Agudos gritos de adolescentes se han agolpado en los oídos del malagueño Teatro Cervantes. El motivo: Mario Casas ha venido a presentar al festival La mula, película en la que comparte protagonismo con su habitual partenaire, María Valverde. Tras arduas pugnas legales, la cinta, primera en la historia del certamen que figura sin director, ha conseguido ver la luz. Junto con Sola contigo, el laberíntico drama fruto de una coproducción hispano-argentina, completan la recta final de la sección de largometrajes en la séptima jornada.
Sí, La mula es una película más sobre la Guerra Civil o, más correctamente, una frustrada historia de amor en tal contexto bélico que le ha sido tan caro al cine español. Disfruta de la particularidad de estar basado en un libro cuyo autor es la misma persona que el guionista que a su vez relata los hechos biográficos de su progenitor: Juan Eslava Galán . No en vano, Eslava Galán ya avisó en la presentación oficial en Madrid que “es una de las mejores adaptaciones cinematográficas que conozco. Es muy fiel al texto original”. Si añadimos las trifulcas judiciales en que se ha visto envuelta en la que el antiguo director, a falta de cuatro días de terminar el rodaje, abandonó el proyecto, además del peso de su novedad en las carteleras, La mula contiene suficientes elementos para saber con qué destacar entre la miríada de filmes inspirados en este periodo histórico: ¡Ay, Carmela!(1990), Tierra y Libertad (1995), Las trece rosas (2007)… por decir sólo algunos.
La mula narra una historia de perdedores en el bando ganador en un tono lúdico. Perdedor es Juan (Mario Casas) porque el que cree amor de su vida lo abandona nada más finalizar la guerra. Perdedor porque la arrebatan a su tan querida mula que ayudó a salvar en un tiroteo. Perdedor porque nadie comprende que, como decía Brassens, la música militar nunca le supo levantar. Y rinde su única victoria en el ejercicio simbólico de tirar la mal ganada medalla a un pozo en mitad del campo.
Es entrañable, sin duda, pero hay más películas de historias similares que la superan ampliamente, como por ejemplo La vaquilla (Luis García Berlanga, 1985). Curiosamente, ambas se valen del nombre de un animal para el título. Si en aquélla la vaquilla se usó como metáfora de una España putrefacta, especialmente puesta de manifiesto en la escena final, aquí la mula acompaña desde el principio al personaje pero sin establecerse ninguna conexión indirecta. Por ello, La mula es más personal, más individualista, menos transcendente.
La verdad es que a los diálogos no les falta gracia, aunque uno no sabe si el público se ríe por ello o por el poco logrado acento andaluz de María Valverde que chirría hasta para los no nativos.
Sola contigo: Una eutanasia particular
Es acertada la definición que ha acuñado su director, el argentino Alberto Lecchi, en la rueda de prensa: “Es un drama disfrazado de thriller”. Pero Sola contigo también es una película complicada, enrevesada y algo retorcida como avanza el oxímoron de su título. El problema es que para justificar esta afirmación hay que necesariamente destripar el final. Así que la que escribe promete contención. Dentro de los límites de ésta, sería lícito decir que ese drama se sustenta en la cobardía de una mujer cuya tragedia vital es bastante cercana al que sufría Don Álvaro en la obra decimonónica (Romanticismo aparte) del Marqués de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino. El puzzle que ofrece Lecchi es un reto para el espectador.
Apunte extracinematográfico: Álex de la Iglesia ha recibido el Premio Retrospectiva – Málaga Hoy. En el acto el director bilbaíno ha aprovechado para promocionar su nueva película Las brujas de Zugarramurdi en compañía de Mario Casas (hoy ha tenido una jornada completa) para solaz y esparcimiento de las jovencitas allí presentes.
Fotos: Nacho López