Nota del editor: Arturo M. Antolín es nuestro redactor en el festival de Cannes. Es la primera vez que asistimos a este evento en calidad de periodistas acreditados. No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar en lo que a organización se refiere. Las experiencias en otros festivales, como la reciente Berlinale, habían sido considerablemente buenas. Sirva este texto para poner en conocimiento de lectores, compañeros y profesionales del sector la experiencia de Videodromo.
En el festival de Cannes existe un sistema de castas en lo que a medios de comunicación se refiere. Cada miembro de la prensa tiene una tarjeta que le acredita como tal y que ha de usar en todo momento para poder entrar a las proyecciones. Estas tarjetas están diferenciadas por colores. Tenemos, por un lado, las tarjetas blancas y rosas que son las de los medios «mayores». Tienen todos los derechos que la prensa puede tener (entrevistas, pases de prensa, presencia en rueda de prensa… todo). Después, están las tarjetas azules y amarillas. Ahí estamos nosotros, los de Internet, los niños aprendiendo en un juego de mayores, los que carecemos de parte de nuestros derechos pues aún no hemos llegado a la edad adulta en lo que a medios de comunicación se refiere (al parecer). No lo comparto, pero lo entiendo. Seguimos adelante.
Existen pases exclusivos para la prensa. Suelen darse el día antes de la presentación oficial de la película. A este pase tiene derecho cualquier medio de comunicación. Aunque claro, hay prioridades… Y aquí es donde han llegado los problemas. Ayer hubo muchos problemas con el pase de prensa de Inside Llewyn Davis, la nueva película de los Hermanos Coen. Yo no estaba presente, pero según me contaron la sala se llenó de miembros de la prensa con el pase rosa, a pesar de que, durante dos horas, periodistas con pases azules o amarillos habían estado esperando, pues supuestamente iban a poder pasar. No les dejaron pasar, y luego comenzaron a decir que los azules pasaban y los amarillos no.
Se dijo entonces que si íbamos al día siguiente dos horas antes de la película nos darían invitación a los de la prensa amarilla. Ahí nos presentamos nosotros (por culpa de lo cual nos perdimos el primer pase del día) para acabar descubriendo que sólo cuatro miembros de la prensa amarilla recibimos la invitación, junto a lo cual nos añadieron que por favor no dijésemos nada. Pero todo sigue bien, eh.
Y hoy [ayer] acaba de volver a pasar. Esperando para ver Blood Ties de Guillaume Canet, que se estrena mañana, hemos estado durante hora y media esperando los miembros de la prensa con tarjetas azules y amarillas para acabar sin pasar una sola persona. Ni uno. Nos han tenido esperando mientras gente con pase rosa que llegaba a última hora pasaban por delante nuestro. No nos han dicho nada, no una advertencia, no una palabra de «quizá no podáis entrar». Nada.
Entiéndase de lo que estoy hablando aquí. No me quejo de que entren los rosas y blancos y a nosotros nos dejen fuera. Eso lo entiendo. De lo que me quejo es del menosprecio que se nos hace sin que se nos advierta de que no nos dejarán pasar. He hablado con miembros de la organización, pidiéndoles que cuando mañana vuelva a suceder lo mismo no dejen a la gente esperando a sabiendas de que no van a poder terminar por pasar. Su defensa ha sido que ellos no pueden saber si se va a llenar. La cuestión es que sí que lo saben, quizá en ciertas películas no lo puedan saber, pero ayer sabían que se iba a llenar y hoy intuían que iba a pasar. Les he pedido que, dado que no pueden dar seguridad, por favor lo advirtiesen. Un: «es poco probable que entréis» para que nadie pueda decir que no se lo avisaron. Me he pasado el cuarto de una cola de quizá 50 personas durante una hora y treinta minutos de reloj. Nadie me ha dicho nada.
Me parece que esto no hace sino mostrar un menosprecio hacía nuestra persona y nuestros medios. Yo también estoy aquí trabajando, no estoy tirado a la buena vida en la playa. Estoy trabajando. Y es un esfuerzo que tengo que hacer. Que me hagan esperar 1h30 en vano a sabiendas de que no entraré es una auténtica vergüenza porque ya ha impedido que hoy pueda ver alguna película. Porque ha hecho que haya gastado 1h30 en un acto vano cuando podía haber invertido ese tiempo en cualquier otra cosa. Quizá en mi posición sea más «correcto». Al fin y al cabo estaba el cuarto y si hubiese algún hueco hubiese podido entrar. Pero, ¿y al número cincuenta? ¿No le hubiese venido bien que alguien le dijese «esa fila de ahí tiene preferencia y después si quedan sitio empezamos con esta» y que luego él eligiese a su parecer?
Puede que esté quejándome de vicio quizá sea así, quién sabe. Ahora, yo personalmente no lo creo y pienso que las cosas se deben contar todas. Tanto las buenas como todas las películas que estamos viendo, como las malas, como acontecimientos similares a estos.