un funeral de muerte«, que también junta a una familia disfuncional con el fin de «celebrar» una situación extraordinaria, Wheatley subvierte el género para convertir «Happy New Year, Colin Burstead» en un espectáculo de la confusión y la locura que lleva el espectador al límite de su capacidad neuronal. El cineasta, que también es el editor, decide elegir el montaje como uno de los elementos clave para crear el caos: Fragmenta cada situación que ocurre dentro de la mansión al máximo y corta y pega pequeños trozos de cada una de ellas entrelazando tres o cuatro conversaciones a la vez para darnos sensación de inmediatez y a su vez, de agobio. Hay tanta gente en la casa que pasan mil cosas al mismo tiempo, y todas esas cosas que pasan nos ponen de los nervios, tanto a nosotros, como a Colin. Una elección fílmica más que efectiva para crear un ambiente de tensión y enfermizo.
Una mención especial a un reparto de lujo y que está de 10 desde el primero hasta el último integrante de la familia Burstead. Encontramos tanto a Sam Riley (que repite después de «Free Fire«) como a Alexandra María Lara (Quién ya hacía de pareja de Riley en «Control«), pasando por Joe Cole (de la serie Peaky Blinders). Destaca, por encima de todos, ese Colin interpretado por Neil Maskell (De la serie Utopia) y que ya ha trabajado con anterioridad con Wheatley.
La película vomita tanta información por minuto que al final, «Happy New Year, Colin Burstead» explora recoveros que no llegan a ningún lado. No obstante, la intención de Wheatley tampoco es transmitir un mensaje claro y preciso. Más bien, quiere dejar entrever la locura que es juntar a una familia entera en una festividad y todas las riñas, personalidades y rencores que reaparecen cuando sucede algo así. No es una película al uso, es una experiencia alucinógena, un laberinto mental y visual que tiene la estructura del Hotel Overlook de Kubrick. Hay caminos que no llevan a ninguna parte; pero la vida y la diversión se halla en sus pasillos, no en el destino final.