Mar. Mar 19th, 2024
Fotograma de A Stormy Night de David Moragas

Damos por finalizada nuestra aventura por el D’A Film Festival 2020 con las cintas «Ivana the Terrible», «My Mexican Bretzel», una de las sensaciones de esta edición, y «A Stormy Night», clausura a cargo de la ópera prima de David Moragas.

Escribimos este texto a las 0:02 del domingo; ya es 11 de mayo. Apenas hace dos minutos que el D’A Film Festival ha terminado. Y en esta recta final hemos visionado tanto cine como hemos podido. Durante el fin de semana, servidora ha quedado maravillada con cintas como «Nocturnal» de Nathalie  Biancheri, «Los Lobos» de Samuel Kishi y «La Mami» de Laura Herrero (mención especial del jurado). Sin embargo, para la entrada final hemos apostado por hablar largo y tendido de la sorprendentemente cómica «Ivana The Terrible«, «My Mexican Bretzel«, la auténtica revelación del festival, y la cinta de clausura, «A Stormy Night«, de David Moragas, un talento en alza forjado en la siempre presente y siempre certera Universidad Pompeu Fabra.

Ante lo visto y vivido durante diez días, no podemos dejar de agradecer al festival y a la plataforma FILMIN su esfuerzo por sacar adelante una edición única y que guardaremos para siempre en nuestra memoria. Viva el D’A, viva el cine, y esperamos disfrutar de la gran fiesta que será la 10ª edición en 2021.

«Ivana The Terrible»: La ciudadana ilustre

Tras la efusiva recomendación de un amigo muy cercano, «Ivana The Terrible» se erige como una de las películas seleccionadas en mi trayecto personal por el D’A Film Festival. Presentada al mundo como una autoficción tragicómica, «Ivana The Terrible» es uno de los ejercicios más frescos y valientes del certamen. En la línea de otras joyas proyectadas anteriormente en el festival como son «People That Are Not Me» de la irreverente Hadas Ben Aroya y «La casa de verano» de Valeria Bruni Tedeschi, la cineasta encuentra el material de su ficción en una experiencia propia, que, con el tiempo, ha pasado de trágica a cómica.

En esta ocasión, Ivana Mladenović recrea la crisis psicológica que sufrió a raíz del éxito de su primera película de ficción «Soldiers. A Story from Ferentari» y que viró a un rumbo inesperado al volver a su pueblo, Kladovo, donde de repente fue considerada ciudadana ilustre y divulgadora de la cultura serbia para rumanos y turistas. Más que hallar la paz interior, su estancia en Kladovo la sumergió en un estado de adolescencia regresiva, volviendo a vivir en la casa de sus padres, empezando una relación sexual con un chico de 21 años y retomando su amistad con un ex-novio el cuál su máximo talento parece ser tocar el Theremin en las fiestas del pueblo.

Fotograma Ivana The Terrible

Como ya hizo Bruni-Tedeschi en «La casa de verano«, Mladenovic se interpreta a sí misma sin filtros ni tapujos, en un estilo casi «Woody-Allenesco» e intenta, en la medida de lo posible, que sus padres, amigos y ex-amantes hagan lo propio. Y es en ese gesto dónde se produce la magia. El retrato de Mladenovic de su crisis psicológica es tan sincero y cercano que realmente parece que todo lo que veamos en pantalla sea obra de la más pura y divina improvisación. También ayuda el hecho de que los «personajes» principales como el padre, la abuela y el ex-novio (el doble serbio de Grison de «La Resistencia», sin lugar a dudas), sean de lo más pintorescos.

Inesperadamente cómica (toda la trama de su enfermedad psicológica es más que digna del Woody Allen más neurótico), con escenas que rezuman una autenticidad casi dolorosa (la familia bien parece tanto celebrar como no el éxito de la película de Ivana y no dudan en decirle a la cara que «la cinta era una bazofia»), y entusiasta como pocas, «Ivana The Terrible» sonsaca sonrisas y carcajadas durante todo el metraje. Incluso cuando la cineasta denuncia bien alto y claro lo tradicionalista y arcaica que es la sociedad serbia en términos de moralidad, relaciones e hijos. Pese a su belleza, comparada con Rumanía u otros países colindantes, Serbia se ha quedado atrás.

Con una fantástica banda sonora que mezcla guiños a la música tradicional serbia con pop de artistas controvertidas como la fallecida Anca Pop, unas interpretaciones increíblemente naturalistas, y una fotografía luminosa que nos invita a adentrarnos en los paseos y las platas de Kladovo, «Ivana The Terrible» se configura como uno de los visionados más agradables y divertidos del D’A Film Festival.

«My Mexican Bretzel»: La magia de contar una historia

Como bien reza un tweet de Jaume Ripoll. «My Mexican Bretzel» estaba situada en el número 33 de las películas con más visionados del D’A Film Festival en los primeros días y acabó siendo la número 1 en la recta final. La película de Núria Giménez nos confirma que el boca oreja no sólo existe, sino que funciona. Para ejemplo viviente yo misma, que llegué a la película sólo tras los elogios de muchos compañeros de profesión.

«My Mexican Bretzel» resulta fascinante por la manera en que Núria Giménez decide contarnos una historia. Sin voz en off alguna. Sin imágenes a las que podamos agarrarnos. Sin una banda sonora a la que recurrir. No. «My Mexican Bertzel» omite todo lo establecido hasta ahora para presentarnos una trágica historia de amor mediante intertítulos, imágenes en súper 8 que no corresponden con lo narrado, y golpes sonoros que más que aportar realismo, nos resultan extraños. Es como si Giménez dejara en nuestras manos la mayor parte del trabajo: nosotros debemos ser los que pongamos una voz interior a esos intertítulos, los que desenmarañemos el significado correlativo entre imagen e intertítulo, los que demos un propósito a la película. Tarea ardua para los soñolientos, aviso.

My Mexican Bretzel

Los primeros minutos resultan confusos, ¿Qué nos estará contando la cineasta con este experimento? No obstante, si estamos atentos y con los sentidos bien despiertos, rápidamente nos dejaremos arrastrar por la historia personal de una mujer que en los años 50 vivió un romance intenso, ardiente y prohibido con un mejicano llamado Leo a espaldas de su marido, un rico empresario llamado Léon. En la historia narrada en los intertítulos no escatiman el melodrama ni las grandes declaraciones de amor, por lo que, mágicamente, el público empatiza con esta señora de buena familia y buen vivir que, aunque no podamos ver su aspecto real, se nos antoja como una heroína trágica de las películas de Douglas Sirk.

Por otro lado, debemos descifrar todo el entramado de imágenes que Giménez nos propone como recurso visual: vacaciones de verano, vacaciones en la nieve, carreras de coches, un viaje en crucero… ¿Son imágenes de archivo rescatados de alguna filmoteca? ¿Son vídeos personales de una amiga de la protagonista real? ¿Son filmaciones caseras de su marido? ¿O simplemente son imágenes de la familia de la cineasta que ésta ha manipulado a su antojo?

Desde luego, no podemos garantizar que salgáis fascinados de la propuesta de «My Mexican Bretzel»; pero sí os aseguramos que acabaréis el visionado tan llenos de preguntas como una servidora. ¿La historia pasó realmente (como rezan los títulos finales) o es todo invención de Giménez? ¿Y porqué se sintió empujada a contar esta historia con las imágenes que tenía? ¿Qué fue lo primero?, ¿la imagen o la historia? Ante tanta duda, no tenemos otra que dejarnos arrastrar por la fascinante narrativa que nos propone la cineasta y esperar a que un día, si hallamos el modo de volver a visionar la cinta (esperemos que encuentre una limitada pero ferviente distribución), le descubramos nuevas capas de lectura y análisis.

«A Stormy Night»: La tormenta perfecta

Cerramos nuestra crónica del D’A Film Festival con «A Stormy Night«, película que clausura esta edición del certamen y que corre a cargo del cineasta David Moragas, forjado en la Universidad Pompeu Fabra, y actualmente, completando sus estudios en la prestigiosa NY Tisch School of the Arts. El año pasado, el festival proyectó sus cortometrajes «Boyfriend» y «Only Fools Rush In«, y en 2020 ha hecho lo propio con su ópera prima. Una deliciosa pieza en blanco y negro, rodada durante 10 días en Nueva York, con una delicada banda sonora al piano y donde destaca la presencia luminosa de Jacob Perkins (Que ya aparecía en «Boyfriend»).

«A Stormy Night» nos sitúa en un apartamento de Nueva York al que Marcos ha ido a parar tras la cancelación de su vuelo a Barcelona. En dicho apartamento vive Alan, un amigo de una amiga de Marcos que, con buena fe, le abre la puerta a su mundo. En el transcurso de un tarde (y una noche), Alan y Marcos se irán conociendo intercambiando ideas, opiniones y miedos, y abriendo su alma de par en par poniendo en cuestión ciertos valores que daban por sentados. He aquí una de las grandezas de «A Stormy Night«: Moragas expone a la perfección el aspecto liberador que supone contarle tus secretos y pensamientos a un desconocido que raramente volverás a ver. En una de las múltiples paradojas humanas, la facilidad de entablar conversaciones profundas con gente que acabas de conocer frente a lo difícil que es hacerlo con amigos, amantes y miembros familiares, resulta de lo más fascinante.

David Moargas dirige A Stormy Night

Tras un comienzo un tanto patoso y ortopédico, como lo suelen ser los primeros minutos de las citas a ciegas o los encuentros primerizos, David Moragas desarrolla una serie de conversaciones que ponen en cuestión temas como la monogamia, la soledad y el compromiso. Con unas líneas de diálogo escuetas, firmes y claras, Jacob Perkins puede sacar a relucir todo su inacabable abanico de registros (es destacable el magnífico monólogo que se marca a altas horas de la noche), iluminando cada uno de los planos dónde aparece. Moragas le da la réplica con aplomo y convicción, reservándose también para él grandes momentos como el sueño del barco.

Con una localización única, un blanco y negro algo anacrónico pero que romantiza cada uno de los planos, una banda sonora tímida y a la vez fuertemente presente y tres actores en escena (cuatro, si sumáramos la voz de la omnipresente Elena Martín), la estrategia de Moragas es más que clara: menos es más. Y qué gran acierto. Quien mucho abarca, poco aprieta, y el director prefiere poner el peso en la relación ambivalente entre Alan y Marcos antes que irse por las ramas. Y es que, con 75 minutos de metraje, tampoco le hace falta nada más. Como hemos vivido en nuestras carnes gracias a este confinamiento que llevamos ya dos meses soportando, una noche encerrado con otra persona, sea cual sea la relación entre ambos, ya da para mucho.

Con una marcada intención de reflexionar sobre la generación Millennial, sus prejuicios y su cariz narcisista, y poniendo el foco en lo que conlleva la identidad gay y la cultura que la rodea, «A Stormy Night» se configura como una ópera prima sólida, indudablemente autoral y que posiciona a Moragas como un cineasta a seguir. Abriendo nuevas puertas al llamado estilo Pompeu Fabra («Les amigues de l’Àgata«, «Júlia Ist«, «Ojos Negros»…), el director confirma con su ópera prima que sí se puede; que un joven de Barcelona puede exportar su talento a Nueva York y, bebiendo del mejor cine independiente de aquí y allí, crear una pieza impecable con entidad propia.

Por Marina Cisa

Film PR, Social Media Manager, Productora y lo que me echen. Comunicación Audiovisual en la UPF y a mucha honra. Cinéfila hasta límites insospechados. Una vez toqué a Xavier Dolan y me firmó el DVD de "Yo maté a mi padre". Espero ver a monsieur Godard en vida.

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