El sexto dia del festival, visionamos tres filmes de tempo pausado: «Corn Island», la española «Las altas presiones» y «La chambre bleue» de Mathieu Amalric.
Una vez pasado el ecuador del certamen, otro dia nos enfrentamos a la programación del D’A. El miércoles fue el turno de tres buenas películas de autor europeas, con un sello muy personal. Vimos «Corn Island» del Georgiano George Ovashvili, que reflexiona sobre las etapas de la vida y el paso del tiempo y «Las altas presiones» del gallego Ángel Santos. Su filme se centra en mostrarnos el aquí y el ahora de un personaje hermético y realista con un background traumático. Para finalizar la jornada vimos «La chambre bleue«, la adaptación cinematográfica de una famosa novela policiaca llevada a cabo por el actor y también director, Mathieu Amalric. Sin lugar a dudas podemos afirmar que el sexto día, en su conjunto, fue uno de los mejores del festival.
«Corn Island»: la vida es como un campo de maíz
Empezamos la tarde con la georgiana «Corn Island«, que se distribuirá pronto en España gracias a Paco Poch Cinema. El mismísimo Poch acudió al Aribau Club para ensalzar las virtudes de esta cinta, que para él, es de las mejores que ha comprado su distribuidora junto con «El caballo de Turín» (Béla Tarr, 2011).
«Corn Island» es un filme con una doble lectura. En una primera capa, vemos la historia de un anciano que encuentra un terreno fértil en medio de la nada y decide construir su propio refugio. Con ayuda de su nieta, levanta una pequeña casa de madera y cosecha maiz en su frondoso campo. En «Corn Island» acompañamos al anciano des de su encuentro con esa tierra hasta que, desgraciadamente, una ventisca casi se la lleva por delante. Durante todo el metraje, somos testigos del crecimiento de los campos de maiz, del paulatino proceso de decoración del interior de su casita y de cómo el anciano se va apegando, más y más, a su pequeño paraíso. Es una delícia de película, que va floreciendo poco a poco y que en ningun momento aspira a ser más de lo que realmente es (sin contar el juego un pelín forzado con la desaturación y el blanco y negro en el clímax). En definitiva, un filme honesto, sencillo y a la vez, extraordinario.
La segunda capa de «Corn Island«, más profunda y oculta, es, sin embargo, la que verdaderamente nos commueve y la que la convierte en una obra impecable. La intencion del director, Ovashvili, es elaborar una metáfora clarísima sobre el recorrido vital de todo ser humano a través del «objeto» de la isla. Cuando el anciano la encuentra, esta nace. Luego, la isla crece, madura, se vuelve jovial y llena de vida. Incluso da frutos, cuando los campos de maiz llegan a la época de la siembra. No obstante, un dia aparece el frio y unas terribles tormentas y la isla sufre un declive. El lugar pasa por diferentes etapas y se desarolla hasta la plenitud para luego perecer. Es, simplemente, como la vida misma. El realizador va construyendo ese poético concepto durante todo el filme, a partir de detalles muy sutiles y de una delicadeza digna de admirar.
En «Corn Island» abundan los planos largos y escasean los diálogos. El protagonista del film sólo pronuncia unas diez frases en toda la película, aunque, la verdad, las palabras no se echan en falta. El georgiano construye un personaje que es capaz de paracer entrañable, y a la vez hostil a partir de sus gestos y acciones. Ilyas Salman, el actor protagonista, resulta ser una elección de cásting ideal. La expresividad de este portentoso intérprete es tal, que con sólo una mirada, entendemos perfectamente qué está pasando por la cabeza de ese anciano. Por su lado, la actriz que interpreta a la nieta, también es todo un acierto. Su marmóleo rostro y su taciturnidad nos ofrece un interesante contrapunto con la figura de su abuelo. Juntos constituyen este universo idílico, que solo perturban algunos soldados georgianos en guerra. (Con sus apariciones, el realizador plantea un conflicto entre países, pero no llega a involucrarse del todo en él, prefiriendo centrarse en la historia del anciano y su isla).
Quizás lo mejor de «Corn Island» sea su esperanzador epílogo. El realizador quiere dejar a los espectadores con buen sabor de boca y, por eso, decide recordarles que después de la vida, hay más vida. En definitva, el filme de Ovashvili es simplemente, una belleza visual y narrativa que va directa al corazón y que nos habla, sin florituras, de nuestro papel en este planeta.
«Las altas presiones»: Dudas e inseguradades de un treintañero
Después del filme georgiano, pudimos ver la nueva incursión cinematográfica de Ángel Santos, «Las altas presiones«. El filme era uno de los platos fuertes de la sección «Transicions» y un alto número de gente acudió al festival para verlo. La cinta se estrenará en españa el ocho de mayo, con lo cuál, aquellos que no hayan podido visionarla en el D’A podran hacerlo muy pronto en las salas de cine convencionales.
«Las altas presiones» es un filme que explora diversas temáticas universales, aunque todas parten de un personaje en concreto, Miguel, interpretado excelentemente por Andrés Gertrudix. Miguel es jefe de localizaciones. Es un tipo bastante apático e inseguro pero, a la vez, es una persona muy agradable y cordial. A Miguel lo conocemos en un momento en el que siente que su vida no le llena del todo: su trabajo no le entusiasma, acaba de salir de una relación complicada y no es capaz de encontrar su lugar en el mundo.
Ángel Santos consigue, de manera eficaz, poner sobre la mesa un conjunto de temas personales e intimos. Su universo está habitado por personajes de carne y hueso con los que podemos vernos reflejados y las situaciones que expone son de lo más corriente en nuestro día a día. «Las altas presiones» pero, no quiere darnos respuestas ni consejos para mejorar nuestra vida, sinó que quiere generar debate y alentar el pensamiento introspectivo y a la vez, colectivo. Mirando sus escenas, pensamos en la crisi económica, la crisi existencial y de valores, las diferencias exitentes entre generaciones, la dificultad de relacionarse correctamente con otro ser humano… Es una cinta que invita a la auto reflexión y que presenta una realidad tangible y palpable.
Seguramente, muchos treintañeros podran sentirse identificados con el personaje de Gertrudix. Sin embargo, yo me siento más identificada con el de Diana Gómez, que interpreta a Paula, una chica de veinte años que tiene una mirada limpia y optimista sobre el mundo. Resulta particularmente interesante, la visión sobre la madurez que nos propone Santos en su cinta. Para ilustrarlo mejor, pongo un ejemplo concreto. Hay una escena, en la cuál, Miguel observa a través de la ventana a Paula jugando con otro chico más joven. Él la observa con melancolia y cierta tristeza en sus ojos. Se siente adulto, responsable y estabilizado. Cree que no puede connectar con ella, porque tienen una mentalidad completamente distinta. Ella es fresca y espontania y él ve que ya no tiene la posibilidad de cambiar y ser así, despreocupado y positivo.
La verdad es que «Las altas presiones» es un film que ofrece mucho material para debatir, pensar y reflexionar después de su visionado. Podríamos encontrarle conexiones con el cine de Jonás Trueba o con filmes como «El árbol magnético» (Isabel de Ayguavives, 2013), pero, realmente, el film de Ángel Santos se vale perfectamente por si mismo. Una de las propuestas más personales, íntimas e interesantes del DA 2015.
«La chambre bleue»: Un anodino caso policiaco estéticamente impecable
Para finalizar nuestro dia, decidimos visionar el nuevo filme de Mathieu Amalric, aquí director, co-guionista y protagonista. «La chambre bleue» ha sido también uno de los éxitos del D’A 2015 y en su segunda proyección, la sala estuvo más llena de lo que es habitual en un festival de este calibre.
«La chambre bleue» sigue un caso policíaco no muy estimulante centrado en unos amantes muy fogosos y sus respectivas parejas. Sin destripar muchas sorpresas, sólo añadiré que el personaje de Amalric es interrogado ferozmente durante toda la primera parte de la historia y que el filme juega con los flashbacks y la narración desordenada para contar la historia de amor y pasión de los amantes antes de que ocurra «el crimen».
El punto fuerte del nuevo filme de Mathieu Amalric es la concepción estética de este. El director y actor quiere que cada plano de la película tenga un significado, un simbolismo, más allá de que sirva para hacer avanzar la insulsa trama. Es por eso, que la elección del formato 4:3 no es deliberada. Amalric tiene alma de esteta y anhela hacer de «La chambre bleue» un poema visual. La primera secuencia es, sin lugar a dudas, la más lograda. Mientras escuchamos a los dos amantes hacer el amor, Amalric nos inserta planos detalle de diferentes objetos de la habitación. Un pañuelo rojo, un collar de perlas, una pared con un horrible papel pintado… Amalric nos anticipa ya muchos elementos relevantes de la trama, pero lo hace de forma sutil, bella e impecable. La paleta de colores, el vestuario, los decorados y su trabajo con el sonido ambiente y la banda sonora (compuesta por temas clásicos y orquestrales), acaban de configurar su cinta como una proeza estética.
Sin embargo, la historia que nos cuenta «La chambre bleue» no tiene ni la mitad de fuerza que su puesta en escena. Si bien el punto de partida es atractivo y rápidamente nos enganchamos a la trama policiaca, a medida que esta avanza, nos desinteresamos de manera exponencial. La prueba evidente es que, en las escenas del juicio «final», ya no prestamos suficiente atención a las declaraciones. Es el momento más asfixiante para el protagonista ya que ahí se decide todo. Sin embargo, para nosotros el crimen está en segundo plano y la resolución de este se nos antoja confusa, inexplicable y sobretodo, irrelevante. La historia de amor prohibido y loco, por otro lado, también podría haber dado mucho más de si. Sobre todo, contando con un personaje tan pasional e irracional como el de Stéphanie Cléau. A modo de curiosidad, os diré que justamente esta actriz es la pareja de Mathieu Amalric en la vida real, con lo cuál, las escenas de cama se vuelven aún más morbosas y tórridas. (Aunque no abundan en el metraje).
En conclusión, «La chambre bleue» es una historia criminal mediocre empaquetada en un envoltorio, visual y sonoramente muy atractivo. Académico, pero efectivo. Y las interpretaciones son, obviamente, magníficas, como suele ocurrir en los filmes dirigidos por actores profesionales. Una obra menor de un cineasta con mucho potencial.
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