En la primera jornada nos ha decepcionado «Regresión» de Amenábar nos sorprendió Pikadero, hemos alucinado con «The Assassin» y disfrutamos la simpática «Truman»
«Regresión» o el inesperado tropiezo de Amenábar
Se rumoreaba durante todo el verano y muchos festivales seguro que andaron detrás, pero finalmente, Amenábar ha estrenado su nueva película «Regresión» en en la inauguración del Festival de San Sebastián. Es por ello que se ha generado una larga cola y el Kursaal ha llenado todas sus localidades. Era algo de esperar teniendo en cuenta la reputación de un cineasta que, sin embargo, acaba de firmar el más irreconocible de sus trabajos. Irreconocible porque si por si algo destaca este director español es por la originalidad de sus propuestas y la tenacidad a la hora de realizar una puesta en escena poderosa. Con «Regresión», Amenábar se pierde en la simplicidad de un guion predecible y en la construcción de unos personajes rezumando clichés. Estamos ante una largometraje cuyo espacio, desarrollo y personajes han sido mil veces tratados y siempre desde la misma perspectiva. Se agradece alguna que otra escena poderosa, las que ocurren en las escenas más oníricas y fantasiosas, y sin embargo, el trato de estas subrealidades queda a años luz del mostrado en sus anteriores trabajos. Tampoco ayuda el uso de la música, queriendo mantener el ritmo de un suspense que no logra mediante imágenes y mucho menos por su argumento.
«Regresión» puede ser disfrutado por el aficionado al thriller estadounidense policíaco con tintes de mal gusto, abordando lo más desagradable de la mente humana. Lamentablemente, para quien espere más de un cineasta de esta categoría, se decepcionará ante lo forzado de las situaciones y la imposibilidad de un buen reparto de dar vida a unos personajes precocinados con tan poca personalidad como la que derrocha esta regresión de Amenábar al terreno del thriller. Nos vemos engañados por un engalanamiento que al final acaba por no aportarnos absolutamente nada.
La poyección se ha cerrado con un tímido aplauso de compromiso obteniendo un mal recibimiento por la crítica de manera generalizada.
«Pikadero»: Primera sorpresa en Nuevos Directores
La organización del Festival ha dejado la inauguración de Nuevos Directores muy accesible por el hecho de no haber programado nada más a esa misma hora. Aun así, no se ha podido llenar el Principal aunque si se ha vislumbrado una interesante entrada en «Pikadero», la más que estimulante propuesta de Ben Sharrock. Ambientada en el Euskadi rural y hablada en vasco, «Pikadero», adopta una apuesta escénica similar a la de Roy Andersson, el sueco ganador del León de Oro en Venecia el pasado año por «Una paloma se poso en un árbol a reflexionar sobre la existencia«. A su vez, opta por posicionar su mirada desde la frialdad teatral que rezuma frialdad y a la vez se siente terriblemente cercana. Sumergiendose en lo cómico y absurdo de la existencia, acaba por entrar de pleno en la cara más amarga de la vida. Su filme nos habla de los problemas de la juventud actual, de la incomunicación intergeneracional, del nihilismo amoroso y laboral, de la apesadumbrada sombra que oscurece la libertad y las posibilidades de luchar por un sueño.
Sharrok utiliza una herencia cinéfila nórdica para valerse de lo artificioso con tal de reflejar lo más veraz de la desubicación generacional española y de las diferentes apuestas de futuro adoptadas por distintos personajes. Recuerda a «Hermosa juventud» (2014) de Jaime Rosales por su temática, aunque difiere en tono y forma, otorgando planos fijos (con algún que otro movimiento) que hablan por sí solos. Y es que en «Pikadero» no hay una sola imagen que no transmita, al igual que no hay un solo tema musical que no concuerde con la imagen y con el contenido.
«The Assassin»: Hou Hsiao Hsien tocado por el zen
Aclamadísima por la crítica en el pasado Festival de Cannes y haciéndose con el premio al mejor director, llega a la sección perlas y por fin a tierras españolas, llenando el Pricipal, el esperadísimo regreso del taiwanés Hou Hsiao Hsien, quien acompañado de su actriz fetiche Shu Qi, focaliza su siempre elegante estilo visual a una obra wu xia muy poco convencional. Y es que para quien no sepa de que genero estamos hablando, es aquel ubicado en dinastias pasadas de la antigua China donde valerosos guerreros demuestran su destreza volando por los aires en combate. Se trata de algo que fue muy popular en China y en Taiwan, con casos conocidos como el «Touch of Zen» (1969, King Hu, Taiwan). En este nuestro siglo conocidos son los casos de Ang Lee con «Tigre y dragón» y la trilogía wu xia de Zhang Yimou como «La casa de las dagas voladoras« (2004).
«The Assassin» es algo completamente diferente. Sin a penas accion, Hou Hsiao Hsien entiende el cine de una manera totalmente distinta. Dota al filme de un argumento que realmente no es gran cosa, unas tramas familiares y de poder que llevan a equívocos e incomprensión en un primer visionado, aunque bien poco importa, y es que el taiwanes se adentra en una concepción del cine muy personal. Le da total importancia al uso de la confluencia de colores, a la visión subjetiva y la imposibilidad de la vista. Hace hermosísimos juegos con luces de colores e impregna belleza y barroquismo tanto exteriores como interiores, sabiendo hacer fluir la compenetración entre el movimiento de los actores, el diseño de vestuario y el espacio encuadrado. Encuadres que varian en su formato y color y que son el arma del singular realizador para sumergirnos en una poderosa epopeya sensitiva donde la imagen y el sonido ambiente (también la calmada banda sonora acorde al alma del filme) nos hipnotizan durante dos horas en una maravilla de la que resulta inútil hablar y que tan solo se puede experimentar viéndola. a ser posible, en la pantalla más grande que encuentren.
Hou Hsiao Hsien reduce el tamaño de la pantalla para convertirla en un lienzo en el que impregna su alma de artista.
«Truman»: Duelo de monstruos
Llenando el Principal se ha visto por primera vez el nuevo trabajo del director catalán Cesc Gay titulado «Truman». Es una historia sobre la amistad a la que dan vida dos gigantes de la interpretación como Ricardo Darín y Javier Cámara. Con el fondo de la inmigración, un argentino que se queda a vivir en España, un español que lleva su vida en Canadá, se teje el encuentro entre dos viejos amigos con el fantasma cada vez más visible y palpable de la enfermedad. Con esta premisa podríamos sospechar de que Gay resbalaría por las lágrimas de lo empalagoso y la manipulación. Y bien, aunque en el desarrollo de estos cuatro días en los que Tomas (Cámara) visita a Julián (Darín) puede contener algún apaño ligeramente forzado y el uso de la música no esconda su intencionalidad, por lo demás, nos hallamos ante una película muy disfrutable. Esto se debe al ingenioso guion en forma de comedia negra liviana que convierte a «Truman» en un filme divertidísimo, donde dos actorazos dan lo mejor de sí mismos para hacer creíble y graciosa cualquier situación. Vivimos su impotencia, aceptamos sus decisiones, comprendemos sus errores y, en definitiva, somos envueltos por la emotividad que irradian dos hombres en estado de gracia a los que Cesc Gay ha sabido dar vida.
Con «Bright Future» el Japón contemporáneo e independiente llega a San Sebastián
Ha empezado muy fuerte la interesante retrospectiva temática sobre cine japonés contemporáneo independiente que ofrece mas de 35 títulos. Las 4 horas de «Love Exposure», la monumental obra magna de Sion Sono ha sido la encargada de dar el pistoletazo de salida esta misma tarde. Por la noche, se han generado largas colas para las propuestas siguientes. La protagonista del póster de la sección, «Bright Future», ha logrado casi llenar la sala del Príncipe en la que ha sido proyectada. Esta película de 2002 de Kiyoshi Kurosawa, habitual del Festival de Cannes, se aleja en su tono de thriller impulsor del jhorror como «Cure» (1997) del propio director. En esta película el nipón abarca la distorsión de la imagen, fusionándolo con la despersonalización del propio ser humano. Nos entrega una obra algo experimental donde hay espacio para la lírica dentro de su esencia críptica y tonalidades cálidas que contrastan con lo gélido de su propio carácter. Recuerda en algunos casos a «Viva el amor» (1994) del taiwanés Tsai Ming Liang por la incomunicación mostrada desde los espacios cerrados. Por otro lado, aunque redundante en su hermoso ending, se percibe una tónica en el cine japonés de principios de siglo, abarcando la degeneración de una juventud enfermiza que nace de las carencias de sus propios padres. Algo que se puede palpar en obras como «Visitor Q» (Takashi Miike, 2001), «Todo sobre Lily» (Shunji Iwai, 2001) o «Suicide Club» (Sion Sono, 2002).
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