Uno de los platos fuertes del Festival de Cine Alemán es, sin duda, la retrospectiva dedicada a la realizadora Alemana Margarethe Von Trotta. Pero también puedes descubrir películas como Fin de la Veda.
Comparte cartel con la generación Fassbinder – Herzog, y tiene en sus vitrinas un León de Oro además de múltiples premios en su comprometida filmografía. Y en esta primera jornada, dejado atrás las ceremonias de apertura, la realizadora vino a presentar Hannah Arendt, un relato biográfico que lejos de filmar un bio-pic, se centra en la polémica que suscitó un artículo suyo durante el juicio de Adolf Eichmann, en el que pretendía ser objetiva y crítica ante una sociedad judía dispuesta a condenar sin justicia al militar nazi.
Hannah Arent, el biopic inteligente
En el filme hay arte cinematográfico. La película, hecha de pensamientos y reflexiones durante el proceso de escritura y la posterior reacción de los lectores, es una composición narrativa excelente hecha para detenerse y seguir de la mano de la protagonista el proceso de pensamiento, sus influencias, su naturaleza emocional y racional. Y eso es un peligro, un arma de doble filo. Porque al nivel narrativo de la película, Hannah Arendt propone el peligro a pensar como detector del mal. Y en otro sentido, porque si te digo que es una película de pensar, saldrás corriendo. Y no es así. La cinta es dinámica, con escenas sin relleno o falsa postura y didáctica. Además, el equipo de interpretación es excelente y está bien ambientada. Generan curiosidad los planteamientos y no son en exceso abstractos. Ni modernadas ni chocheos, en el punto exacto para contar la historia. Recomendable.
Lo increíble puede ser verosímil
Y ya de tarde, Fin de la veda, estreno de la cineasta Franziska Schlotterer con notable. De moros y cristianos también, de la guerra y sus secuelas, como un amargo fantasma que persigue a su viuda impidiéndole ser feliz de nuevo. Es curioso el acto de constricción permanente que martillea cualquier intento de ser profundo en tierras germanas. Si no hay sangre semita, parece que no es lo suficientemente inteligente. Mismo estereotipo que arrastra el cine español con el tema guerracivilista. ¿Pero será, tal vez, porque hay herida todavía? ¿Será que no se han disipado los fantasmas de un abuelo que vete tú a saber lo que hizo? ¿O es un recurso como la absenta para el poeta pobre parisino y burgués? Sirva la introducción para contar media película, Fin de la veda toca el tema moral de esconder o no a un judío en tu casa y a cambio pedirle que deje embrazada a tu mujer. Bueno, lo de cada día. Aunque suene inverosímil, la directora hace creíble el planteamiento–cosas del cine-y Fin de la Veda nos coloca en la Alemania rural de 1942, entre las sabanas de una familia ganadera incapaz de tener herederos. Él, oso tosco y alcohólico, ella, cuadro prerrafaelista y esquiva, ocultan a Albert en el granero por piedad. Hasta que Fritz, el ganadero, ofrece al perseguido quedarse en la granja a cambio de servir de fecundo homínido mientras vigila. La relación entre Albert y la esposa de Fritz tornará de un gélido azulado a un tórrido y pardo romance imprevisible. Insisto, la película es creíble y está a la altura de la gran pantalla –aunque siendo esquisitos yo hablaría con el etalonador porque en los planos de noche canta el forzado digitaloide-. Y más allá de mi perversa fijación con la calidad de la proyección o por aspectos técnicos que solo importan a sesudos contrabandistas de libelos, Fin de la veda es un plato fuera de carta que sorprende por su cocción. Tiene el defecto de no cargarse el prólogo y el epílogo donde un hijo desconocido se le presenta a Albert 15 años después en un kibutz de Israel diciendo que es hijo suyo y que sirve como detonante para el resto de la historia. Por lo demás notable alto Her Schlotterer.
Tercer día de Festival en el que me voy a casa con el miedo en el cuerpo no vaya a ser que a algunos se les mueva una teja y por un quítame de ahí esas pajas me pongan un pijama que ponga en la espalda Arbeit macht frei.