El séptimo día del D’A Film Festival 2019 nos sumergimos en lo más independiente del cine español con dos delicadas historias alrededor de la adolescencia y la juventud: «Hamada» de Eloy Domíguez Serén y «Ojos negros», la nueva producción gestada en la Universidad Pompeu Fabra.
Tras unos cuantos días observando lo mejor del cine europeo, latino y asiático contemporáneo, la noche del jueves la dedicamos a descubrir pequeñas pero brillantes joyas de nuestro país. Aposentados en el incomodísimo Teatre del CCCB, contemplamos «Hamada» de Eloy Domínguez Seren y «Ojos negros» de Marta Lallana, Ivet Castelo, Iván Alarcón y Sandra García. Ambas comparten una narrativa minimalista, un montaje reposado y la urgente necesidad de poner en pantalla las inquietudes de los jóvenes que habitan en un universo áspero de adultos.
«Hamada»: La realidad de los jóvenes saharauis
Volvemos a encontrarnos con Carlos R. Ríos, el director del festival, pues presenta «Hamada» diciendo que está muy orgulloso de poderla proyectar en el D’A Film Festival. Eloy Domínguez Seren (acompañado por la extraordinaria montadora Ana Pfaff) suben al escenario para decir unas pocas y poco reseñables palabras. Rápidamente empieza la proyección.
Durante una hora y media contemplamos fragmentos de realidad de un grupo de jóvenes saharauis: partidos de voleibol, fiestas al aire libre, quedadas de amigos para contemplar el fútbol… Lo que más nos sorprende del retrato que hace Domínguez Seren de esa comunidad es la luminosidad, la alegría y el optimismo que desprende. No sabemos si se trata de una ficción documentada o de un documental ficcionado, pero las situaciones que muestra «Hamada» nos maravillan por su frescura y verdad. Sidahmed es un joven que quiere marcharse a España pues siente que los amigos y familiares que han ido allí han cambiado su vida para mejor. Ainina, por otro lado, sueña con ser una mujer fuerte e independiente. Por eso mismo, intentará aprender a conducir un Land Rover y entrar en el mundo laboral como sea. Dos sueños plausibles y comprensibles que se acabarán cumpliendo para bien o para mal.
Domínguez Seren recurre a escenas cotidianas para mostrarnos la bonita amistad de Sidahmed y Ainina y echando mano de recursos visuales y situaciones cómicas, crea un ambiente de buen rollo que nos contagia y entusiasma. Pese a los múltiples peligros que les acechan a cada esquina de su campamento, y pese a que los saharauis son considerados la comunidad más olvidada del planeta, esos dos jóvenes soñadores se divierten como lo harían los de cualquier comedia americana. Verdad o ficción, Domínguez ha conseguido encontrar el paréntesis jovial en el implacable desierto; la esperanza en la desesperación.
Mención especial para la montadora Ana Pfaff que vuelve a mostrar su valía como ya hizo antaño con «Con el viento» de Meritxell Colell y «Trinta Lumes» de Diana Toucedo. El sentido del ritmo que posee esta profesional es algo fuera de serie. En la Sierra de Courel nos sumergía en un estado hipnótico, en el frío pueblo de Burgos transmitía la tristeza y el paso del tiempo, y aquí, en un campamento de refugiados del Sáhara dejado de la mano de Dios, encuentra ritmo, luz y vitalidad. Sin duda, el montaje es uno de los aspectos técnicos más conseguidos de esta cinta escrita, dirigida, «fotografiada» y montada (junto con Pfaff) por el gallego multifunciones Eloy Domínguez Seren. No perdáis la pista a «Hamada«, pues se estrenará, esperemos más pronto que tarde, de la mano de la nueva y entusiasta distribuidora independiente Elamedia.
«Ojos negros»: Las vacaciones de su vida
Otro año más, asistimos a la presentación de una película gestada en la prestigiosa Universitat Pompeu Fabra con un Teatre del CCCB lleno hasta los topes. Tras contemplar «Les amigues de l’Àgata» y «Júlia Ist» en el D’A y recuperar «Yo la busco» (nos quedamos sin entrada) en su estreno, «Ojos negros» se nos presenta como la cuarta producción de la UPF y la segunda realizada con el apoyo de Nanouk Films. El acto empieza con unas palabras de las directoras del filme (Marta Lallana e Ivet Castelo), el productor de Nanouk y Jaume Ripoll de FILMIN y seguidamente, Raül Refree sube al escenario para musicar, en directo, una pieza de vídeo-arte realizada con imágenes de archivo en blanco y negro y que dejó fascinados a más de un profesor de montaje y cinematografía que había en la sala. Después de este breve, aunque audio-visualmente potente, preludio, empieza la proyección « Ojos negros«.
Ya en el primer plano de la película (la adolescente Paula llorando mientras escucha una agitada pelea entre sus padres) se palpa que estamos ante la producción más cuidada surgida de la universidad. El nivel estético y auditivo no tiene nada que envidiar de las grandes películas que se hacen en este país. Nanouk Films ha apostado por cuidar cada detalle y lograr una factura profesional. Algo que nos alegra contemplar pues las tres cintas anteriores tenían ciertos desajustes en el campo técnico.
«Ojos negros«, protagonizada por Julia Lallana (un diamante en bruto y hermana en la vida real una de las directoras) es la historia de una adolescente que vuelve (o mejor dicho, descubre) el pueblo de su madre, Ojos negros. Y con ello, se encuentra de pleno con la decrepitud y oscuridad que envuelve a su familia pueblerina y con la calidez y ligereza que emanan los niños (y especialmente una niña) del lugar. Como si fuese una espectadora de su propia vida, durante todo el metraje Paula se dedica a contemplar lo que ocurre a su alrededor, pero raramente actúa en consecuencia. Día tras día se encuentra con puertas entre-abiertas o directamente cerradas (literal y metafóricamente) que le impiden implicarse a nivel emocional en ese mundo rural y familiar que la envuelve. Paula es como una presencia fantasmagórica en el pueblo de Ojos negros, un espíritu que deambula de aquí para allá arrastrando sus pensamientos y miedos y que no interactúa, realmente, con sus habitantes.
Con referencias estéticas, visuales y narrativas a borbotones y que van desde «Call me by your name» de Luca Guadadgnino a «Los 400 golpes» de François Truffaut, «Ojos negros» se configura como un coming on age minimalista y delicado, pero que, de tan sencillo, acaba pecando de repetitivo. Intencionado o no, el montaje y la narrativa visual convierten las vacaciones de Paula en Ojos negros en un día de la marmota que puede llegar a agotar nuestra mirada curiosa. La naturalidad que desprende Lallana, la banda sonora de Raül Refree y algún que otro fragmento muy logrado consiguen llevar la película flote hasta ese final tan nouvelle vaguero y que se encuentra en las antípodas de otro final climático en las montañas del interior de España: Esa Monica García, todo músculo y movimiento, bailando al son del viento en «Con el viento» de Meritxell Colell.
De factura impecable y más académica que sus predecesoras (Se nota una planificación férrea tanto en el montaje, la narrativa visual y la encuadración de los planos), «Ojos negros» es otra destacada y lograda ópera prima de la UPF. Cierto es que no denota esa improvisación más trash y cercana de «Yo la busco» y «Las amigas de Ágata», pero la película de Marta Lallana, Ivet Castelo, Iván Alarcón y Sandra García consigue virar el rumbo de las películas universitarias hacia otro lugar: el del autor introspectivo y personal, exigente y controlador, visualmente creativo e impecable. Ya deseamos saber con que nos sorprenderá nuestra querida universidad el año que viene.