En el ecuador del festival de cinema d’autor de Barcelona nos enfrentamos a una curiosa película portuguesa y a una aberración llamada «Sangue del mio sangue».
«Posto avançado do progresso» desnudando al hombre blanco
Adaptación libre de una novela de Joseph Conrad, «Posto avançado do progresso»es un filme del portugués Hugo Vieira da Silva que se pudo ver en la reciente Berlinale. Abriéndose en una de sus escenas iniciales con una tímida similitud que podemos encontrar a El viajero contemplando un mar de nubes, la pintura romántica de Caspar David Friedrich, rápidamente comprenderemos que esta secuencia no puede ser más irónica. Porque estos dos colonos lusos del siglo XIX, lejos de sublimarse con lo inabarcable de la frondosa Angola anteriormente perteneciente al Reino del Congo, llevan a cabo su estancia en una diminuta porción del territorio, estancándose en la tediosa labor por la que han sido encomendados por una compañía de explotación de marfil. Y aquí es donde empezamos a asistir al lento proceso de aclimatamiento de unos hombres blancos que contratan, valiéndose del trabajo ajeno a un precio ridículo comparado con el valor de sus exportaciones, algo más que actual en pleno siglo XXI, a unos obreros con pocas aptitudes y voluntad para cumplir su cometido. Ante tal situación, de nada servirá la «superioridad» intelectual de la que se jactan ambos capataces, pues sus dotes de liderazgo evidenciaran largas carencias. Resulta curioso pues que en ocasiones, la única diferencia entre patrones y esclavos obreros esté en las ropas blancas de unos y el contraste con la piel desnuda negra de otros. Unas diferencias que se reducirán en su viaje hacia lo más primario del ser humano, alimentando la comunicación entre personas que emplean lenguajes totalmente diferenciados por medio del alcohol u otras drogas.
Ante todo, nos encontramos con un filme que se adentra en las raíces morales del bien y del mal, en las causas del colonialismo tanto en blancos como en negros. Porque sentimos un contagio, un halo egoísta que envuelve cuanto encuentra y acaba por enfermar la bondad y priorizar los recursos naturales por encima de los humanos. En su magistral evolución formal hacia la mitad del segundo acto, la soledad del explotador capitalista se encuentra abandonada por su trabajadores vendidos y por el desamparo supranacional de sus superiores. Es entonces cuando la animalidad se hace presente, explorando mundos oníricos y legendarios en una pequeña pincelada propia de Apichatpong Weerasethakul. Y todo ello alimentado de unas decisiones técnicas que juegan con los códigos cinematográficas, viajando al cine mudo de una manera más ácida que «Tabú» (2012) de Miguel Gomes. Más interesante resultar´aun la distorsión visual heredera del Sokurov de «Madre e hijo» (1999).
«Posto avançado do progreso», pese a su escaso interés a la hora de atraer al público del D’A, ha supuesto una experiencia diferente, una introspección inteligente en la psique humana que a partir de una circunstancia histórica es capaz de aflorar un seguido de emociones universales. – LUIS SUÑER
«Sangue del mio sangue»: El sinsentido de Bellochio
Y terminamos el día con «Sangue del mio sangue» del veterano Marco Bellochio, película que, con todos mis respetos, es un sinsentido, un despropósito que aborrece y se nos antoja como interminable. Pese a poseer una larga carrera y ser un nombre reconocido, Bellochio ha configurado una obra irregular, desagradable y con un tono desconcertante.
En un monasterio, una mujer es sometida a toda clase de torturas y obligada a reconocer un «pecado» que no ha cometido. Capellanes y monjes meditan maquiavélicamente su plan de ataque. Mientras tanto, un joven de aspecto viril, se debate entre ayudar a la chica o quedar en silencio. La sobriedad, la escabrosidad y la desnudez de las escenas del juicio, las torturas y las degradaciones hacia la mujer nos recuerdan altamente a «La religiosa» (Guillaume Nicloux, 2013). Paralelamente, sus fragmentos más oníricos y románticos, nos hacen pensar en «Meteora» (Spiros Stathoulopoulos, 2012). Ambos son filmes remarcables con el tema de la religión y el monasterio de fondo. Sin embargo, hay algo muy extraño en la concepción de la cinta de Bellochio. Las escenas del convento se combinan con otras de la vida del hombre con dos mujeres pelirrojas y no podemos adivinar hacia dónde va la cinta ni de dónde viene. La puesta en escena, sobria y a la vez teatral, nos crea rechazo y distanciamiento respecto a la trama.
De repente, la historia de torturas se detiene. Italia, actualidad, un viejo conde no quiere vender su mansión, que es justo dónde estaba la prisión-convento hace unos siglos. Pese a que unos hombres intentan extorsionarlo, el hombre sigue erre que erre. Bellochio nos deja anonadados con un cambio terriblemente brusco en su película. Seguimos al viejo al dentista, en su paseo nocturno… ¿Y esto a qué viene? La dureza de la historia del convento se pierde en una sátira burlesca de la actualidad y personajes locos y rocambolescos aparecen de la nada para aturdirnos con sus memeces. Como espectadores, estamos completamente perdidos y cansados de esta farándula. Finalmente y de forma repentina, los tiempos se «entrecruzan» y, haciendo una fácil alegoría de la vida vs la muerte y la juventud vs la vejez, Bellochio culmina ambas historias de manera forzada, onírica y muy poco convincente. Que suene una versión a cargo de Scala de «Nothing Else Matters» de Metallica en los créditos finales no hace más que empeorar el asunto.
«Sangue del mio sangue» quiere desconcertarnos, quiere demostrar alguna cosa que no llegamos a comprender, quiere ser una gran metáfora sobre el tiempo y el espacio, pero acaba en un enésimo experimento fallido, una película sin sentido y falta de toda brillantez. Lo sentimos, Bellochio. No somos tu público. – MARINA CISA
Un crítico en apuros
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