Entra en escena el cine asiático con Hong Sang-soo y Naomi Kawase y ambos han tenido una buena recepción. Dos puntos de vista muy diferentes sobre las relaciones y sus encrucijadas.
De prejuicios, de aceptar opiniones ajenas como propias, también sabe algo el cinéfilo (el medio, el exagerado, el que se sale de los pases…). “El cine sueco es aburrido”. “El cine español no sabe hacer thrillers”. “El cine asiático es violento”. El ejercicio para comprobar la validez de estos prejuicios, requiere tiempo y esfuerzo, pero a la larga permite que uno se sumerja en filmografías que desconocía (o mal conocía). Personalmente, reconozco que salvo alguna excepción, no tenía una relación fluida con el cine asiático. Algo que en gran medida han curado los festivales y algunas plataformas audiovisuales, aunque ya sabemos que eso no es cine (sí, es un comentario irónico).
Sea como sea, una jornada con Naomi Kawase y Hong Sang Soo se marca en rojo en cualquier calendario festivalero. Kawase a primera hora en el Lumière, todo en orden. Hong Sang-soo… la tercera fue la vencida. Primer pase completo, segundo pase al que no pude llegar por retrasos en la película anterior. Pánico. Pero el tercero sí fue el bueno. Aunque tuve que aguantar las gracias de los encargados del Festival, que se choteaban de que siendo la única persona que se había acercado con hora y media de antelación, insistiera en ponerme en la fila.
“Hikari (Radiance)”: Kawase acierta con su propio ensayo sobre la ceguera
La nueva película de la realizadora nipona, quien logró el Gran Premio del Jurado en 2007 por “El bosque del luto”, explora y estudia el poder de la visión. Tanto en el sentido físico como en el emocional. Lo hace a través de un grupo de personas que participan en unas pruebas de audio para invidentes para una película. Entre los asistentes está un fotógrafo con ceguera parcial pero cuya visión se deteriora progresivamente y la joven que interpreta las imágenes y las traduce en palabras, llamadas a reproducir las sensaciones de la película.
“Hikari” juega desde el principio con un interesante juego de dualidades. El fotógrafo (interpretado por Masatoshi Nagase) que pierde la vista y con ello también su forma de ganarse la vida. La joven Misako (interpretada por Ayame Misaki) que trabaja con palabras y no saber cómo articular sus sentimientos. Ambos ciegos en lo que se refiere a sus propios sentimientos. Dos personajes interesantes, bien escritos y muy bien interpretados. Especialmente en el caso de Nagase, que transmite muy bien la sensación de pérdida y de frustración, con un halo de vulnerabilidad.
La película tiene las señas de identidad del cine de Kawase, con una fotografía muy cuidada y con una presencia constante de la naturaleza. Pero no es en los elementos sólidos donde la película se hace fuerte. El relato destaca por asimilar la visión como sentido con la ceguera sentimental. También resulta muy interesante el desarrollo que expone de la experiencia fílmica en el caso de los invidentes. Explora la comunicación cuando no hay apoyo visual y el poder de la imaginación para suplir la carencia sensorial. Todo ello con la apuesta que siempre hace la realizadora por un guion que no huye de los sentimientos, sin caer en ningún caso en el exceso. La relación de los personajes, que se inicia con brusquedad y como desde ahí va avanzando hacia una comprensión mutua, no resulta puede ser acusada de demasiado azucarada.
Con “Hikari”, Kawase incide en su propio imaginario, pero lo hace con una madurez que no estaba presente hasta ahora. “Nada es más hermoso que aquello que desaparece ante nuestros ojos”, esta frase, repetida en dos ocasiones y en contextos diferentes, marca el desarrollo de una cinta reflexiva y evocadora.
“Geu-Hu (The day after)”: Hong Sang-soo purga sus culpas
El ritmo de producción artística de Hong Sang-soo está comenzando a tener al de enfermizo. Presente en San Sebastián el año pasado y en la última edición del Festival de Berlín, a Cannes ha llegado con dos películas. “Claire’s Camera”, vista fuera de concurso, y esta “The day after”. Rodada en blanco y negro, vuelve a contar con Kim Min-hee (como empleada de una editorial en su primer día de trabajo) y Kwon Hae-hyo (su jefe). Sang-soo vuelve al juego de identidades, a las relaciones adúlteras y a los excesos de alcohol. Sus personajes se aman, se juntan y se revuelven.
Al ver “The day after” queda cierta sensación de que el director se ha perdonado a sí mismo, al menos en parte, los pecados de los que se sintiera responsable, y para los que ha buscado la absolución a través de las películas. Con un montaje que avanza y retrocede en el tiempo se van llenando los huecos que va dejando la película en su planteamiento inicial. Destacan los cambios de ritmos de la película, con largas conversaciones en las que los personajes pelean, discuten, hablan de religión. Entre cada una de ellas breves intermedios en los que vemos a los personajes en soledad, o relacionándose con otros ajenos a su relación.
La película no implica novedad alguna en la filmografía del realizador coreano, pero sí deja cierta sensación de haber cerrado ciertos episodios personales, que durante años ha exorcizado en sus películas. Arrastra cierto cansancio y, es cierto, la película no tiene la frescura de obras anteriores. Aún así, “The day after” ha convencido, si bien no habrá logrado la conversión de cinéfilos descreídos en lo que a su obra se refiere.
Las dos películas han tenido buena recepción. En un abanico de reacciones que van desde el entusiasmo a otras un poco más tibias, ninguna ha recibido abucheo. Salvo Lanthimos, que polarizó más las reacciones, en esta edición del Festival no hay la disparidad de opiniones tras las proyecciones que tanto sonrojo llegaron a provocar en la edición del año pasado.