Dos grandes cintas, con fuerza poderosa, han irrumpido de lleno en la segunda jornada del Festival de Gijón, ambas incluidas en la Sección Oficial. Entre halagos, sonrisas y sorpresa positiva fueron proyectadas Ida y Henri.
Ida: un film muy cuidado
Ida, de Pawel Pawlikowski, es una firme candidata a llevarse algún trofeo en el certamen. El director polaco ya ha estado cuatro veces en el Festival pero nunca con una cinta tan potente como ésta, salvo quizá la inteligente Last Resort. En cada plano de Ida, cuidado al máximo en una bella fotografía en blanco y negro, parecemos estar ante una obra de museo, ante una sucesión de cuadros de Pinacoteca. Una joven novicia, a cuatro días de realizar sus votos, es obligada a visitar a su tía, que ejerce como juez. Ambas realizan un viaje iniciático para descubrir la verdad sobre su pasado, con el fin de hallar los restos de los padres de Ida. La relación entre ambas marca con fuerza el devenir del futuro espiritual de la pequeña. Pero además, demostrará a cualquier espectador la fina barrera que separa los designios personales de cada individuo. Gran papel de la joven Agata Trzebuchowska. Distribuirá en España el filme Caramel Films.
Henri: delicada ópera prima
En el caso de Henri se trata de la primera cinta como realizadora de la actriz Yolande Moreau y constituye todo un ejercicio de luminosidad sobre el hilarante mundo inhumano que a veces parece querer rodearnos. Porque Henri no solo sirve como película optimista y tierna sino que parece sobrepasar límites y decir al espectador: «No estás solo. Puede haber una mariposa blanca esperándote para hacerte sonreír». Escrita por la propia Moreau, que se reserva un papel testimonial, Henri cuenta con infinita delicadeza una profunda relación muy creíble y humana entre un hombre cuarentón viudo y una joven discapacitada mental (Candy Ming, excelente descubrimiento). Su unión llega por casualidad. Rosette, que así se llama la joven, pertenece a una asociación de «mariposas blancas», almas puras con discapacidad que solo saben hacer el bien entre la gente a cambio de pocos euros por su trabajo. Si bien la cinta parece querer caer en sentimentalismos en alguna fase, está bien resuelta al hacer muy cercanos a los dos seres solitarios que retrata. Proclama ciertos destellos de humor ácido en momentos trágicos (ese canto a capella en el funeral improvisado de la mujer) y se sirve de dos metáforas excelentes: El Ángelus, famoso cuadro de Millet, y la afición del protagonista por las palomas mensajeras que no siempre saben o quieren volver a su hogar. Entrañablemente humana y emocionante. Así es Henri. Un remate más redondo la hubiera hecho magnífica…
En Solitaire: Una cinta de aventuras
En la sección Rellumes hubo ocasión para ver En Solitaire, película que distribuirá en España A Contracorriente Films. El cartel es todo un referente en Francia, con François Cluzet, actor de la famosa Intocable, acompañado de Guillaume Canet. El realizador Christophe Offenstein ha querido rodar una cinta sin pretensiones, con un fondo de aventura. Un hombre maduro da la vuelta al mundo en vela de modo circunstancial tras un accidente de su cuñado. Su primera participación en el evento no le impide escalar posiciones y estar cerca de la victoria a pesar de los inconvenientes, uno de ellos quizá insalvable: un joven mauritano se le ha colado de polizón y pone en peligro su éxito. Curiosa en muchas fases, peca de repetitiva y previsible pero es estimable y configura el sentido de la amistad de los personajes ante circunstancias adversas.
Ruedas de prensa de Aranda y Carmelo Gómez
La jornada fue completísima y dio tiempo a presentar el libro Conversando con Vicente Aranda, de Sara Majarín, que sirvió de preámbulo para conocer algunos detalles del realizador en una rueda de prensa que contó con la presencia del recién galardonado por el Festival. La obra relata, película por película, toda su filmografía (25 largometrajes, la serie Los Jinetes del Alba, 1 documental, 1 cortometraje y 1 capítulo de La Huella del Crimen). «He querido que el libro sea una declaración de intenciones y en cierto modo una lección de cine», explicaba Aranda. Además, añadía: «Tengo 6 guiones guardados pero nunca se harán porque o son muy caros o necesitan una cantidad de actores impresionante». El cineasta, que confesaba que su truco para rodar era «situar siempre la cámara desde el punto de vista de alguien», reconocía que a sus 87 años, no tiene ganas de seguir dirigiendo porque «el cine se ha vuelto muy voluntarista y yo ya no tengo voluntad».
En esta línea melancólica también se expresaba el otro galardonado de este año en el Festival: Carmelo Gómez, quien dejó varias perlas ante la prensa. Perla 1, brillante: «Me gusta hablar del cine como arte y cada vez menos como entretenimiento. En este oficio estás siempre expuesto en un terreno de inestabilidad pero también es maravilloso porque te saca de lo cotidiano, que es horrible». Perla 2, abrumadora: «Todos los días paso miedo. He aprendido que todo el día viajando, sin una estructura, te desequilibra. Nunca hay un orden y sobrevivir a eso me ha hecho pensar que un hombre no puede estar solo. El amor y la compañía son fundamentales para vivir». Perla 3, derrotista «La vida superó ese sueño que yo tenía de niño de ser actor. Seguiré haciendo teatro hasta que me quede mudo pero tengo que dejar el cine algún día. Me gustaría dedicarme a la docencia o volver al campo. Ya no tengo esa energía».
Conseguimos que contara algo sobre personajes que nunca interpretó y le hubiera gustado encarnar: «Me hubiera gustado interpretar al Coriolano de Shakespeare o al maqui leonés Girón Bazán». Si alguno se anima a escribirlos Gómez quizá pueda seguir en esto. Ojalá no se retire de la gran pantalla. Porque si pesos pesados como Aranda y Gómez están «sin voluntad» y «energía» es que algo falla en nuestro cine.