En su cuarto día, el festival de Pamplona ha seguido expandiendo sus ambiciosas propuestas, en las que espacios y personas se dan la mano.
Una de las sesiones especiales más importantes del Punto de Vista este año era la del homenaje a Luce Vigo, madrina del festival desde su inicio, que falleció el pasado día 17 de Febrero. Hija de Jean Vigo (quién da nombre a uno de los premios, el de mejor dirección, y del que también pudimos recuperar la mítica «L’Atalante» -1934-), la crítica y programadora protagonizó un cortometraje de Jem Cohen que rodó en una de las visitas que realizó a Pamplona. Además de esto, el certamen acoge la séptima edición de Proyecto X Films, que da la oportunidad a tres jóvenes y arriesgados realizadores a presentar un proyecto cuya única condición es que transcurra en Navarra. Los cineastas María Cañas («Sé Villana», «La mano que trina»), Pilar Monsell («África 815») y Omar A. Razzak («La tempestad calmada») han sido este año los encargados de participar, enseñando también ejemplos de sus trabajos anteriores y opinando sobre el estado del cine documental español actual y su exhibición. Una de sus obras será finalmente la elegida para ser financiada, rodada y presentada el año que viene. Por último, la Sección Oficial estuvo representada por los cortometrajes, en los cuales el espacio tenía una importancia fundamental, pero también las personas los habitan, o que lo han hecho en el pasado.
Cidade Pequena / Cicha Symfonia (Una sinfonía en
silencio) / Islands of forgotten cinemas
El cortometraje «Cidade Pequena» de Diogo Costa Amarante obtuvo hace unas semanas el Oso de Oro en la Berlinale, y realmente no resulta sorprendente con una obra de una belleza formal tan desgarradora. El director, a través de un estilizado formato panorámico, que solo se permite abrir el plano al final, estudia cómo afecta a su pequeño sobrino la consciencia de la existencia de la muerte. Nos encontramos así con un «coming-of-age» no relacionado con el despertar sexual, sino con el fin de la inocencia y del (feliz) desconocimiento. Un nuevo ejemplo de libertad de un cierto tipo de cine portugués, que experimenta con el simbolismo desde un punto de vista plástico.
Desde su propio título y su comienzo, la coproducción española-polaca «Cicha Symfonia» establece su relación con las sinfonías urbanas de los años 20: una ciudad, Wroclaw, amanece entre la pereza habitual del inicio de la jornada laboral. El director Aitor Gametxo, ganador de X Films en 2013, realiza un trabajo literalmente mudo, y lo hace eliminando cualquier tipo de sonido. ¿Por qué? Todos los protagonistas de la película son sordos. Y de este modo, la experiencia del público es similar a la de ellos. Algo que películas tan supuestamente radicales como «The tribe» (Myroslav Slaboshpytskiy -2014-, narrada a través del lenguaje de los signos, pero muy condicionada por los ruidos y sonidos), no se atrevieron a hacer. Y es que realmente lo que lleva a cabo Gametxo es un acto de valentía: sin sonido, se elimina gran parte de manipulación emocional, y requiere una atención especial por parte del espectador. Pero además de este aspecto, que es el más llamativo de la cinta, el realizador consigue otros momentos realmente destacables, especialmente con los niños y la naturalidad de sus expresiones. Momentos irrepetibles dentro de un día tan único como común a muchas otras urbes.
«No puede compararse la atmósfera de ver una película en el cine». Con esta sentencia acaba el corto «Islands of forgotten cinemas» de Ivan Ramljak, un homenaje a los antiguos espacios de exhibición en las islas de Croacia, integrados dentro de casas de cultura creadas en los años 60, y que ahora acogen otras actividades. A través de diferentes experiencias que vivieron en ellos los habitantes de las islas, el discurso de Ramljak, aunque nostálgico, es también algo obvio (los cines clásicos se han ido perdiendo en favor de los multicines, en Madrid tenemos el ejemplo reciente del Palafox) e incluso inncesariamente moralista.
From Vincent’s House in the Borinage / 5 October
Los dos siguientes trabajos que pudimos ver utilizaron en ambos casos la fraternidad como punto de partida. En el primero, empleando como base las cartas que Vincent van Gogh envió a su hermano Théo desde la localidad minera belga de Borinage, donde se inició como pintor, José Fernandes realiza un cortometraje plagado de misterios en el que trata de captar la esencia del artista. En un lapso atemporal en el que parece haber quedado suspendida, la casa ahora está habitada por una joven asiática, como representación del interés por lo exótico propio del postimpresionismo. Mientras, el espíritu del pintor vaga por los bosques que la rodean, y se manifiesta en los potentes colores, como el azul de los alféizares. Tras tantas voces en off ya escuchadas durante el festival, los agradecidos silencios hacen que el conjunto sea aún más críptico, ofreciendo más sensaciones que cualquier tipo de respuesta.
El único largometraje que vimos en la Sección Oficial durante esta jornada fue la eslovaca «5 October», en la que el director Martin Koller sigue, a través de una agenda diaria, el trayecto de su hermano antes de enfrentarse a una operación en la que tiene las mismas posbilidades de vivir que de morir. Los silencios también son los protagonistas de este trabajo, relacionados con la tranquilidad del entorno natural, dentro del cual el hombre quiere convivir mientras le sea posible. Una película que no tiene necesidad de sobreexplicar nada, y que encuentra en su honestidad su mejor baza.