La realizadora Céline Sciamma juega en casa, y se nota
Sexto día y primer “Désolé. Complet” de esta edición. Ha sido en una película de la Quincena, donde buscábamos evitar las aglomeraciones del primer día de pases de la nueva película de Malick. Los nombres del día, además del propio Malick, han sido Albert Serra y Celine Sciamma. El primero por el ruido que está generando su película, que se encuentra entre las favoritas de algunos críticos y es clasificada como “espectáculo terrible” por otros. Sciamma, reivindica el papel de la mujer en el “hacer cine”.
Hoy solo comentaremos una película de la Sección Oficial, ya que hemos evitado las colas en el interior del Palais y el quedarnos a las puertas de ver la de Malick, prefiendo hacer cola en la calle, bajo la lluvia, para quedarnos a las puertas de ver “The lighthouse”. Sobre la obra de Sciamma, sentimientos encontrados con una película que resulta algo alicaída a pesar de la potente historia de amor que intenta plasmar.
«Portrait de la jeune fille en feu«: pavana por un amor difunto
El nuevo filme de la realizadora Céline Sciamma se ha presentado en un Gran Teatro Lumière con aforo completo. El apoyo a “Portrait de la jeune fille en feu” ha comenzado ya antes de que se iniciara el pase, cuando en la pantalla de la sala se nos mostraban imágenes del equipo de la película y se ha producido una primera ronda de aplausos. Preludio de la ovación con la que se ha iniciado el pase. Sciamma juega en casa, lo sabe y se lo han demostrado.
En “Portrait de la jeune fille en feu”, Sciamma nos lleva a la Francia de finales del S XVIII y nos presenta a Héloise (Adèle Haenel), una joven recién salida del convento, que tiene sentimientos encontrados respecto al matrimonio que su madre (Valeria Golino) le ha concertado. Héloise necesita un retrato de bodas y este es encargado a Marianne (Noémie Merlant). La presencia de Marianne en su casa trastocará la vida de Héloise. Lo que se inicia como una relación apenas soportada, se irá transformando en algo profundo y conmovedor. Una relación, en resumen, que requiere un trabajo actoral sutil, algo que, tanto Haenel como Merlant consiguen. La primera realiza un buen trabajo, correcto durante toda la cinta, que culmina en un final conmovedor. En cuanto a Merlant, su personaje requiere de aún más sutilidad y la actriz está a la altura componiendo una Marianne fuerte, segura y, finalmente, enamorada.
Esta historia de amor sáfico, condenada ya antes de empezar siquiera, se plasma en una obra de bonita factura, en la que destaca la fotografía de Claire Mathon. Con un buen trabajo en el tratamiento de la luz, sobre todo en exteriores, en el que destaca la calidez de los planos, sorprende con el posicionamiento de la cámara en otros momentos. Al tiempo que la banda sonora tan poco intrusiva como poco memorable, pero con algún momento de tierna sencillez, va conformando una base artística melosa y algo edulcorada.
El primer problema de la película lo encontramos en su montaje, que con su languidez pretende subrayar el amor de las protagonistas y lo consigue a medias. En una historia de amores prohibidos como esta las imágenes deberían suplir las palabras no pronunciadas y, sin embargo, el montaje acaba requiriendo de la expresión de los sentimientos en voz alta para que el espectador comprenda la profundidad de algunos momentos. El segundo problema radica en algunas decisiones tomadas por la directora en la composición de algunas escenas y que resultan muy cuestionables. En una búsqueda de lirismo, construye dos momentos grotescos.
Al final del pase, se ha producido una prolongada ovación, quedando claro una vez más el apoyo a Sciamma.