Mar. Mar 19th, 2024

Hoy ha sido una jornada de sensaciones encontradas: me he quedado fuera de una película por no haber calculado bien cuando hacerme el test del Covid 19. Hemos aprendido la lección, claro. No ajustar tanto los horarios. Pero hemos estrenado los nuevos Cineum Cannes y el estreno de unas salas siempre es buena noticia.

Se acercan días intensos, donde se acumularán pases de Sección Oficial. Y a pesar de que “Annette” y “Ahed’s knee” siguen estando muy altas en nuestras favoritas de lo que llevamos de oficial, el pase de “The worst person in the world”, la nueva película de Joachin Trier es ya la película a batir para quien firma estas líneas.

«Verdens verste menneske»: no es mejor persona quien menos dudas tiene

La geografía puede unirse al cine en relaciones estables y duraderas. Es el caso del Manhattan que todos asociamos a Woody Allen, o Roma a través de las películas de Nanni Moretti. Oslo, sin duda, es la ciudad que asociamos actualmente al cine de Joachin Trier. En ella se desarrollan muchas de sus películas y le aporta a su cine el ambiente nostálgico tan acorde con sus guiones.

Pero algo ha cambiado. Y lo ha hecho para bien. Como ya hiciera en “Thelma” vuelve a un personaje femenino como protagonista. En este caso, el relato se centra en una joven que con veintitantos intenta definir su vida sentimental y profesional. A través de un prólogo, doce capítulos y un epílogo, asistiremos a las idas y venidas emocionales de quien cree que ya debería estar asentada, ignorando aún que se trata de un proceso y no de un destino. Renate Reinsve, quien da vida a la protagonista, plantea su personaje con viveza y expresividad, aportándole ese aire adolescente al inicio de la película y transformándola en una mujer joven que comienza a vislumbrar qué quiere que sea su vida cuando llega el epílogo, situado cuatro años después.

Reinsve está secundada por Anders Danielsen Lie, habitual de las películas de Trier. Y si bien los dos nos regalan sendos personajes cargados de matices, no hay duda de que, además de un buen trabajo de dirección de actores, todo se fundamenta en un estupendo texto de Trier y Eskil Vogt. Un texto que, paradójicamente, logra transmitir sobriedad y seriedad gracias a los momentos tragicómicos que presenta. Hay una descarga del drama continuo que presentaban en filmes anteriores y, lejos de perjudicar, la película resulta menos consciente de sí misma, más cercana.

Con ese cambio de tono, no sólo acerca el relato al espectador, sino que logra que aún resulte todo más creíble. Sin ánimo de establecer paralelismos, lo que en la cinta de Ozon funcionaba y en ningún momento se nos olvidaba que estábamos viendo una película, aquí funciona con fluidez. En algunos momentos, sentimos que estamos en el piso de Julie, la protagonista. Que la acompañamos, además de observarla. Lograr eso sin sacrificar los signos de identidad de tu cine tiene un mérito excepcional. Y Trier lo ha logrado. Falta por ver si a Spike Lee Oslo le resulta demasiado lejana.

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