Mar. Mar 19th, 2024

En la sección oficial seguimos sin ver nada destacable, del Chad llega un filme menor y Ozon salva los muebles tirando de su gran oficio más que de talento.

Con los años, en Cannes vas haciendo amigos y “amigos”. Los primeros comparten pases y día a día, paninis a todo correr y un ceviche más relajado. Los segundos, como podéis imaginar, son los que se cuelan, o los que la lían en los accesos a las salas, por ejemplo. El ejemplo más reciente es una nueva “amiga” que ha tenido a bien explicarme que se colaba porque hacía mucho Sol. Lo mejor es que teníamos por delante 20 metros de cola que no avanzaba aún bajo el Sol.

Actualización del tema entradas: seguimos sin cola virtual, pero algo ha cambiado para que ayer pudiéramos comprar las entradas sin problemas. Esperemos que siga así.

Vuelta al cine con dos propuestas muy diferentes: las nuevas películas de François Ozon y Mahamat-Saleh Haroun. Tan distantes en sus propuestas y en su uso del lenguaje audiovisual que parece que lo único que las asemeja es estar en la Sección Oficial del certamen.

«Tout s’est bien passé»: Ozon tira de oficio

Tras el pase de su nueva película, «Tout s’est bien passé», queda la sensación de que Ozon ha venido con la intención de homenajear a Emmanuèle Bernheim, responsable de la novela en la que se basa la película y antigua colaboradora de Ozon, y no tanto a por la Palma de Oro. Bien ejecutada, bien interpretada, con equilibrio entre la comedia y el drama. Pero, que siempre hay alguno, no logra la brillantez que a estas alturas le podemos pedir a Ozon.

En el haber de la cinta encontramos a Sophie Marceau. Muy bien tanto en la parte dramática como en la más ligera de su personaje. Junto a Géraldine Pailhas forman ese dúo de hermanas con las que reímos, nos emocionamos y frustramos. También en el haber de la película su forma de plasmar la situación legal de la eutanasia en Francia. Con la elegancia tan natural en el realizador, pero con un mensaje claro y fuerte (la muerte también es una cuestión de clases).

En el debe de la película podríamos incluir dos subtramas: la homosexualidad del padre de familia, André Dussolier; y su relación con su ex-mujer, Charlotte Rampling. Dos historias que no se desarrollan y que acaban pareciendo de relleno. También una dirección menos pulcra que en otras ocasiones. Quizás porque sabemos lo que es capaz de hacer Ozon, pero en esta ocasión más allá de los personajes no hay tanto esmero en la producción.

En resumen, un trabajo inferior a sus últimos títulos, pero con los suficientes atractivos para gustar más allá del Palais.

“Lingui”: mucha intención y pocos medios

La combinación de un director africano con producción europea suele ser muy atractiva para los Festivales. Puede suceder que la película sea como la senegalesa ‘Atlantique’, por ejemplo. Por historia y por ejecución su presencia en el Festival de Cannes de 2019 no se cuestionaba. No sucede lo mismo con ‘Lingui’, película problemática cuya presencia en la abultada Sección Oficial solo se entiende desde ese paternalista “hay que darles visibilidad”. De acuerdo, pero se le hace flaco favor y condiciona la recepción.

Decíamos problemática y nos referíamos a varios aspectos. El primero y fundamental, su estructura audiovisual. Rudimentaria en exceso, tiene un montaje algo díscolo, al que no ayuda el trabajo de cámara. El trabajo actoral es quizás lo más interesante. No resultan interpretaciones memorables, pero defienden el guión con oficio.

Pero donde resulta más problemática es en el guión. Se puede pasar por alto su predictibilidad. Pero no tanto el que se cierre con un “final feliz”, risas y fiesta incluidas, una película en la que hemos asistido a abusos a una menor, a pretendidas mutilaciones genitales infantiles, a un intento de asesinato por venganza, a una expulsión del centro educativo porque “los embarazos de adolescentes dañan su imagen”. Hasta disputas religiosas. Ese mensaje de celebración después de todos esos momentos resulta cuestionable, innecesario y ciertamente perverso.

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