Mar. Mar 19th, 2024

Cosas que no pensabas que te dirían en un Festival: “Piensa en cosas que te hacen salivar.”  En el centro de pruebas Anticovid por el que pasamos cada dos días también hay poesía.

Hoy no hay comodín en forma de final de competición de fútbol continental. Hoy volvemos al refugio audiovisual. Pero antes, una consideración. Alguna vez, cuando una elige una película anticipando un desastre, en realidad más que infligirse un castigo se hace un regalo: la siguiente película, por poco mejor que sea, le parecerá maravillosa. Cuando sales de «Flag Day» solo hay dos posibilidades: que la siguiente película te hunda en la miseria; o, como pasó ayer, la perfección del filme correspondiente sea tal que necesites encontrar un momento de pausa para poder pensarla y analizarla. Proeza poco viable en un festival, claro.

 «Drive my car»: Ryûsuke Hamaguchi sublima la pausa

 I want to be famous, a star on the screen

But you can do something in between

Si ayer, al hablar deLa fracture hacíamos referencia a como la película se ahogaba tratando de abarcarse a sí misma, hoy tenemos el ejemplo de todo lo contrario. Ryûsuke Hamaguchi es un realizador que deja que cada escena se desarrolle dándole el tiempo que necesita. Para entendernos podríamos decir que queda a medio camino entre Lee Chang-dong, que permite que la historia avance sin rodeos pero tomando el tiempo que necesita, y Lav Díaz (que dilata los tiempos a veces cayendo en la divagación).

Como ya hiciera en Happy hour, por ejemplo, el director japonés juega con el tiempo y la pausa. Ambos tan protagonistas como los propios actores, Ryûsuke Hamaguchi toma el relato de Haruki Murakami y logra que adquiera una textura delicada y de una belleza tan especial, que un tempo más acelerado estropearia.

Drive my car” se desarrolla principalmente en tres espacios. Se trata del domicilio conyugal que el protagonista comparte con su esposa; el teatro de Hiroshima en el que están preparando “El tío Vania” de Chejov (proyecto que acepta al enviudar); y,  por último, el coche que aún siendo de su propiedad le impiden conducir. Por ello, el teatro le asigna a una joven para que sea su conductora. Un espacio en el que quedaron muchas cosas por decir; otro en el que la palabra es fundamental; y aquel en el que los personajes hablan de sus propias vivencias con sinceridad. Es curioso, una película de tres horas en las que no sobra una línea de diálogo.

Y esto se debe a que, además de en las conversaciones, en la película cada escena se comunica con las anteriores y enlaza con las posteriores. De esa manera, se construye un relato de relatos. Una narración en la que amor, muerte y perdón van de la mano. La culminación de todo esto se da en la escena final en el teatro, posiblemente una de las más hermosas, sino la que más, de las que veremos en este Festival.

“Bergman Island”: Mia Hansen-Løve falla con su relato de crisis de parejas

Bergman Island” podría verse como una terapia de pareja para un matrimonio de realizadores. Con las connotaciones familiares que hay en este caso. Una terapia profesional y personal que se localiza en la “Isla de Bergman”, como intento de respirar el mismo aire y ver el mismo mar que el director de “Persona”. Pero buscar la inspiración en la residencia de Ingmar Bergman sólo añade presión a la pareja protagonista. Porque los zapatos del director sueco le quedan grandes a cualquiera. Incluso a Mia Hansen Løve, quien en algunos momentos parece olvidar su película siguiendo el recuerdo del maestro.

Bergman Island” tiene un inicio bien planteado, en el que, bajo la apariencia de la preocupación por la propia obra del personaje de Vicky Krieps (alter ego de Hansen Løve), aparece un creciente desasosiego por la facilidad con la que aparece avanzar el de su pareja (Tim Roth). Trabajo desigual de la pareja protagonista, con una Krieps mucho más entonada que Roth.

Con este planteamiento, cuando parece que entramos en el desarrollo de esas ideas, celos profesionales y falta de comunicación, la película de adentra en el desarrollo del trabajo de Krieps. Película dentro de una película. Otra capa de referencias cruzadas. Con ello la película pierde ritmo y ya no lo  recupera. Quedan indicios de tramas que finalmente no van a ningún lado. Esto, junto a un montaje algo burdo hace que la película parezca agotada cuando aún no ha comenzado su segunda mitad.

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