El tercer día en el Nocturna Fest me ha roto los esquemas maravillándome con ‘The Midnight Swim’, una cinta tan magnética como proclive a ser aborrecida.
La mañana del cuarto día de Nocturna está siendo más dura de lo esperado. Después de atender la pasada madrugada a una grotesca batalla de vídeos de robots entre el siempre ilustre Nacho Vigalondo y David Rubin, el sueño está haciendo acto de presencia con especial intensidad. Pero eso no va a impedir que os hable del sorprendente día tres en el que una cinta titulada ‘The Midnight Swim’ dio un giro de trescientos sesenta grados a mi, en ocasiones, excesivamente cuadriculado cerebro. Así que voy a armarme de valor, un par de pepinillos para que mis ojos de insomne dejen de parecer los de Steve Buscemi y mi lavativa favorita a modo de café soluble de marca blanca, para empezar a teclear raudo y veloz las impresiones de la tercera jornada del certamen.
‘June’
Parece ser tónica habitual del festival que el leit-motiv de la proyección de las cinco de la tarde en la sala uno sea el más absoluto de los sinsentidos. Y es una lástima, porque ‘June’, opera prima de L. Gustavo Cooper, posee todas las cualidades necesarias para poder convertirse en un producto más que satisfactorio pero se pierde de forma insalvable en el limbo de la mediocridad debido a un buen puñado de nefastas decisiones, especialmente en lo referente a la dirección.
No seré yo quien critique un largometraje centrándome en su factura si la historia que me está contando resulta interesante y, sobre todo, coherente. En el caso de ‘June’, su obvio cariz de película de bajo presupuesto y sus vaivenes formales no resultan impedimento para desplegar momentos muy acertados en planificación y montaje que ayudan a reforzar un concepto, hijo bastardo de la ‘Carrie’ de Stephen King, que pese a resultar atractivo, termina perdiéndose entre un guión repleto de incongruencias, salvajes lagunas argumentales, y unas interpretaciones tan inverosímiles como torpes —señor Van Dien, haga el favor y retírese—.
Mucho debatí con mis compañeros de visionado sobre dónde radica el verdadero núcleo del fracaso de Cooper. Unos defendían una postura centrada en la falta de trabajo sobre un guión incompleto al que deberían haber dedicado más horas y reescrituras en lugar de intentar suplir la vacuidad con efectos visuales de segunda. Otros, mientras tanto, hacían referencia a un recorte salvaje del material rodado originalmente aludiendo a un trailer en el que puede verse muy poco del metraje aparecido en el montaje final del filme. Sea como fuere, ‘June’ se estrella estrepitosamente y supone una nueva decepción dentro de la flojísima sección oficial de este año.
‘The Midnight Swim’
A los diez minutos de haber empezado ‘The Midnight Swim’ todavía no había cambiado mi postura corporal después de llevarme las manos a la cabeza tras la secuencia de apertura: Tres mujeres hablando susurrantes como si fuesen Najwa Nimri en una película de Julio Médem sobre chorradas trascendentaloides con un tufo pretencioso a más no poder flotando en el ambiente mientras una sucesión de planos desenfocados y encuadres aberrantes destruían mis retinas. Y todo con el lenguaje narrativo propio del found footage. Estaba siendo testigo del nacimiento de un nuevo subgénero: el Hipster Footage. Una suerte de hijo bastardo de mi aborrecidísima Sofía Coppola y Oren Peli. Un monstruo que nunca debió ver la luz del día.
Lo que no podía esperar es que, conforme avanzaba este maravilloso debut de Sarah Adina Smith, me fuese sumergiendo progresivamente en su particular y poderosa atmósfera seducido por la delicada plástica de la que hace gala, por su sensible y arriesgada fábula sobre el duelo y la espiritualidad y, sobre todo, por un trío de actrices protagonistas que devoran la pantalla, comprimen corazones y llegan a enamorar —Aleska Palladino luce perfecta y brilla en todos los aspectos— dirigidas con una destreza formidable y un mimo que trasciende a la pantalla y te hace apreciar hasta las salidas de tono más disparatadas de una cinta de lo más peculiar y no digerible por todo tipo de público.
Que un largometraje situado en el polo opuesto de mis filias cinematográficas y proclive a desatar la mayor de mis iras contra él haya conseguido emocionarme y generar tamaña fascinación sobre mi extremista perspectiva sobre el séptimo arte debe significar algo. En este caso, sólo puede denotar que el carácter arriesgado, el derroche de estilo y la sensibilidad atesorada por ‘The Midnight Swim’ la convierten en una pieza única y de una inmensa calidad que no todo el mundo sabrá apreciar si no abre su mente y se deja llevar.
‘It Follows’
Para cerrar la noche, y tras no poder quitarme el filme anterior de la cabeza, ‘It Follows’ volvió a deleitar al respetable tras romper los esquemas de la inmensa mayoría de asistentes a la pasada edición del festival de Sitges con su inteligentísima y, por momentos, verdaderamente aterradora historia sobre la pérdida de la inocencia enmascarada como un relato de terror puro que trae de vuelta con un éxito indiscutible la esencia de grandes mitos de los ochenta como ‘Pesadilla en Elm Street’.
Incontables son las alabanzas que puedo verter sobre el trabajo de David Robert Mitchell. Es preciso, estremecedor, referencia con estilo las fuentes de las que bebe y equilibra a la perfección la balanza entre contenido y entretenimiento sin caer en la hoquedad o el exceso de ínfulas. No obstante, su mayor virtud —esa inteligencia que Mitchell usa para construir una obra que funciona como un reloj suizo— resulta a su vez su mayor defecto; dejando carente de alma a una cinta que, pese a ser un nuevo hito dentro del terror contemporáneo, podría haberse convertido en un clásico instantáneo de haber sido dirigida por un verdadero devoto del cine de género capaz de proyectar un amor inexistente en esta ‘It Follows’ sobre su creación.
Y con esto y un bizcocho, voy a tumbarme un rato antes de empezar la vorágine fílmica del día y a pensar un rato más en ‘The Midnight Swim’.
Quién me ha visto y quién me ve.