Mar. Mar 19th, 2024

De la sexta jornada del certamen destacamos títulos destacar: “La tour”, “Viejos”, “Lola”, “Everything will be okay” y, sobre todo, “As bestas”, el nuevo trabajo de Sorogoyen.

La desaparición del todo alrededor de un bloque de pisos obliga a permanecer encerrados indefinidamente a sus residentes, que se organizan en distintos clanes para intentar subsistir al particular fenómeno. La nueva película de Guillaume Nicloux, “La tour”, se sirve del desvanecimiento de la civilización para abordar la construcción de una nueva. El sistema letal e implacable al que se ven abocados los personajes de “La Tour” es desarrollado por Nicloux a través de un uso brillante de la elipsis. Este recurso apunta hacia la pulsión natural desde la cual los vecinos establecen una estructura social que les empuja, de igual manera, tanto a la subsistencia como a la autodestrucción, proceso que dialoga con un presente que se antoja tan desolador como el final del filme.

La carga social y política de “La Tour” es menos presente en “Viejos”, película que se aproxima al género sin complejos y encuentra su principal virtud en la puesta en escena desplegada por Fernando González Gómez y Raúl Cerezo. Sin embargo, la entrega absoluta a las posibilidades visuales que los cineastas españoles extraen de su premisa —una rebelión de ancianos— no deja de ser una posición política y/o artística respecto a la situación del terror/fantástico en el cine contemporáneo. Abrazar un formalismo, sin duda, errático, pero también completamente libre dentro de sus parámetros narrativos, como bien demuestra el uso repetitivo (que no antojadizo) de planos picados o con doble foco. “Viejos” no ofrece nada novedoso, pero supone un ejercicio de género a valorar en unos tiempos que se apoyan en el fantástico como una mera excusa.

Por su parte, en la sección Noves Visions se ha proyectado “Lola”. Un alejamiento de las características de las cintas anteriores, un artefacto cinematográfico que, en su inicio, parece perdido en el tiempo, pero que da paso a una propuesta narrativa menos estimulante y abstracta. Así pues, la película de Andrew Legge es mucho más interesante cuando toma la forma de puzle fílmico, montado por piezas audiovisuales de diferentes tiempos y realidades (ficcionadas o no). La resignificación de la imagen a través de la ficción termina siendo evidente, pero encuentra una particular atracción en su vivaz espontaneidad, cercana al cine de Jonás Mekas o Chris Marker, quien, por cierto, es una de las principales influencias de la siguiente película.

En Everything will be okay, un mundo distópico gobernado por animales es el punto de partida de Rithy Panh para realizar un filme-ensayo radical, desbordante y reiterativo, heredero del cine de Méliès, Vertov, Godard, Resnais o Marker. La idea del cine-laboratorio, es decir, el cine no tanto como medio sino como una especie de sala de operaciones donde experimentar con la imagen, termina saturando y entorpece un discurso político que, además, resulta obvio e inútil a causa de su actitud totalizadora. La retórica de “Everything will be ok”, pues, no funciona tanto como medio revelador sino como alternativa estética que pueda propulsar una política de las imágenes crítica con su propia existencia. Al fin y al cabo, su significado pueda extraerse del lenguaje poético al que apela visual y verbalmente y, aunque el resultado final quizá sea frustrante, en el filme de Panh cabe tener en cuenta una entrega absoluta por el poder de las imágenes.

El viernes, llegó una de las películas más interesantes del festival, “As bestas”, de Rodrigo Sorogoyen, quién ratifica la madurez formal y narrativa de sus últimos trabajos sin caer en las problemáticas que estos presentaban, especialmente, en la puesta en escena de la malograda “Madre”. El detenimiento, la precisión y el cuidado de cada detalle en “As bestas” son sobrecogedores porque demuestran una devoción excepcional por extraer una poética concreta de la continuidad otorgada al plano. Capturar cierta naturaleza humana (¡y animal!), tanto masculina como femenina, desde una mirada sosegada, dilatada en el tiempo, en la que cada movimiento de cámara no responda ni a un capricho autoral ni a una necesidad narrativa, simplemente, cabalgue a través del espacio en busca del rasgo sensible de unos personajes en contradicción con su propia libertad.

La inmejorable dramaturgia de la primera mitad del filme se funde con una imagen que recoge la tensión característica del cine de Isabel Peña y Sorogoyen a la vez que retrata un contexto concreto con naturalidad, pero no por ello exento de un conflicto que alcanza cotas magistrales de dramatismo. En este sentido, como bien demuestran las imágenes que dividen y cierran la película, entrelazadas entre sí tanto por su contenido como por la gestualidad percibida en los rostros de Denis Ménochet y Marina Foïs, pocas veces Sorogoyen ha entendido mejor la fuerza expresiva del primer plano. En “As bestas”, el cineasta español se aleja de su personal virtuosismo y, al mismo tiempo, de las pretensiones de sus obras más inertes, para erigir un relato mayúsculo sobre la imposibilidad de experimentar la libertad sin antes arrebatársela a otro salvajemente.

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