Comienza el Festival de Cine Alemán, cita que cada año ofrece un buen panorama de lo que se está cocinando en la tierra media de Europa.
Del 11 al 15 de junio, esta muestra se ha convertido en cita obligada que se proyecta tanto en Madrid como en Barcelona. La 15ª edición destaca la retrospectiva de Margarethe Von Trotta, cineasta de alto calado dramático, con propuestas como Visión, su particular y controvertida Rosa Luxemburg y el último trabajo de la longeva realizadora: Hannah Arendt.
Costa Esperanza
Costa Esperanza es la película elegida para poner en marcha la locomotora en la ceremonia de apertura. Y voy a empezar con el final, es un gran plato elaborado con los mejores ingredientes pero que cuando llega a la mesa está frío. Pertenece al sub-género de revisionismo Stasiano que al hilo de la afamada “La vida de los otros” nos presenta una RDA opresiva y orwelliana donde los buenos ponen todo lo que tienen para escapar y los malos hacen lo propio para que no salgan. Juego de gatos y ratones con un guion robusto y sin fisuras puesto al servicio de la propaganda occidental. Se lleva eso de dar palos a los extintos socialistas y su método represivo de control de estado da mucho juego para crear thrillers, personajes heroicos y damiselas en apuros a las que solo la testosterona podrá librarlas de la torre del castillo. Porque, a fin de cuentas, Costa Esperanza no es sino el conjunto de operaciones de la narrativa clásica aplicados a la sazón con los métodos chantajistas del statt.
Más allá de mis limitaciones ante el revisionismo histórico alemán –del mismo modo que me pasa con el revisionismo histórico patrio- la película sobresale en la producción y en buen hacer de sus intérpretes. Se siente eso de que todos en el equipo creen que están haciendo una gran película y ponen toda su maestría en la causa: todos los detalles de la película están cuidados y pulidos, la ambientación, los decorados, una cámara pausada y sin sobreexcitaciones o estridencias…y tiene ese no-se-qué que rezuman las grandes producciones europeas donde todo es a lo grande y con la mira puesta en convertirse en clásico y cruzar fronteras pero la experiencia fílmica queda en producto para televisión. ¿Y por qué sucede esto? En principio porque está rodada en digital como casi todo y mi ojo no se acostumbra a eso de igual que la tele pero más grande –cosa que no ocurría con el fotoquímico, ¿igual que en el cine pero más pequeño?-. La banda sonora no para, termina convirtiéndose en un hilo musical permanente que evita su disfrute y su capacidad dramática y el guion, muy sólido sobre papel pero algo plano en pantalla.
Sin más tela que cortar en esta primera jornada de inauguraciones, con la esperanza puesta en que queda mucho cine por ver y por disfrutar.