Pasamos doce horas visionando los dos trabajos más recientes del cineasta filipino Lav Díaz gozando de su presencia
En la primera edición de Filmadrid, vivimos el foco dedicado a la figura del cineasta filipino Lav Díaz. Hablamos de la que fue su primera retrospectiva en España y que sirvió para acercar a los madrileños las maratonianas películas de uno de los directores más reconocidos de la actualidad. El hecho de que en 2016 se hiciera con el premio Alfred Bauer a la innovación artística en Berlín y con el León de Oro en Venecia, ha servido para consagrar todavía más su obra. Si a la labor que hizo Filmadrid dando a conocer Díaz, le sumamos la consecución de estos dos triunfos en festivales de clase A, además de contar con la presencia del propio realizador, podemos entender el éxito que tuvo el pase de «The Woman Who Left» en Filmoteca Española dentro de la primera de las proyecciones especiales del certamen tras la inaguración. Una sala casi a rebosar que otorgó un apasionado aplauso al cineasta en la presentación de un filme que encandiló al público durante sus cuatro horas de duración.
«The Woman Who Left»
La cinta que se hizo con el último León de Oro en Venecia nos muestra a un Lav Díaz claro y conciso y en lo que se propone. Con una duración de 226 minutos, algo corta en lo habitual dentro de su filmografía, «The Woman Who Left» se sitúa en 1997 para hablarnos del pasado reciente de Filipinas sin dejar de señalar el presente de su país. Confecciona uno de sus filmes más claros y concisos, dejando de un lado las disgresiones, mostrando la evolución de su protagonista y quien la acompaña, pero sin entrar en narrativas más crípticas que se alejen del cometido inicial sobre el que se mueve el relato. La película se abre en una prisión femenina, mostrando la importancia del respeto a la cultura siendo su protagonista, Horacia, la maestra del lugar. Observamos la facilidad con la que una persona ha podido estar encarcelada injustamente durante 30 años y la impunidad legal que existe al respecto. A partir de esta premisa donde se hace énfasis en la solidaridad entre mujeres, se bucea en la relaciones maternofiliales para abrir finalmente el filme a las temáticas que con más ahínco acaba por abordar. Hablamos de la diferenciación social, el papel que juega en ello la Iglesia, la marginación social y las ansias de venganza. Todo ello abordado desde la decisión técnica del cineasta. Nos hallamos pues ante un filme que opta por espacios urbanos y por interiores. Díaz consigue originar una idea del espacio a partir de sus ángulos, utilizando el montaje para darle un nuevo punto de vista al lugar reflejado, transformándolo, dejando ver su esencia, y al mismo tiempo evidenciando que pese a cambiar el punto de vista, este sigue siendo el mismo. Y es en este espacio urbano pero alejado de la gran ciudad donde «The Woman Who Left» nos plasma la esencia de los olvidados, de las gentes que sobreviven ante las miserias del país. Un jorobado que tiene que malvender en plena calle para alimentar a su familia, una joven desquiciada viviendo en la inmundicia o un homosexual acosado por la violencia de los hombres serán los aliados de un mujer que lucha por la felicidad de los más débiles. La otra cara de la moneda serán la del cacique, el aristócrata, el pobre diablo poderoso que se vale del sistema para imponer sin escrúpulos su voluntad. El filme mediará en última instancia acerca de este conflicto entre dos mundos condenados a vivir juntos, un sistema que oprime a los débiles y cuyos resquicios dan fruto a dar vida a unas ansias de venganza muy arraigadas en la sociedad filipina.
Tras la proyección, el director estuvo charlando con los asistentes, respondiendo preguntas acerca de la situación política en Filipinas hace 20 años y hoy, así como de la exhibición de su cine en su país natal. Del mismo modo, se reflexionó sobre la búsqueda existente en su cine de encontrar la fusión idónea entre el tiempo y el espacio
«A Lullaby to the Sorrowful Mystery»
La siguiente cita fue al día siguiente, a las 11 de la mañana. Una treintena de personas se reunió en La casa encendida con tal de visionar «A Lullaby to the Sorrowful Mystery», una cinta que supera las 8 horas de duración y que también fue presentada por el propio Lav Díaz, quien se acercó al final de su proyección con tal de charlar con el público asistente. Si bien «The Woman Who Left» se retrotrae al año 1997, esta cinta se sitúa en pleno contexto de la revolución filipina entre 1896 y 1897. El filme de Lav Díaz que más atrás investiga en el pasado de su país. Un proyecto que tuvo en mente desde 1999 y que por la falta de presupuesto tuvo que ir dejando de lado durante 17 años. Algo que le ayudó a comprender mejor la historia de aquellos fatídicos años leyendo la historia de los vencedores, pero también de los vencidos con tal de encontrar la verdad que se encuentra entre lo expuesto por unos y otros.
«A Lullaby to the Sorrowful Mystery» es un filme más hermanado con cintas más complejas y trascendentales del director como «Century of Birthing». Con unos cuatro tercios que intencionadamente beben del expresionismo alemán, influencia la cual se aprecia en la figura de uno de los personajes más caligarianos de su obra, Díaz confecciona esta epopeya de ocho horas basada en dos importantes novelas filipinas que obligó a leer a sus actores con la intención de interiorizar a los personajes a los que dan vida. Las dos primeras horas de las cinta nos muestra a modo de preciosistas pinceladas un rompecabezas que une diferentes estampas de la violencia protagonizada durante esas fechas por parte del ejército español sobre los rebeldes filipinos. Un triunfo estético que nos rememora a diferentes obras pictóricas bélicas como Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya, aunque siempre escondiendo la visceralidad en el fuera de campo, centránse en la reacción humana ante tales hechos más que en la fisicidad de la crueldad. A partir de entonces Díaz sigue a los protagonistas de la revolución, recayendo gran peso de la obra en las mujeres, sobre todo Caesaria y Gregoria de Jesús. Dentro de un tortuoso camino buscando a Andrés, héore de la revolución desaparecido hasta el día de hoy, encontramos una fascinante e hipnótica epopeya donde el elemento fantasioso en forma espectral tendrán un singular protagonismo. La traición de Caesaria y el perdón de Gregoria, así como la renuncia de la venganza, serán el punto álgido ya no solo de esta historia, sino también del filme. Cabe destacar la importancia que existe dentro del estamento religioso, rozando el sectarismo, recordándonos a la figura del turbio Padre Tiburcio de la ya mentada «Century of Birthing». Un fanatismo religioso contrario al gobierno como el que se respira en novelas de Mario Vargas Llosa como Pantaleón y las visitadoras o La guerra del fin del mundo. Quizás no tan potente, pero no por ello menos necesaria, sería la trama que protagoniza el reparto masculino, quienes también se ven sumidos en una historia de venganza y supervivencia, un relato épico que finaliza de manera poética y nacionalista. A ello hay que sumarle el retrato conscientemente ácido que realiza Díaz del Imperio español, la ociosidad de los burgueses, la hipocresía del clero y sobre todo, la maldad y perversidad humana encarnada en la cara visible del ejército.
Al finalizar el filme, Lav Díaz agradeció a los asistentes haber sobrevivido y charló amistosamente respondiendo todo tipo de preguntas. Lo más curioso de sus declaraciones fue el hecho de que la cinta fuera rodada en algo menos de 20 días, un hecho casi heroico teniendo en cuenta la infinidad de localizaciones que existen en la película. Es además la cinta del filipino un alegato ecologista que defiende preservar los elementos naturales que tan bellamente ha reflejado desde siempre dentro de su filmografía.