Mar. Mar 19th, 2024

El canibalismo edulcorado, el bulling atroz, los duelos patológicos y crítica a los fascismos emergentes son las claves de lo que ha deparado esta jornada.

Bueno, ya hemos superado el ecuador del certamen y nos quedan tan solo 5 jornadas. Como en las películas cuando llego a la cafetería, la chica nada más verme comienza a hacerme el machiato. Es una joven que, como la mayoría de los estadounidenses, tiene dos trabajos a tiempo parcial, la esclavitud del capitalismo estadounidense. Todo para que el dueño de la empresa se ahorre y que el trabajador no consolide derechos. Una pena. Dentro del marco del festival están teniendo las jornadas de la industria del cine, con ponencias diversas sobre el futuro de la industria del entretenimiento, comedia y terror como géneros más rentables, etc. Alguien se podría preguntar ¿cómo es que no cubre estas charlas? La respuesta es sencilla, la gran industria es un dinosaurio que tiene su camino trazado, y desde luego no van a descubrir sus cartas en un foro público. Máxime cuando estamos viviendo un momento de concentración de capital tanto en el ámbito de la distribución como de la producción. Sin ir más lejos el otro día podíamos leer que Dalian Wanda en nuestro país se ha hecho con la cadena Cinesa y en Estados Unidos con el gigante AMC. En fin, que prefiero ver cine. Porque en el fondo me gusta que me cuenten historias que me emocionen, que me hagan llorar o reír. Me excita mucho entrar en la sala oscura y no saber nada del largometraje que voy a ver y me sorprenda por completo, y eso por suerte me ha pasado hoy. Así que ha llegado el momento de valorar los filmes que hemos tenido la oportunidad de visionar hoy…

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“1:54”: Era tan solo una broma

El joven actor, director y productor Yan England firma esta magnífica ópera prima que, obviamente, hemos podido ver dentro de la sección «New Directors Competition». El realizador canadiense nos cuenta la historia de Tim y Francis, dos adolescentes que son objeto de bulling en el instituto. Francis está enamorado de Tim, pero este siente miedo de expresar lo que siente cuando son objeto de las bromas de los matones del centro. Un día, la broma de Jeff, uno de los acosadores, va muy lejos, y Tim no defiende a Francis. Este hecho desencadenará toda una tragedia, porque Francis acabará suicidándose. Eso llevará a que el adolescente decida vengarse. Para ello, se unirá al equipo de atletismo al que pertenece Jeff, y le hará la competencia en todos los terrenos, sobre todo en la pista, donde intentará ganarle en su prueba favorita los 800 metros. Este largometraje es muy intenso. England demuestra que sabe controlar los tempos de la tragedia y las emociones, sabe generarlas de una manera sincera, sin artificios. Con ese plano cenital viendo llegar los autobuses al Instituto, el realizador nos va sumergiendo gradualmente en ese particular microcosmos donde hay acosadores y acosados. Un microcosmos al que no tienen acceso los padres o los propios profesores, porque tiene sus propias claves, códigos, leyes y consignas. Podrá observar, casi con tono documental, el sistema de castas que hay. El espectador en ningún momento se sentirá manipulado emocionalmente. Para ello nos introduce de lleno en el mundo de Tim, nos narra toda la acción desde su punto de vista. Tiene el coraje y la valentía de llevarlo hasta las últimas consecuencias. Es un filme necesario porque aborda el tema del bulling desde una óptica neutra, rehúsa poner el acento en el entorno familiar o en el profesorado, convirtiéndose en una experiencia personal e intransferible el visionado de “1:54”. Siempre que se habla del atletismo en el cine el referente claro es la obra maestra de Tony Richardson La soledad del corredor de fondo. El joven realizador canadiense nos demuestra su inteligencia y capacidad de innovar al ofertarnos unos poderosos travellings llenos de fuerza y energía, para mostrarnos las carreras desde una óptica nueva y vibrante. También tiene mano firme al adentrarse de una manera natural en la angustia que vive el pobre Tim, sabiendo manejar las claves más oscuras del drama.

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“Sweet Dreams”: Carta de amor a una madre

De Italia llega a la sección “World Cinema” el nuevo trabajo del realizador Marco Bellocchio, al que todos recordaréis por la magnífica Vincere. El largometraje nos lleva hasta Turín, concretamente al año 1969. Allí vive el pequeño Massimo que pasa el día feliz, haciendo los deberes, jugando o viendo películas con su madre. A los nueve años, su infancia idílica se verá truncada cuando la madre fallezca. Al pobre le cuesta asumir la perdida. Con los años, se convertirá en un periodista consumado. Massimo tendrá que lidiar con su pasado y su infancia cuando se vea obligado a regresar a su casa natal para venderla. Es duro no poder disfrutar de una madre, de darle un beso o un abrazo, de poder compartir con ella emociones vitales. Ese es el corazón dramático de este gran trabajo. Un filme cargado de ternura, que acaba conmoviendo al espectador. Bellocchio, que es muy astuto, juega en la delgada línea del drama y la comedia. Cuando tensa mucho la cuerda en el plano dramático, le ofrece al espectador un balón de oxígeno mediante una situación cómica, que rebaje la tensión. Recordará a más de uno a “Cinema Paradiso” por la estructura, al narrar la historia usando flashbacks. Es lógico ese desarrollo narrativo porque la venta de la casa guarda un secreto que obviamente le será desvelado en el último momento, y durante el proceso de desmantelación del hogar le servirá para poner las cosas en su sitio. Es decir, para finalmente asumir la perdida de la madre y hacer el duelo que no hizo o no le permitieron hacer cuando era un crío. “Sweet Dreams” hará llorar a más de uno. Bellocchio consigue que los tres actores que interpretan a Massimo en distintos momentos tengan la misma tierna mirada, que acaba por cautivar al espectador más reacio. En síntesis, esta es una conmovedora carta de amor a las madres.

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“Night of a 1000 Hours”: El mal vive en todas partes

Cuando decíamos ya nada nos puede sorprender, los programadores nos ofrecen esta propuesta procedente de Holanda sumamente artística y sutil dentro de la sección «World Cinema». Cuando la familia Ullich se reúne en su palacio de Viena para determinar quién heredará la empresa familiar, la matriarca fallece justo cuando está a punto de firmar el documento de venta. Sin embargo, para sorpresa de todos, ella vuelve a aparecer. Y ella no será la única porque con ella regresan los antepasados difuntos, creando una extraña situación. El guionista y director Virgil Widrich nos ofrece un relato de tintes oníricos, de vocación surrealista, con una carga de critica socio-política. Remarcado por ese título que alude a cuentos como «Las mil y una noches«. Por ese motivo la puesta en escena y la fotografía está dominada por una paleta de colores saturados. El autor holandés nos propone de partida un relato policiaco, porque la clave es saber quién mató a Hermann Ullich y el motivo. Progresivamente se nos irán desvelando los oscuros secretos de la familia Ullich, traiciones, engaños y conspiraciones. La mano de Jean Claude Carriere se aprecia tanto en el turbio tratamiento del sexo que mezcla tanatofilia e incesto a partes iguales, como en el McGufinn que esconde la trama. Es como si esa noche tuviera lugar el día del juicio final en versión atea. Todos regresan y no hay espacio para los secretos. Todos los pecados cometidos serán revelados. A su vez, también estamos ante una gran crítica sociopolítica en forma de fábula. Es ahí donde este cuento surrealista se ancla en la dura realidad. Los partidos fascistas están teniendo un nuevo auge en Europa, y reclaman democracia para hacerse con el poder político. La criada Ida simboliza a todas esas mujeres que reconstruyeron Almeania. Es ahí donde el discurso de este gran filme cobra un sentido ciertamente perturbador: el mal (Hermann) es omnipresente y vive en todas partes.

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“Raw”: Mucho ruido y pocas nueces

Y finalmente, llegamos al plato fuerte del día que se proyectaba en el marco de la sección «After Dark». Un filme que esperábamos ver desde hace mucho. La expectación era máxima porque había ganado en la pasada edición de Cannes el premio de la crítica. Y las noticias de que los espectadores caían como chinches noqueados con el visionado, obviamente, incrementaba el morbo por ver cómo es el primer trabajo cinematográfico de Julia Ducournau. La trama es bastante simple. Justine es una joven estudiante vegetariana que ingresa en la facultad de veterinaria. En ella hay un rito iniciático un tanto bizarro, tener que comer carne cruda. Eso desata su apetito sexual a la par que una insaciable hambre por carne cruda. Realmente, lo que hace que nos planteemos este filme es la deriva del género de terror. Los publicistas nos venden como que es lo más gore y desagradable, cuando en realidad es un filme profundamente feminista. Es un filme que no da miedo, asco. Es más, la realizadora le tan tintes de humor negro a la secuencia en la que prueba por primera vez la carne humana. La puesta en escena dominada por edificios racionalistas recuerda mucho a obra de Cronenberg que se convierte en un referente claro, concretamente “Rabia” (1977). De tal forma que hay muchos paralelismos entre el personaje interpretado por Marilyn Chambers y Justine. Sin ir más lejos la fusión del ansia por la sangre y la carne, y el voraz apetito sexual. De tal forma que Chambers tenía un pene en el sobaco con el que chupaba la sangre a los hombres, y Justine los devora cual mantis religiosa. La lectura feminista surge ahí, el empoderamiento de la mujer, cómo los usa sexualmente y se nutre de ellos. También hay otro referente, “El ansia” (Tony Scott, 1977). Concretamente en la forma en que nos narra el ansia por comer carne, cómo se va apoderando de ella, cómo lo refleja en pantalla Julia Ducournau, con Justine revolviéndose en las sábanas de la misma manera que lo hacía Susan Sarandon. Otro de los graves problemas del filme, es que intenta jugar en la liga del cine de autor, y es ahí donde no tiene nada nuevo que ofrecer, porque el tercer referente lo encontramos en “Blade” (Stephen Norrington, 1998) en esa apertura con la rave manipuladora de emociones. “Martyrs” o “Al’Interieur” me parecen mucho mejores, más lúcidas y malsanas. “Raw” es cine gore bajo en calorias para la generación milenial.

Al empezar la jornada tenía todas mis expectativas puestas en el final del día, y resulta que lo mejor del día lo hemos visto justo antes de «Raw». Ironías de la vida. Lo mejor es ir al cine y dejarse sorprender, que es lo que haremos mañana.

Por Alfredo Manteca

Periodismo UCM. Cinéfilo y cinefago compulsivo. Crecí con Kubrick, Hitchcock y Cronenberg.

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