La sección internacional de hoy cuenta desde dos formas totalmente diferentes la decadencia social de sus respectivos países, Estados Unidos por un lado y China por el otro.
El día que Godard solapó la sección internacional
Si hay algo que nos duele como espectadores es la programación solapada del festival y la imposibilidad de acudir a segundas proyecciones. Es por ello que desde Videodromo, hemos decidido quedarnos a cubrir las dos películas de la sección internacional a concurso de hoy y hemos desistido a gozar en 3D la última maravilla del francés Jean-Luc Godard “Adiós al lenguaje” con gran pesar en nuestros corazones.
Como era de esperar, el acontecimiento acaecido en el Cine Conde Duque Santa Engracia ha arrastrado a un público expectante dejando muy poca presencia en las dos películas proyectadas en el Cine Paz que a continuación trataremos de abarcar.
In heaven, everything is fine…
Javier H. Estrada se ha dirigido de nuevo a todos nosotros para hacer la presentación de la película “Stinking Heaven”, quinto largometraje de Nathan Silver, quien parece erigirse como el último de los cineastas estadounidenses realmente independientes quien ofrece un viaje temporal hacía la decadencia del sueño americano y la reflexión sobre la materialidad de la imagen. A continuación, hemos procedido a un visionado técnicamente accidentado, llegando a parar la proyección (espacio que muchos han aprovechado para huir padeciendo por no llegar a ver la película de Godard) para reajustar los subtítulos, algo que lamentablemente está empezando a ser habitual en la dinámica del festival, aunque parece que el problema ha sido eficazmente resuelto en la proyección nocturna posterior mediante un primario y laborioso trabajo de los organizadores.
Sumergiéndonos de lleno en el largometraje, cabe decir que la experimentación formal del lenguaje cinematográfico parece cada vez más agresiva a medida que cubrimos la sección oficial a concurso. Atónitos ante tal novedad, nos cuesta adaptarnos a un formato valiente en el que los 4:3 y el digital se fusionan con una dirección plagada de primerísimos primeros planos, muchos de ellos antiestéticos o incómodos, seguidos de unos movimientos de cámara tan veloces que llegan a marear al espectador. En un primer momento, sintiéndose uno tan perdido, decide abandonarse en el oasis sensorial que provoca el filme, sin embargo, resulta inevitable sentir como crece un estímulo intelectual que te obliga a implicarte emocional y racionalmente con lo mostrado en pantalla.
¿De qué trata “Stinking Heaven”? Sin duda, como casi todas las películas vistas hasta el momento, sería casi imposible de resumir en tan solo un visionado. Podemos intuir que estamos ante un colectivo que vive en una casa siguiendo unas normas y que todo ello nos es presentado mediante cámaras digitales que nos remiten a “Idioterne” de Lars Von Trier. Y no obstante, me atrevería a aventurar que dicho filme no guarda similitudes formales y temáticas destacables con la película que hoy tratamos. No hay una búsqueda tan intencional de radiografiar a una sociedad sino más bien de dejar hacer a sus protagonistas, de acompañarlos en esta experiencia críptica donde se integran en una casa siguiendo unas normas preestablecidas desde el primer momento. Y cuando no sabemos muy bien que es lo que está pasando, se arremolina un torbellino de pasiones humanas desatadas que nos dejan sentados en la butaca expectantes del desarrollo de los caóticos acontecimientos.
La explosión violenta de los sentimientos reprimidos se traduce como una incapacidad por mostrarse emocionalmente estables en sociedad. ¿Es por eso que se refugian en esta colectividad? ¿Están en una especie de escuela de la vida? Lo único que sabemos es que tras el cese de la actividad amorosa, los personajes experimentan una violencia que genera una catarsis llegando a un clímax sensorial que les acaba ayudando a sentirse mejor con ellos mismos. Todo ello es formalmente acompañado con un seguido de reflexiones sobre la misma imagen, como bien adelantaba el programador Javier H. Estrada en su presentación, donde entre otras cosas observamos como se ven reflejados en vida en cintas de video y como tras la muerte de uno de ellos (por desobedecer la primera de las normas de la casa) deciden romper la prueba física de ello que es el VHS. A su vez, mientras la escena en televisión cuenta con una música extradiegética, la escena posterior, donde vemos a quienes ven la cinta del muerto, es acompañada de música integrada en el relato.
“Love never ends” reza una de las canciones interpretadas durante la película con un estilo totalmente deprimente y triste. La desgana vital de este tipo de música, que contrasta con sus vitalistas y preciosas letras, acaba erigiendo una especie de contradicción en la que parecen anclarse unos personajes desencantados y asqueados en búsqueda de nuevos horizontes para reorientar su propia y apesadumbrada existencia.
La China decadente de festival
“Algo huele a podrido a China”. Esto es lo que se nos suele pasar por la mente siempre que nos encontramos ante una película china en un festival europeo. No es necesario hacer mucha memoria para recordar como “Un toque de violencia” (2013) de Jia Zhang Ke y “Black Coal” (2014) de Diao Yinan se compactaban de manera involuntaria en un desolador díptico capaz de mostrar la decadencia geográfica, física y moral de una China de provincias que no ha sabido adaptarse a la barbarie capitalista de manera racional y equitativa. “Li Wen At East Lake” de Luo Li nos acerca una nueva visión de la China actual a modo de documental. El director chino se desplaza hasta el lago de Este, el cual se origina como un símbolo de la ciudad de Wuhan y que parece tener una importancia vital en todos los que viven a su alrededor, llegándose a mencionar el filme las siguientes palabras “todos somos el lago del Este”.
Luo Li acerca su cámara a las reflexiones y a las problemáticas acontecidas alrededor del lago que da nombre al documental. Por ello, filmará a diferentes personas, seguidos por un finísimo hilo conductor que es uno de los personajes recurrentes del largometraje, valiéndose siempre de un tiempo muy pausado en el que el ritmo se fundirá con las hermosura de los bellísimos paisajes y con la paz que destila el sonido ambiente bien captado. No obstante, tanta pausa, pese a un inteligente inciso cargado de humor de mano de las teorías freudianas, frenará el interés del espectador, siendo en ocasiones excesivamente dilatado, como el prólogo inicial, rasgando en demasía el tiempo y provocando que unas señoras afianzadas en las primeras filas hayan tenido que abandonar la sala a mitad de la proyección. El filme nos coloca la cámara como foco que plasma una realidad, dejándonos infinitas inquietudes de los que desfilan ante ella. Así pues se elaborarán discusiones, reflexiones y diálogos acerca de la esencia del lago como símbolo de la ciudad, la intención de renovar con nuevos símbolos a ésta (en forma de aeropuerto), la edificación urbanística y el fraude, el peso de la modernidad en confrontación con lo tradicional e incluso la búsqueda mitológica de los dragones. A su vez, el filme nos habla de la política del pasado, desde la dinastía Qing a Deng Xiaoping y Mao Zedong (quien se da un baño en el lago) a la política actual, dejando entrever que los ciudadanos chinos entienden y rememoran su pasado para enfrentarse y desencriptar su presente.