Mar. Mar 19th, 2024

En el tercer día del DA, Luis Suñer se enfrenta a cinco «Happy Hour»(s) mientras Marina Cisa contempla dos dramas protagonizados por adolescentes en apuros.

 

«Happy Hour» la cultura japonesa desde la feminidad

Cinco horas y cuarto. Esta es la duración de una de las propuestas más arriesgadas y a la vez esperadas del festival. Hablamos de «Happy Hour», una cinta japonesa de Ryûsuke Hamaguchi (quien presentó su ópera prima «Passion» en 2009 en San Sebastián) que logró el premio a mejor actriz en Locarno y una mención especial en Gijón.

Existe una dualidad que habita la esencia de los japoneses. Por un lado está lo que denominan hoonne, que viene ser aquello que realmente piensan, lo que sienten ante una persona o situación. Por el otro, el tatemae, lo que son las formas, la educación, el aparentar agrado ante una circunstancia adversa. Y sobre este pilar fundamental de la cultura nipona parece navegar esta monumental obra que trata de radiografiar los males de una sociedad ahogada en su imposibilidad de volar libre. Con un metraje totalmente justificado, se nos expone a partir de cuatro visiones femeninas los obstáculos en la interacción entre hombres y mujeres, madres e hijas o suegras, vigilantes y novatos. Un aproximamiento al tedio surgido de la estandarización del matrimonio temprano entre el salaryman y la ama de casa. Un inesperado retazo de realidad que choca en la cara de aquellos que por primera vez se cuestionan algo tan esencial como la relación amorosa, afectiva y comunicacional entre una pareja. Y es que esta cinta que se reitera en la autoimpuesta necesidad de la disculpa y el agradecimiento, nos muestra los engranajes artificiosos que se forman a partir del tatemae, mostrando sin maniqueísmos ni pirotecnias el peso del silencio y la incomunicación que acaban por alentar la total falta de empatía.

«Happy Hour» se sustenta tanto por la inteligente construcción de la personalidad de sus personajes, magníficamente interpretados, como por la fuerza de su guion. Así pues, viviremos un seguido de actividades que estas mujeres protagonizaran, tanto juntas como por separado. La inteligencia del relato recaerá en la naturalidad de la que es impregnada lo relevante. Así pues, viviremos la clase de un taller sobre el conocimiento del cuerpo y su relación con los demás con un tiempo muy veraz, excluyendo el recurso de la elipsis, haciendo hincapié en una actividad que supone una extraña novedad entre sus participantes. Asistimos con agrado al descubrimiento del contacto físico y al abandono de los prejuicios y los miedos que rigen la sociedad. Curioso resultará pues el contraste con la siguiente escena, donde esta posibilidad de abrirse al desconocido se cierra ante una negativa de una de las mujeres protagonistas, la casada Sakurako, a acercarse a una persona que acaba de conocer. Todo ello realizado ante unas máquinas expendedoras, reflejo del tópico del Japón que todos conocemos.

Hamaguchi se valdrá de los diálogos para perfilar una dura crítica a un sistema oxidado y fallido. Las alusiones al envejecimiento masivo de la población y su longevidad artificiosa mediante la medicina serán algunos de sus dardos más envenenados. Sin embargo, su estudio se acercará con más agudeza al universo femenino y a su imperiosa necesidad de una inmediata liberación del yugo masculino. Y todo ello sin llegar a caer en burdos señalamientos. El también coguionista da rienda suelta a sus personajes para anunciar aquello que desean expresar al desnudarse del tametae y evidenciar su hoonne. Y ahí quizás es donde radique lo más frustrante de su narración, el desconocimiento de algunos hombres sobre sus propios sentimientos y la imposición forzada de unos roles demasiado asimilados. Una personalidad perdida en el momento que el adolescente experimenta la ruptura de un primer amor que se materializa a escondidas del control paterno.

Ante todo esto, resulta de especial relevancia la tercera parte del filme al centrarse en el arte (en este caso literario) como canalizador de emociones y reflexiones de quien se personifica en lo recitado. Algo que lleva a aciertos y errores a los protagonistas generando una lucha irremediable entre ellos. De la misma manera, el director de la película parece enfocar su arte cinematográfico como el que desea despertar la consciencia de sus compatriotas. – LUIS SUÑER

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«Mi perfecta hermana»: Un secreto a voces

Mientras el valiente redactor, Luis Suñer, pasa sus cinco horas y cuarto sentado en el Aribau 2, una servidora, entra en la sala 1 para ver «Mi perfecta hermana«, filme de la debutante directora y guionista sueca, Sanna Lenken. Premiada en la Berlinale, «Mi perfecta hermana» es una película con fondo y fundamento; un filme que se configura como visionado obligatorio en escuelas e institutos. En su haber hay un duro (y a veces melodramático) retrato sobre la anorexia, pero también, tras sus diálogos, se esconden otros temas de alta relevancia para los jóvenes como son el secretismo, la extorsión y la autoexigencia desmedida.

Stella tiene 12 años, un amor secreto por su profesor de patinaje artístico y una hermana mayor a la que admira. Cuando la descubra vomitando, ésta la coaccionará para que no diga nada a nadie. Stella entrará en un fuerte debate moral: contárselo a sus padres y perder a su hermana como «amiga», o seguir callada y ver como empeora. Es aquí dónde el filme de Lenken brilla con todo su esplendor. En el hecho de documentar todo el proceso introspectivo que sufre la pequeña Stella, mostrando como la angustia y la agonía se apoderan de ella y como el silencio la lleva a una implosión irracional. También merece un reconocimiento la construcción de la personalidad de la hermana: irascible, cambiante, infantil… «Mi perfecta hermana» habla desde la verdad de un tema espinoso y recurrente en la adolescencia y es lo suficientemente atrevida para hacerlo solamente a través de los ojos de la hermana pequeña. Ni padres, ni profesores, ni enfermeros; solo vemos lo que la pequeña Stella observa. Y con esas imágenes que ella nos proporciona, es nuestro deber deducir todo el contexto. Como en «¿Qué hacemos con Maisie?«, nuestra mente llena los huecos que la chiquilla deja en blanco por su inocencia y bondad.

Stella ve en su hermana su rol model. Sin embargo, ésta no siente ningún respeto  por Stella. Debido a un deporte estresante, sus trastornos alimenticios, y a su poca consideración, la insulta y amenaza. Stella, influenciable y rechoncha, tendrá que hacer frente a sus miedos si quiere salvar a su hermana, puesto lo que más le preocupa es que muera de inanición. La situación en casa es insostenible, sin embargo, el ambiente familiar es extrañamente relajante. Lenken dibuja a los padres como unos seres fríos y egoístas, incapaces de ver el problema que acarrea a sus hijas. Pese que a algunos les pueda parecer excesivo, bien es cierto, que es una situación más frecuente de lo común y que a menudo, las hermanas sufren más y saben más la una de la otra que sus progenitores. Indudablemente, Lenken ha escrito desde su experiencia, o al menos, se ha documentado como es debido.

A veces, «Mi perfecta hermana» se acerca peligrosamente al formato del telefilm, tanto por puesta en escena como por guión, pero encuentra un tono concreto a medio camino entre el melodrama exacerbado y la frialdad nórdica. Unas actrices jóvenes en estado de gracia, tres o cuatro escenas muy emotivas y otras con toques de thriller, hacen de «Mi perfecta hermana«, una pequeña joya a descubrir, tanto por adolescentes, como por padres. Como dato, debo añadir que al finalizar su proyección se oyeron fuertes aplausos, algo poco habitual en un festival de este calibre. – MARINA CISA

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«Land of mine»: Lo que vale la vida de un soldado

Acabamos nuestra tercera jornada con «Land of mine«, filme que retrata una situación muy poco conocida de la segunda guerra mundial: la de los soldado alemanes que fueron hechos prisioneros y obligados a desactivar las minas de las playas danesas. Muchos de estos soldados eran simples adolescentes que después de la guerra sólo querían regresar a sus casas. Los sargentos daneses, sin compasión alguna, utilizaron a esos chavales como máquinas humanas para limpiar las playas de bombas a costa de sus vidas.

Con este impactante tema de fondo, «Land of mine«, la tercera película de Martin Zandvliet, se presenta como el enésimo relato duro de esta edición del DA. En la primera escena, ya vemos a un chaval saltar por los aires por culpa de una mala desactivación. Las siguientes, no resultan más esperanzadoras: los chicos, a cargo de un arisco sargento danés, son sometidos a largas jornadas «de trabajo», con una recompensa ínfima: pocas horas de sueño y escasez de comida. Zandvliet nos muestra el infierno en la playa, un sitio en el que tu vida vale menos de cinco centavos y la inocencia de la juventud es atacada por todos lados.

Sin embargo, siempre hay grietas, siempre hay pequeños agujeros por dónde se cuelan algunos rayos de luz, y en «Land of mine«, esto no es una excepción. Los adolescentes hablan entre sí y comparten sueños e ilusiones, sus bellos rostros, dulces y aniñados, no desaparecen tras horas y horas bajo el sol y el capataz, aún y ser de lo más desagradable, tiene algunos momentos de flaqueza en los que cede y se divierte con los muchachos. La guerra ha terminado, esos alemanes han perdido y ahora han de pagar su error. Al menos esto es lo que piensa el sargento hasta que empieza a convivir con los chicos, codo con codo. Dejando al lado su ideología o procedencia, solo son unos niños asustados que quieren volver a casa, nada más.

«Land of mine» no permite que el espectador baje la guardia. En el momento más inesperado, una mina explota matando a uno de los protagonistas sin miramientos. No podemos encariñarnos con los personajes, pero tampoco podemos dormirnos. Los gritos, los estruendos, las explosiones, impactan en nuestras retinas de forma brutal y aunque los niños vayan desapareciendo, uno a uno, sentimos cada pérdida con un gran pesar. El final esperanzador y con truco de «Land of mine» deja que salgamos algo relajados de la sala. Sin embargo, al aparecer los títulos de créditos puedo asegurar bien que ninguno de los presentes se levantó. Clavados en las butacas, sintiendo aún todo ese dolor. La guerra sólo trae muerte, dolor y sufrimiento. Da igual quiénes sean los afectados. Son afectados, al fin y al cabo. – MARINA CISA

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Por Redacción Videodromo

Noticia redactada por el cuerpo de la redacción de Videodromo. Videodromo nació en diciembre del 2005 con el ánimo de dar a conocer todo lo relacionado con el mundo del cine, la televisión y el mercado DVD y Blu-Ray™.

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