La primera película que ha conseguido arrancar un aplauso espontáneo en un pase de prensa ha sido Hijo de Caín, dirigida por Jesús Monllaó y a partir de ahora, firme candidata a la biznaga dorada. La brillantez de su historia que domina y cautiva al resto de los elementos ensombrece en parte a la digna de mérito Diamantes negros, de Miguel Alcantud.
Hijo de Caín, un gran thriller
No es sólo una gran creación del cine español en general y del thriller en particular, sino que el filme trasciende el propio género. Es difícil desglosar las virtudes de su grandeza, pues la expresión literaria teme no estar a la altura de la expresión cinematográfica. La cinta está basada en el libro Querido Caín, escrito por el psicólogo Ignacio García-Valiño. No es su reparto, que alcanza una notable calidad (José Coronado es, para más inri, la estrella de esta edición del festival; ayer le fue entregado el premio Málaga Sur); no es el escrúpulo de la recreación de ciertos ambientes, especialmente los referidos al mundo del ajedrez; no es la pasión pura y desinteresada de un director que ha decidido embarcarse en la aventura de elaborar su primer largometraje. Es sobre todo la fuerza perturbadora, categórica, cautivadora, arroyadora de lo que narra, del encaje perfecto de sus piezas de puzzle construido sobre un engaño en un final revelador de cuyo influjo mental es imposible desasirse en los primeros minutos.
Jesús Monllaó ha dado en llamar a su ópera prima en el largo (Ya van dos. La primera fue Casting, proyectada ayer) thriller mediterráneo. Es una categorización afortunada por cierta, porque no trata de imitar, encajar o trasladar, sino de crear, generar y manifestar, que además incluye una de las mejores apologías a favor del bilingüismo que haya conocido una servidora.
Diamantes negros: Traficantes de sueños
Entre la expectación de Combustión y la fascinación de Hijo de Caín, Diamantes negros se ha quedado imperceptible, encajonado entre el ruido de una y la belleza de la otra. Tanto por planteamiento como por tema, la película invita al tratamiento del documental, algo que sin embargo rechazó de primeras Miguel Alcantud: “Decidimos desde el primer momento hacer una película y no un documental porque al final, una película llega a mucha más gente”.
Diamantes negros ostenta el título de ser la primera película presentada en la sección oficial de largometrajes que posee un compromiso extra artístico y narrativo, hecho que le honra. Si bien algunos la tachan en este cometido de “blanda”, bien podría ser sustituido este adjetivo por el de “moderada” o “contenida”. Duele ver la pobreza material en que están sumidas las gentes de Malí y al mismo tiempo constatar su aspiración por lo occidental. La pegatina de la bandera de EE.UU. en la ventana del coche es bastante elocuente al respecto. Gran acierto en la elección musical.
Fotos: Nacho López