El vacío, la necesidad de afecto, el amor a la vejez, la importancia de seguir soñando, la búsqueda de esperanza, la confianza en nosotros mismos, el modo como afrontamos las decisiones difíciles que tomamos en la vida. Estas, y alguna idea más, han estado presentes en las diferentes proyecciones del día de ayer en Documentamadrid.
«Plaza de la soledad»: En busca del cariño perdido
Si “Ad ventum. Hacia el viento” de Bárbara Mateos es esa hermosa película en la que está presente, aunque de una forma velada, la idea de la soledad y la necesidad de ser escuchados, «Plaza de la Soledad» de Maya Goded aborda esta temática y otras diferentes, documentando la vida de una comunidad de prostitutas en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México.
«Plaza de la soledad» es un complejo documental, por la densidad que va adquiriendo, en el que Maya Goded tiñe con toques de humor los niveles dramáticos que va adquiriendo. De este modo alivia el cruel subtexto y la dura realidad albergada en el interior de esta historia y que, en algún caso, tan solo se deja entrever ligeramente, ya que hay aspectos sobre los que no se termina de profundizar del todo. No obstante, este hecho no supone un problema, porque la película incrementa su interés dejando esos aspectos en esa especie de fuera de campo. Plaza de la soledad se puede leer través de varias capas.
La primera capa es la que revela, irremediablemente, una realidad dominada por un creciente machismo, en la que la mujer se ve sometida y humillada y termina siendo reprimida.
La segunda capa, igual que la siguiente, es consecuencia de la anterior, el pasado de las prostitutas, que se manifiesta complejo, al haber crecido en el seno de familias donde predominaba la violencia, y haber sufrido maltratos tanto físicos, como psicológicos. Esto habría degenerado en la desestructuración del seno familiar.
La tercera capa, muestra cómo las protagonistas suplen la ausencia que tuvieron de la figura paterna en su infancia. El cariño y el afecto que ni sus padres, ni sus madres les dieron. El desarrollo de esta faceta convierte en entrañables a estos personajes. Dos de ellas se abrazan sobre una cama, mientras una le repite a la otra “siento ese abrazo que mi madre nunca me dio”.
Por otra parte, el análisis también se puede realizar desde los dos puntos de vista que se diferencian en torno a la actividad que ellas realizan, el del hombre y el de la mujer. El del hombre es sencillo. Tal y como uno de los personajes viene a decir, “yo le doy al cuerpo lo que pida”. Sin embargo, el punto de vista de las mujeres es diferente. Por una parte, queda claro que hay una necesidad puramente económica y una razón de subsistencia justifica lo que hacen. Pero lo que hace diferente a esta película es mostrar el dolor que esconden estos personajes vinculando esa actividad con la búsqueda de un verdadero amor. Un ejemplo, es el de esa mujer que una vez ha acabado con uno de sus clientes, cuenta cómo da vueltas en la cama acordándose de lo que le dijo el que se acaba de ir y después de lo que le dijeron otros.
«Plaza de la soledad» es un brillante retrato, lleno de humanismo, de los entresijos del alma humana y Maya Goded ha conseguido captar la esencia de esas mujeres que únicamente están sedientas de cariño o de algo tan sencillo como un abrazo.
«Les Saisons (Las estaciones)»: cuando el contraplano en montaje evidencia el artificio
«Les saisons (Las estaciones)» de Jacques Perrin y Jacques Cluzaud, se ha proyectado como el estreno en España de la película que llegará dentro de poco a las salas comerciales. Después de “Océanos”, ambos directores han vuelto a realizar un nuevo documental, centrándose esta vez en los paisajes europeos y los animales salvajes que han compartido los mismos desde la última Edad de Hielo.
El largometraje, proyectado dentro de la sección oficial, aunque fuera de competición, da comienzo con el retrato de las disputas entre varios animales. Es especialmente llamativa la que mantienen los caballos entre sí. El filme recrea el modo en que cada uno busca su supervivencia. También lo hace de un parto y termina siendo simpático el modo en que el resto de la naturaleza lo observa. En general, hay determinadas escenas que conectarán con el público, por lo entrañable que parecen. Sin embargo, arrastra un problema y es que se ve aquejada por el uso del montaje, principal aspecto sobre el que se ha construido. Aquí el montaje es el principal generador de sentimientos, junto con el apoyo de la música. Queda al descubierto el dispositivo, un tanto artificioso, sobre el que descansa la narración de la película. Su uso tiende a ser algo manipulador a través del contraplano, el cual busca en muchos casos el guiño al espectador, pero le resta naturalidad a la historia, ya que hay escenas que resultan forzadas de este modo.
No obstante, al margen del artificio de este dispositivo narrativo desplegado a través del montaje, hay planos generales que muestran enormes paisajes que deben ser rescatados y por los que merece la pena ver la película.
«The other kids»: La imperiosa necesidad de seguir soñando
«The other kids» de Pablo de la Chica es un retrato del modo en que Reagan, de 7 años de edad, intenta acceder a la escuela a través de becas deportivas que le permitan estudiar.
La historia se desarrolla en Uganda y hace uso del fútbol como en pocas ocasiones se ha mostrado en un cine realista. Como motor del desarrollo personal y como motor de desarrollo de una zona determinada.
La historia alterna la vida de Reagan, con fragmentos de la Eurocopa que España ganó en 2008 y entrevistas realizadas a Sergio Ramos y Fernando Torres.
El punto de vista que se adopta en la película es interesante, ya que no deja de ver las bondades de este, que podría ser cualquier otro deporte. La necesidad de seguir practicándolo facilita a esos chicos, como dice Torres, algo que los demás no tienen, la ilusión de llegar a ser algún día lo que los jugadores de la selección española han hecho. Este es, por tanto, el tema central de la película, el deporte como generador de ilusión, de expectativas para seguir creciendo.
Cortometrajes: Modos de afrontar el salto al vacío
La sesión de cortos nos ha dejado dos especialmente interesantes con una temática idéntica. «Ten meter tower (Hopptornet)» de Axel Danielson y Maximilien Van Aertryck. Un experimento que consiste en ver la reacción de diferentes personas cuando deben saltar a una piscina sobre una altura de diez metros. El cortometraje se ve como una representación del modo en que afrontamos las decisiones difíciles que tenemos que tomar en la vida, como si de un salto al vacío literalmente se tratase.
«Bacon & the God´s Wrath» de Sol Friedam da comienzo con la interpretación literal del cortometraje anterior, lo que hace pensar que tampoco es casual por parte de los programadores el hecho de que se proyectasen uno a continuación del otro. En este caso, la mujer protagonista es una mujer judía de 90 años de edad que va a dar su salto al vacío al probar el bacon por primera vez. El corto muestra la educación a la que se ha visto sometida durante su infancia y el modo en que rompe con las creencias impuestas, dando así su salto al vacío y demostrándose a sí misma que Dios no la ha castigado por hacerlo.