En la cuarta jornada del D’A 2016, nuestros redactores se atiborraron de películas: un slasher, un thriller, un drama romántico y una comedia surrealista.
«Mate-me por favor» slasher de autor
Desde Brasil y tras pasar por la sección Orizzonti del pasado Festival de Venecia nos llega el debut de la directora Anita Rocha da Silveira. Hablamos de «Mate-me por favor», una cinta que se abre en los terrenos conocidos del slasher de género para iniciar una senda propia hacia unas exploraciones más autorales y estimulantes. Y no podíamos esperar menos de un festival como el D’A que se caracteriza por acercarnos propuestas atrevidas y desconcertantes que reformulan y experimentan con el lenguaje cinematográfico jugando con sus códigos.
La cineasta se inmiscuye en el mundo de la adolescencia femenina, un lugar donde los adultos brillan por su ausencia (a pesar de un hermano mayor estancado en la vida) y donde se da voz a sus banales y al mismo tiempo importantísimas preocupaciones. El filme nos sumerge en el cliché más irónico, con un uso de la música y de la cámara lenta que busca estereotipar según que personajes reduciendo su esencia al absurdo. Sentimos junto a sus protagonistas, observando desde una mirada adulta y consciente como la que nos ofrece la dirección, la falta de tacto, los malentendidos, la envidia y el egoísmo que rigen las cavilaciones de las estudiantes de secundaria, mostrando con ello un acercamiento sincero bien logrado inducido entre tanta parodia. No carece tampoco de una constante y sorprendente pincelada inesperada a la degeneración del catolicismo a la hora de volcarse en el pop y el videoclip a la hora de llegar con más impacto a las nuevas generaciones. Una juventud sumida en la irrefrenable pasión por el sexo y la necesidad de encontrar pareja.
No obstante, pese a las continuas notas humorísticas cargadas de acidez, se esconde el misterio que despierta un asesino en serie y la fascinación que levanta la muerte hacia su jovencísima protagonista. Evidenciando su evolución psicológica a partir de la metáfora visual, el espectador experimenta un enrarecimiento de la atmósfera donde la turbación de las sensaciones desembocan en la incertidumbre de lo inexplicable. Las leyendas avivadas por la tradición oral, algo que ya vimos en otra cinta brasileña en Filmadrid como fue «O Touro« (Larissa Figueiredo, 2015), cobran sentido en un final redondo, tan mágico como coherente con lo mostrado y que demuestran la sensibilidad artística y el buen hacer cinematográfico de su creadora. – LUIS SUÑER
«Trois souvenirs de ma jeunesse»: Un amor más grande que la vida misma
La tarde del lunes nos deja una de las mejores cintas vistas en el festival hasta la fecha, «Trois souvenirs de ma jeunesse«, ganadora del César al mejor director para Arnaud Desplechin en su pasada edición. Desplechin, realizador con un largo bagaje a sus espaldas filma una obra monumental que tiene como base algo tan preciado como los recuerdos. Hablando en términos de «Inside Out«, en su película Desplechin retrata los tres recuerdos esenciales del protagonista, tres momentos muy impactantes de su juventud que le condicionaron y convirtieron en el adulto que es ahora. Cada uno de ellos está relacionado con uno de los pilares de las relaciones humanas. El primero, el segmento más corto, está dedicado a la familia. El segundo, en tono de thriller con tintes cómicos, a la amistad. Y el último, el más extenso de todos, está dedicado al amor, al amor de pareja, pasional, loco e irracional. Y de manera muy obvia, es el que más le interesa explorar a Desplechin, ya que ocupa la mayor parte de un metraje que excede las dos horas de película. Con un epílogo muy bien dosificado, el director, pretende contarnos que éste recuerdo ha afectado sobremanera al protagonista. Y para justificar su aflicción, debe construir una historia de amor que lo contenga todo: enamoramiento, deseo, sexo, ilusión y esperanza a la par que locura, lágrimas, desesperación e infelicidad. Debe ser todo un «amour fou«, un melodrama que cambie su vida por completo.
Arnaud Desplechin firma con su película una auténtica epopeya, un viaje hacia los recuerdos y los pensamientos de juventud no exento de nostalgia. En su puesta en escena podríamos encontrar referentes providentes de muchos movimientos del cine francés y grandes directores de la talla de Jean-Luc Godard, François Truffaut, Leos Carax y Bertrand Bonello. Sin embargo, añade una mirada personal y aunque cae en algunos formalismos un tanto molestos (la voz en off, leer las cartas en voz alta, miradas a cámara, un gusto acentuado por los rostros), su imagen y sonido nos hipnotizan de manera extraordinaria. Cabe destacar la escena de la fiesta en la cual las miradas del joven protagonista y su mujer soñada se entrecruzan, y el ruido machacón de la sala da paso a una música digna de un melodrama. La elección del zoom-out en ese preciso instante es sólo un ejemplo de la maestría de Desplechin en el uso de la cámara. Ese meet, ese encuentro de almas, me ha llevado a pensar en otro que me sedujo el año pasado, por su movimiento, su toque sexy y lo atractivo de sus actores. Estoy pensando en ese gran momento de «Saint Laurent» de Bertrand Bonello, otra obra operística y monumental francesa.
De «Trois souvenirs de ma jeunesse» me quedo con todo. Su estructura, su juego con los géneros, del thriller al melodrama en segundos, y sus actores. Mientras que Mathieu Amalric, de quien vimos el año pasado «La chambre bleue«, es el protagonista en su edad adulta, su joven alter-ego es un brillante actor de 22 años llamado Quentin Dolmaire. Un debutante que apunta a ser todo un galán, o al menos, un icono joven, del nuevo cine francés. Quien le da la réplica amorosa es la también debutante, sexy y atractiva, Lou Roy-Lecollinet de 19 años. Pese a su corta edad, los actores están a la altura de las circunstancias y construyen una relación llena de matices y claroscuros. Él desprende descaro y egoísmo. Ella, dependencia y locura transitoria. Estamos de acuerdo en que ambos merecían el César a mejores actores revelación y que otras interpretaciones mucho más mediocres se lo arrebataron.
La cinta de Arnaud Desplechin nos ha dejado maravillados. Cómo el protagonista, nosotros también pensamos en nuestra jeunesse y elegimos nuestros tres momentos vitales, nuestros tres recuerdos esenciales. Y el amor, el primer amor, señores y señoras, nos marca «à jamais«. ¿Por qué? Desplechin nos da múltiples razones en dos maravillosas horas de buen cine. – MARINA CISA
«Nos parecía importante» luchar por hacer una película
Con uno de los tráilers más curiosos de los que hemos podido ver en las proyecciones previas del D’A, «Nos parece importante» se ha estrenado en primicia en el festival barcelonés con una afluencia de público capaz de llenar el teatro del CCCB. El filme de 60 minutos se ha exhibido ante la asistencia del equipo de la película, el cual ha sido arropado por el calor de los espectadores continuamente.
El debut de Marc Ferrer es ante todo una obra honesta. Admirador de Hong Sang-soo tal y como ha reconocido tras el pase, es alguien a quien le interesa abordar sus propias preocupaciones cinematográficas en el cine. Así pues, esta curiosa película nos habla en primera instancia del amor que se siente hacia él y las innumerables dificultades que supone lograr un presupuesto que ayude a lograr levantar un proyecto atrevido y fuera de lo convencional. Y el resultado, como se deja ver en su contenido, quizás no sea el soñado, pero sin duda demuestra una voluntad férrea por abrirse camino en un mundo tan frustrante como complejo.
No existen florituras visuales ni movimientos imposibles de cámara en esta ópera prima, tan solo la sencillez de quien decide volcar su pasión construyendo una ficción con muchos retazos biográficos. Una vida que viene regida por una irremediable cinefilia, algo palpable en multitud de secuencias donde se parodian las estaciones de Eric Rohmer o la mítica escena en la que Anna Karina se emociona con Juana de Arco en «Vivir su vida» (1962) de Jean-Luc Godard. También en las referencias chaplinescas a «El chico» (1921) o la desnudez palpable del estilo de Melville. Y todo ello funciona dentro de un conglomerado que se sustenta por su innegable libertad, levantándose por encima de los cánones narrativos y mediando las tramas más meramente cinéfilas con las constantes cotidianas de la vida corriente. Todo canalizado por los sueños de un hombre que vive dormido, que se mueve entre el mundo idealizado y el real y que ha decidido llevar a cabo su objetivo.
Dentro de este universo a medio camino entre la Nouvelle Vague y el posthumor, cabe destacar a su vez la inteligente utilización de la música, generando diferentes sensaciones que congenian con el poder de sus sencillas pero efectivas imágenes. – LUIS SUÑER
«John From»: Post-humor made in Portugal
Y claro estaba que después de una maravilla como «Trois souvenirs de ma jeunesse» algo muy bueno tenía que llegar para seguir con la racha de peliculones. «John From«, sin embargo, no lo es. Es un ejercicio de post-humor hecho en la insípida tierra de Portugal. Si bien el año pasado contemplamos «Sueñan los androides» de Ion de Sosa, un ejemplo del post-humor más negro y seco, «John From» es una muestra de su vertiente más surrealista. El post-humor se caracteriza por incomodar al espectador. Aquí, si nos sentimos incómodos es porque no entendemos qué pasa. El surrealismo se adentra más y más en una historia de lo más corriente para llegar a un torrencial de locura en el que nada tiene sentido. El ritmo pausado del cine portugués, los silencios y las escenas cotidianas y absurdas, confirman el hecho que «John From» es lo que vendría a ser una comedia portuguesa radical, una apuesta autóctona por lo absurdo.
«John From«, la primera película de Joao Nicolau cuenta la historia de cómo una adolescente se enamora de su vecino fotógrafo y empieza a obsesionarse con él y con su proyecto personal, unas tribu amazónica. Con el fin de entrar en su vida, la chica estudiará a fondo la cultura e intentará impresionar al fotógrafo. Su amiga, una pelirroja quejica, actuará como compinche en un plan de lo más absurdo. Las dos adolescentes se ponen a merced de Nicolau para hacer locuras, cantar canciones y bailar al son de Lambada. Su frescura resulta contagiosa, sin embargo, el tono lento, desconcertante y surrealista, nos aleja de la historia en una cinta en la que si entras, disfrutas de lo lindo, pero si te quedas fuera, ves como una mera estupidez. Como siempre defiendo, el post-humor funciona mucho mejor en mini-cápsulas que en largos y «John From» no es una excepción. A momentos es pesada y lenta y pese a sus gags fuera de contexto, se configura como una cinta lánguida, sin fuerza.
Al finalizar la proyección se oyeron unos cuantos aplausos, cosa que demuestra que parte del público disfrutó del imaginario loco de Nicolau. Sin embargo, su propuesta no consiguió atraer a esta redactora. Una lástima.- MARINA CISA
[…] Duque . Por otro lado, no se han olvidado de hacer una mención especial a la portuguesa “John From“, película dirigida por João Nicolau. En cuanto al jurado de la crítica,integrado por […]