Mar. Mar 19th, 2024
Fotogramas de Abou Leila

En esta edición que el D’A Film Festival viaja a los hogares y las pantallas de sus espectadores, nos inclinamos por descubrir su selección de cortos y sus largometrajes algo más escondidos como es el caso de «Abou Leila».

Que el D’A Film Festival haya aterrizado en el salón de nuestras casas conlleva, sorprendentemente, una serie de ventajas que hemos abrazado desde el primer día del certamen: ver las películas a la hora que quieras sin tener que correr de una sala a la otra, poder cenar tranquilamente antes de proseguir con tu maratón, comentar los largometrajes que has visto por Zoom o Whatsapp Call con los amigos y amigas tras un visionado «conjunto»… You name it.

No obstante, una de las virtudes de las cuáles más nos alegramos es que por fin tenemos tiempo de explorar como es debido la sección de cortos: poder verlos de uno en uno y analizarlos tranquilamente, sin tener que visionarlos todos de golpe y ser incapaces de digerir nada, más allá del cuarto. Es por eso, que en esta nueva entrada de Videodromo, optamos por analizar dos de nuestros favoritos, «Panteres» de Èrika Sánchez y «Leyenda Dorada» de Ion de Sosa y Chema García Ibarra, y el largometraje «Abou Leila«, presentado en el festival de Cannes y ganador del premio de la sección Nuevas Olas del festival de Sevilla.

«Panteres»: Busca, reconoce, conquista el cuerpo

«Panteres» de Èrika Sánchez es un corto excelso que muestra ya en su primera escena, y con una sutileza maestra, todo el trasfondo de su, simple y a la vez compleja, historia. Las duchas de un gimnasio público. Una decena de cuerpos de mujer desnudos. Algunos orondos, otros operados de cesárea, otros flacos, otros peli-rojos, otros oscuros… pero todos femeninos. En un banco al fondo está Joana sentada, con un bañador de una pieza, garabateando una revista. Esconde sus ojos entre su pelo para no entrecruzarse con los de las demás mujeres, ni con sus partes, ni con su tan expuesta corporeidad. De una forma impactante y directa, Sánchez pone en escena un momento clave de la adolescencia (la confrontación con el cuerpo femenino adulto) y nos confirma, con la actitud de su protagonista, que ese encuentro no es agradable ni reconfortante. Una sensación reconocible, sin duda.

«Panteres» transita por el día a día de una chica adolescente y lesbiana que va al mismo instituto que su pareja y que tiene sus más y sus menos con su reflejo en el espejo. Su novia, Nina, es una muchacha racializada que también parece tener algún que otro reparo con explorar y aceptar su cuerpo. Sánchez no nos especifica si su poca autoestima corporal es derivada de un problema de peso y alimentación (¿Cómo te ha ido con las locas? Le pregunta Joana tras una reunión con diversas chicas con desórdenes alimentarios), de sexo y sexualidad (¿Nunca te has hecho un dedo? le pregunta en otro momento), o de la timidez extrema que acompaña la juventud y que acostumbra a maquillarse con ropas holgadas y masculinas y con largos silencios que dicen más que palabras huecas.

Sánchez expone claramente algunos aspectos de sus personajes (como la forma en la que se presentan presencialmente en el instituto) pero nos esconde otros, cediendo al espectador el rol de rellenar los huecos en blanco que deja en la concepción de sus personajes.

Panteres de Èrika Sánchez

Canciones que resuenan a Bad Gyal y Bad Bunny y el uso incesante de Instagram Stories sitúan la historia en una contemporaneidad absoluta. Érika se regodea en ella realizando largos e hipnóticos planos secuencia al son de trap y reggeaton con letras explícitas y obscenas que Joana, la protagonista, canturrea para, empoderarse. Y la cineasta se sirve de esas palabras cantadas para remarcar como de turbia, explícita y categorizadora es la cultura musical que impacta con más incidencia a las y los jóvenes de hoy en día.

Presentada en la pasada edición de la Berlinale cosechando muy buenas críticas, «Panteres» se configura, en su totalidad, como una mirada muy compleja a un momento muy frágil de la adolescencia. El momento de mirarse detenidamente a uno mismo, y, como sugiero en el título, buscarse, reconocerse y conquistar ese cuerpo que es el nuestro. No obstante, y como le pasa tanto a Joana como a Nina  como a la mayoría de mujeres jóvenes, los inputs que ofrece la sociedad son tantos, tan diversos y tan moldeados que no ofrecen descanso a la retina ni tregua a la autoestima. Hay que aprender a imponerse a ellos.

«Leyenda Dorada»: Un día en la piscina municipal

Ion de Sosa nos dejó a cuadros cuando hace unos años presentó «Sueñan los androides» en el D’A Film Festival. Confesamos que en ese momento no entendimos de la misa a la mitad y todo nos pareció un gran sinsentido que sólo De Sosa y el equipo de producción de la película podría aclararnos. No obstante, empezamos el visionado de «Leyenda Dorada» con ilusión, precedidos por los halagos que la cinta tuvo en la edición de 2019 de la Berlinale. Además, por muy insufrible que sea la pieza, sólo dura unos 11 minutos.

Y para nuestra sorpresa, los 11 minutos nos saben a poco. Desde el primer plano de «Leyenda Dorada» nos sentimos arrastrados por la propuesta de Ion de Sosa y Chema García Ibarra. Los cineastas nos sitúan de lleno en una piscina municipal donde lo esperpéntico, lo cutre, lo mágico y lo castizo se dan de mano de una forma extrañamente atrayente. Nosotros nos hubiésemos quedado a vivir un rato más en su universo. Y sin rechistar.

Fotograma Leyenda Dorada

Cada plano de «Leyenda Dorada» nos cuenta una historia en sí mismo, a cada cuál más sórdida y absurda que la anterior. Una reunión de vejestorios que juegan a las cartas, un plato combinado que empeora con cada ingrediente que le echan encima, un grupo de niños que chapotean en el agua de forma repulsiva… Y, de repente nos sobresalta ese plano en el que un socorrista camina por encima de las aguas, como si de Jesucristo se tratara, para salvar al personaje interpretado por Al Sarcoli. Un personaje que hacía ya un plano que se estaba ahogando en la mitad de la piscina sin que nadie gritase ni un triste «Socorro, ayuda». La magia ha hecho su presencia en la piscina del pueblo.

Pasados unos 10 minutos, en los cuáles ya estamos del todo metidos en ambiente, el cielo oscurece, los, en su mayoría repulsivos y a la vez corrientes, integrantes del microcosmos «piscinero» desaparecen de la escena y vemos como los empleados cierran ventanas y verjas. El día ha terminado y Ion de Sosa y Chema García Ibarra dan paso a los títulos de créditos.

Pero, ajá, el dispositivo del corto nos deja entrever que ese día que hemos vislumbrado no ha sido «un día especial» en el lugar, sino que estamos dentro de un bucle espacio-temporal y que, cada día la piscina abre sus puertas para albergar en ella miles de historias y situaciones que son de lo más cotidianas pero que los cineastas filman de una forma tan hipnótica que las convierte en absurdas y antiestéticas. Esa sería la palabra. Ambos consiguen retratar la antiestética de aquello que nos es extrañamente familiar. Sólo nos ha faltado que alguien canturreara Pisciburguer de Joe Crepúsculo para que el corto nos robara el corazón hasta la eternidad. Un inesperado acierto.

«Abou Leila»: Muerte en el desierto

Con tan sólo 38 años, Amin Sidi-Boumédine nos ofrece una de las propuestas más amargas, oscuras, sangrientas y angustiosas del festival. A la vez que se nos antoja como una de las más crípticas. «Abou Leila» es una road movie al corazón del desierto, un camino a la desaparición, un viaje al rincón más inhóspito y desolador de una alma forjada y torturada en la muerte y la violencia.

Advertimos ya que no es plato para corazones sensibles: en «Abou Leila» hay borbotones de sangre, escenas ciertamente desagradables y una violencia latente que persigue sin tregua tanto al espectador como a los personajes. Sidi-Boumédine no se corta un pelo y denuncia la violencia con una voz fuerte y tenaz. «Abou Leila» es el retrato de una sociedad enferma por culpa de una violencia que inunda todos los ámbitos de la vida de sus integrantes (familia, trabajo, amistad…), haciendo imposible que el bien florezca en ellos.

Abou Leila participa en el D'A FILM FESTIVAL

Como punto de partida, una pareja de policías que van en busca de un terrorista a través del desierto de Argelia. Un viaje duro física y mentalmente que revelará de qué madera están hechos. Uno de ellos, interpretado soberbiamente por Lyes Salem, se configura como líder del grupo, una roca sin sentimientos capaz de llevar a cabo su misión sin inmutarse. Slimane Benouari, sin experiencia previa como actor, tiene el rol del inestable compañero de viaje, un hombre tan marcado por la violencia que es realmente incapaz de seguir adelante con su vida.

Mediante el uso demasiado excesivo de alucinaciones, onirismo y visitas al mundo de los sueños, Amin Sidi-Boumédine nos muestra y demuestra que el personaje Slimane ya no difiere realidad de ficción y que para él todo es blanco o negro, o matar o ser matado. En una sociedad que obliga a los hombres a ser fuertes, él es el eslabón débil.

Cruda (esa sangre tan rojiza), sobria (incluso en sus momentos más oníricos), vacía como el desierto (de diálogos, de empatía, de paisajes), «Abou Leila» es como una senda sin pisadas, ni caminos, ni atajos. Una película que se va descubriendo poco a poco, y que requiere de un espectador con agallas para adentrarse en ella. Un auténtico reto.

Podcast

Puedes escuchar el podcast de 15 minutos Lo que te D’A tu madre, junto a los compañeros de Celuloides en remojo, La película del día y Cine y sé feliz descargándolo aquí.

O escucharlo online:

Por Marina Cisa

Film PR, Social Media Manager, Productora y lo que me echen. Comunicación Audiovisual en la UPF y a mucha honra. Cinéfila hasta límites insospechados. Una vez toqué a Xavier Dolan y me firmó el DVD de "Yo maté a mi padre". Espero ver a monsieur Godard en vida.

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