A estas alturas de la presente edición de DocumentaMadrid 2016, se consolida una de las principales líneas temáticas trazadas este año a través de su programación: la marginalidad de la mujer.
Se trata de aquella que da cuenta de una posición muy desfavorable de la mujer en diferentes sociedades, al encontrarse afectada por actos de violencia o por otro tipo de rechazo, de forma que se ve abocada a huir en la mayoría de los casos o a tomarse la vida de otro modo. Esta idea se encuentra en diferentes películas como «Hooligan Sparrow» donde las violaciones cometidas sobre niñas menores se pasan por alto por el Gobierno de China; «La plaza de la soledad», donde mujeres buscan el amor prostituyéndose, en una sociedad como la mexicana; o en el caso que nos ocupa hoy, «Sonita» que huye de la sociedad afgana, en la que las mujeres, por ejemplo, tienen fijado un precio.
Otra forma de violencia, es la que se muestra en «Credit for murder» Vladi Antonevicz donde uno de los más brutales asesinatos de dos inmigrantes acontecido en ese país, genera la reflexión, después de que varias personas al comienzo, vean el video y no se nos muestre, dejando únicamente la reacción de aquellos que visionan el mismo en cada momento.
«Sonita»: Rechazo de la realidad afgana
El primer caso que nos ocupa, «Sonita» de Rokhsareh Ghaem Maghami, que se está proyectando durante estos días en el festival canadiense de cine documental Hot & Docs y también fue proyectada el pasado festival de cine de Sundance, consiguiendo el premio de la audiencia y el gran premio del jurado.
Sonita es una chica que trabaja al inicio de la película trabaja en Teherán, limpiando en un centro de refugiados. Vive con su hermana y su sobrina en una habitación. Después, se produce la irrupción de la madre de Sonita, cuya figura desencadenará los hechos determinanates.
Sonita, sabiendo que puede ser vendida, le plantea a la directora si, del mismo modo, no le puede comprar ella. “No está bien que interfiera así en tu vida. Yo solo debo grabar la realidad”, le dice la directora a la protagonista en un momento determinado. Sin embargo, la cineasta interviene y desencadena una nueva realidad.
Es pertinente preguntarse aquí, ¿qué sucede cuando el cineasta traspasa la línea que le separa de sus personajes y toma partido, activamente, en la historia? Este es el debate que abre «Sonita», ya que la realidad que se intentaba captar y representar, con motivo de esta circunstancia, ya ha quedado alterada.
Ghaemmaghami en este caso muestra con claridad el modo en que ha interferido y cómo lo hace. Paga los 2.000 dólares a la madre de Sonita, para conseguir un margen de 6 meses más para la pequeña y para salir de Afganistán. Sin duda la directora, con esta acción, está rescribiendo el documental de una forma improvisada. Está creando y retratando una nueva realidad con sus decisiones que, de no haberlas tomado, a buen seguro estaríamos ante un documental diferente.
Sonita rehuye hablar de amor cuando le preguntan si se ha enamorado alguna vez. Esquiva la pregunta cogiendo la cámara y haciéndose cargo de ella durante un rato, mientras encuadra a la directora de la película.
Durante todo este proceso surge la oportunidad de interpretar un rap, lo que la protagonista aprovechará con el fin de abrirse puertas. Después conseguirá una beca para estudiar en EEUU.
«Sonita» es un documental que habla sobre la negación y el rechazo de una realidad conflictiva que presenta Afganistán. Sobre cómo huir del conflicto en busca de mayores y mejores oportunidades. Es un manifiesto en contra de la violencia, aunque el modo de ejercitarlo sea a través de un forzado exilio.
«Credit for murder»: Ejercicio de imprecisión narrativa
El largometraje firmado por Vladi Antonevicz, está siendo proyectado también estos días en el festival canadiense de cine documental Hotdocs. Este da comienzo con un fuera de campo, manteniendo en él los videos que varios personajes visionan de internet (youtube), sin que el espectador llegue a ver ninguna imagen. En este vídeo se aclara que contiene el asesinato más brutal de los últimos años en aquel país.
Documental cuyo estilo presenta dificultades para ser decodificado de una forma adecuada. Del planteamiento de thriller con el que da comienzo, la narración se dispersa, dando de lado a la supuesta búsqueda del asesino y su investigación. Es decir, que a ese tono pretendido de thriller que presumiblemente se quería conseguir, se centra en exceso en otros aspectos como es el análisis de la imágenes de videos de internet. Llegados a este punto parece pertinente preguntarse entonces, ¿Qué es verdad y qué es falso en las imágenes que nos muestra el propio Antonevicz? Sin duda, las entrevistas que mantiene con esas personalidades rusas relevantes, deben ser consideradas ciertas. El resto del material, como son las conversaciones que mantienen los personajes entre sí en habitaciones delante de un portátil, es algo secundario e, incluso, está presente de una manera un tanto forzada.
Por estos motivos, no queda clara la intención de la película. Así, se pivota entre ideas relativas a la investigación del material que se dispone para intentar averiguar quién fue el asesino y, entre otras, como es realizar análisis de diferentes imágenes con el fin de saber si lo que contiene la misma es verdadero o falso.
A ratos desconcertante e, incluso, perturbadora, el documental se muestra irregular. Además, se encuentra iluminada con una luz muy poco naturalista, muy contrastada en algunas ocasiones, lo que hace cuestionarnos, incluso, la naturaleza de la propia imagen que nos muestra Antonevicz, ya que parece una iluminación más propia de una película de ficción que de un documental con una temática como la que presenta, de partida, «Credit for murder».