Mar. Mar 19th, 2024

El joven realizador canadiense trae este año al certamen francés un estudio de los conflictos familiares conviertiéndose en todo un evento.

En el pase de la última película de Hirokazu Koreeda estaba sentada al lado de una chica que, medio en inglés y medio en español, me explicó que era taiwanesa (he venido a este Festival a estrechar las relaciones con Asia) y que estudiaba en Londres. Pero sobre todo, que Koreeda era su director favorito y que estaba muy nerviosa ante la posibilidad de verle en persona. Sus nervios y sus ganas, su momento de pánico por no encontrar el móvil que tenía en la mano, me hicieron replantearme mis ganas de algún día poder conocer a David Fincher. Que en Cannes acepten en ocasiones que lleves bailarinas, y no tacón,  no implica que vayan a ser benévolos con una señora en la alfombra roja, haciendo la croqueta a causa de la emoción.

Otra anécdota de la jornada se dio cuando el encargado de hacer pasar a la parte “azul” de la prensa al pase de la película de Dolan bajó las escaleras que conducen a la Sala Debussy, volvió su vista hacia el final de la cola que estaba formada. Su cara de asombro nos hizo gracias a unos (los primeros de la cola), a otros les dio medio (parte media y final) y otros, directamente, se fueron a tomar posiciones para el siguiente pase. Finalmente, los dos pases programados no fueron suficientes, y el Festival coordinó un pase especial. Con una expectación tan grande cabían dos posibilidades: o que los aplausos no acabaran nunca o que el abucheo fuera memorable. Al final, hubo aplausos y algún abucheo.

“Juste la fin du monde”: Dolan vuelve a la familia disfuncional adaptando una obra de Jean – Luc Lagarce

Imaginemos que hoy, tras 12 años, vuelve a casa un hermano. Alguien que abandonó el nido para poder dedicarse a la crítica literaria, que no olvidaba ningún aniversario, pero sus postales apenas contenían tres palabras, que quería vivir plenamente su sexualidad. Imaginemos también que está gravemente enfermo, y que el motivo de la visita es poder despedirse de los suyos. Imaginemos por último quienes le esperan: una madre que trata de matar los nervios con falsa frivolidad, un hermano resentido (no se explica por qué) y una hermana que idolatra su recuerdo.

Juste la fin du monde 03

Con todos esos ingredientes Xavier Dolan retrata esas últimas horas con la familia: la dificultad de explicar, la dificultad de retomar las relaciones, etc. El ambiente está enrarecido, envenenado por medias verdades, por explicaciones que no se dieron, y otras que no se pidieron. Se malinterpreta y se exagera. Dolan nos mete en la cocina y nos hace partícipes de cada conversación, de cada silencio. Cada uno de los personajes es incapaz de interpretar al resto, y discuten y se pelean y siguen comiendo. Todos se desangran ante la cámara del director quien, fiel a su estilo, se fija en cada pequeño gesto. No se definen muchas de las fuentes del conflicto, pero este es evidente en malhumor de Antoine (Vincent Cassel) y en el nerviosismo de Catherine (Marion Cotillard). Gaspar Ulliel, el recién llegado, calla y se va hundiendo bajo el peso de su incapacidad de comunicarse con su familia.

Dolan, una vez más, vuelve a darle mucha importancia a la música, con un momento que resulta memorable. Realiza las transiciones con cortes a negro, como un telón, entre escena y escena. Pero sobre todo centra toda la atención en los actores. Muy agradecida debe estar Marion Cotillard, mucho más serena que en “Mal de Pierres”; o Lea Seydoux, con un papel mucho más emocional y emocionante de los que le hemos visto tras La vida de Adele”; en cuanto a Nathalie Baye, la actriz tiene un papel desagradecido pero que defiende con valentía. Ulliel y Cassel juegan a ser dos caras de la misma moneda: siempre opuestos pero con un innegable amor. Son ellos quienes asisten, sin saberlo, al fin de su mundo.

Inevitablemente se comparará la película con su predecesora, Mommy. Innecesaria y peligrosa comparación. En aquella ocasión el director filmaba su propio guion, en esta toma la obra de Lagarce y la adapta fielmente, según comentan quienes la han leído. Más allá de similitudes por la inclusión de momentos musicales, las película avanzan de forma muy distinta, siendo aún más intimista “Juste la fin du monde”, en parte debido a que está narrada por el propio Ulliel. Más irregular que aquella, “Juste la fin du monde” es la historia de un polvorín familiar. Y Dolan se arriesga, acercando la mecha en todo momento. El resultado, aunque más irregular que “Mommy,” vuelve a ser un filme notable.

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Epílogo: hubo abucheos, pocos pero los hubo, para la película de Xavier Dolan. También muchos aplausos, por lo que en el aplausometro ocuparía la zona intermedia. Pero lo que hubo fueros reacciones inmediatas y de 140 caracteres en Twitter. Se dice, se comenta, que es una película histérica. No es cierto, es una película en la que amor y reproche van de la mano, y el miedo a que se esfume el recién llegado.

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