Seguimos una jornada más en el Márgenes, esta vez nos centramos en el retrato de Kikol Grau de una de las bandas seminales del punk español y con el monólogo Yo me lo Creo, a cargo de Terrorismo de Autor
Inadaptados: Recuerdos que no cicatrizan
Kikol Grau se ha propuesto devolver una época de nuevo a la vida. En la reciente corriente actual donde lo zombie está de moda, qué mejor que volvernos a mostrar a una serie de bandas lideradas por muertos vivientes, a su pesar, que, desde principios de los 80 hasta los primeros 90, fueron el germen de un movimiento político-musical y cultural en la que el punk, el rock y el metal, se daban la mano y puso al País Vasco en la órbita cultural haciendo que fuera noticia por algo más que por ETA. En este contexto se sitúa esta obra, «Inadaptados», un retrato basado en imágenes de archivo y en antiguas entrevistas de los Cicatriz y que continua el trabajo empezado en «Las Más Macabras de las Vidas» dedicado a Eskorbuto. El trabajo de Grau es puro amor por el estilo y por la estética del mismo, sin más pretensiones que las del fan que recopila imágenes y documentos para pasárselos a un colega e introducirle en la historia de la banda. Son las imágenes y las entrevistas las que van contando la historia, material visual recopilado de antiguas cintas y que reflejan e ilustran los recuerdos que Natxo Etxebarrieta, Pakito Rodrigo, Pedro Landatxe, Goar Iñurrieta y el resto de integrantes dejaron grabados en entrevistas, reportajes y apariciones en programas de radio y televisión, antes de morir víctimas del SIDA o la heroína. Kikol Grau no juzga en ningún momento, simplemente expone, nos hace partícipes de la crudeza y el salvajismo autodestructivo del grupo (más cercanos a los Murder Junkies de GG Allin que a otras bandas) y nos muestra lo que es Cicatriz, de manera auténtica, una banda que, pese a lo que pueda parecer siempre puso en primer lugar la música.
Yo me lo creo
¿Quién es el loco? ¿La sociedad o aquél que quiere vivir al margen de esta sociedad de locos? Esta es la reflexión que plantea este mediometraje de Terrorismo de Autor interpretado por Antonio Ruíz, una de esas personas al margen de la sociedad y a la que la misma ha llamado loco. En un formato que nos obliga a aguantarle la mirada al personaje, que nos mira durante casi toda la totalidad de video, mientras una voz en off pone le pone palabras, nos vemos obligados a interrogarnos y a interrogar en un diálogo provocado entre la desconexión del audio y la imagen. Esto es la teoría, porque en la práctica el experimento resulta más fallido que interesante. Se supone que los niños y los locos, con su capacidad de percibir otras realidades son los que nos pueden hacer romper el ensimismamiento de la sociedad, pero lo cierto es que el mensaje es de un «cuñao» que nos saca de la presunta reflexión buscada. Además 40 minutos de primer plano fijo, salvo algunos insertos, de un señor mirándote, están muy bien como terapia de videoarte o como experimentación ensayística, pero al aunarse con las reflexiones nos acaban haciendo desconectar.