Hemos visto lo nuevo de los hermanos Ben y Joshua Safdie y del realizador turco Fatih Akin, y nos han despertados distintas sensaciones.
Entramos en las últimas jornadas. Ya va quedando poco por ver y comienzan las quinielas. Juego del que no participo, de momento. Cuando el domingo eche el cierre la edición de 2017, muchos serán los que respirarán tranquilos. La situación de alerta por posibles ataques terroristas en la que se encuentra Europa no queda fuera del Festival. Controles exhaustivos y, sobre todo, tensión. Y aunque la gran mayoría intenta que esa tensión no nos llegue, es imposible no contagiarse. La fiesta del cine no ha perdido la sonrisa, pero ahora luce un matiz de tensión en el gesto.
“Good time”: gatos persiguiendo a ratones psicodélicos
Hace tres años, los hermanos Ben y Joshua Safdie presentaban “Heaven knows what” la historia real de una joven consumida por adicción a las drogas y la destructiva relación que mantiene con su novio. Rodada como si de un documental se tratara, la película destacaba tanto por su impactante argumento como por su potente dirección. Rasgos que “Good time” no hace más que confirmar.
La película empieza con Ben Safdie en pantalla. Interpreta a Nick Nicas, un joven con minusvalía psíquica a quien su hermano Connie (Robert Pattinson) recoge, no sin cierta violencia, del centro donde está recibiendo tratamiento. A los cinco minutos de película los hermanos han sido introducidos como personajes y ya han cometido un delito. Es esta una película de perseguidos de las que ya hemos visto antes: el que cree que cometer un delito es la única forma de cambiar de vida, el pobre fracasado que no es capaz de cambiar su suerte. Policías, persecuciones y huida.
Sin embargo, “Good time” va más allá. Los Safdie convierten una historia muy del estilo de Elmore Leonard en algo totalmente diferente. Lo hacen mediante escenas de acción muy bien rodadas, cierta psicodelia en la iluminación de las escenas y jugando con personajes, tanto los que permanecen como los que desaparecen de escena pero siguen presentes en la trama. Los movimientos de cámara inquietos, que se acercan mucho a los personajes, desprenden una energía que se concentra en Robert Pattinson. El actor conserva durante toda la película un delicado equilibrio entre el carisma que desprende su Connie y el halo de derrota que le rodea todo el tiempo. El es el único personaje que está en pantalla a lo largo de toda la película. Y aunque todo el reparto está a la altura, cabe destacar lo divertidos e irritantes que resultan tanto el pequeño papel de Jennifer Jason Leigh, como el de Buddy Duress.
La película es un ejercicio de rebeldía, de apostar por un relato personal de un cuento que resulta familiar. Sin la radicalidad que suele proponer Lanthimos, y con mucho más acierto que Loznitsa o Mundruczó, los Safdie presentan su candidatura a figurar en el palmarés del domingo y, visto lo visto tras los distintos pases, no son pocos los que están de acuerdo con ello.
“In the fade”: solo Kruger destaca en el tríptico sobre la venganza
Fatih Akin ha venido a Cannes a hablar de su libro. Y, como Umbral en ese momento ya mítico en el imaginario colectivo, le importa poco todo lo demás. En “In the fade”, Diane Kruger da vida a Katja, una joven alemana casada con un hombre de origen kurdo. Su asesinato, obra de dos neonazis, destroza la vida de la protagonista y es el hilo conductor de la trama. La película se divide en tres partes. La primera, «Familia», funciona bien en la caracterización de los personajes (aunque algo maniquea) y en la exposición de las ideas que se desarrollaran en las siguientes partes.
En la segunda parte, «La justicia», Akin saca el armamento pesado. Asistimos al juicio de los presuntos asesinos, pero se antoja más bien como la excusa del director para lanzar el discurso pretendido desde el principio. Rodada de forma plana y con un montaje algo burdo, apenas hallamos detalles de estilo a destacar (si acaso, un plano cenital y poco más). Akin parece tener ganas por cerrar esta parte y adentrarse en el final.
«El mar», tercera y última parte de la película, es el fin con el que Akin pretende justificar todo lo mostrado hasta el momento. lex talionis hecho película. Llegada hasta aquí, la cinta solo tiene a Kruger para tratar de aportar algo de coherencia, pero la película ya está gravemente herida. La actriz sostiene los girones de película, a pesar de que en algún momento parezca no tener muy claro como afrontar al momento emocional de su personaje. De todas formas, su trabajo es el claro ejemplo de un buen papel en una película que resulta menos brillante.
La película de los Safdie fue recibida con entusiasmo (y algún abandono de sala). La de Akin no ha tenido una recepción adversa, pero los corrillos de indignados eran bastante numerosos a la salida.