Jornada discreta salvada por la última genialidad de Hirokazu Koreeda
«El Reino» Sección Oficial
Rodrigo Sorogoyen, quien ya estuvo dentro de la sección oficial hace dos años con «Que Dios nos perdone», regresa a la categoría reina del certamen con un nuevo thriller que busca mostrar las cloacas del Estado. Lo hace con Antonio De La Torre, quien da vida a un político corrupto y disfruta de una vida ostentosa gracias a sus chanchullos ilegales con los empresarios y promotores que se aprovechan de ello. La primera secuencia del filme nos invitará a conocer su actitud respecto a sus compañeros de partido. Algo que cabe destacar lo logra con cierta falta de naturalidad, convirtiendo a personajes y diálogos en meros arquetipos, gente por desgracia real pero que en la fluidez de la narración se tornan auténticos clichés. Quizás para huir de eso busque basarse sobre personalidades reales, pues bien se nota la influencia de políticos como Susana Díaz, Pedro Sánchez, Luis Bárcenas o periodistas como Ana Pastor. Por desgracia, la película parece no contentarse con la intensidad conseguida durante su primera mitad, donde el thriller se vive desde los despachos, las llamadas telefónicas, las noticias de televisión. Es por eso que en el viaje al sinsentido emocional del protagonista le acompañará una angustiosa banda sonora machacona que busque eludir esa presunta falta de absorción hacia el espectador. Ya será en sus secuencias finales cuando el gusto por el cine coreano hará de nuevo aparición, como ya lo hizo en la mentada «Que Dios nos perdone», consiguiendo en parte las escenas más conseguidas del filme. Y es que es justo añadir que pese a su incesante irregularidad, por momentos logra mantener al espectador en una tensión pocas veces conseguida en el séptimo arte. El final, más obvio e incisivo en el desprecio hacia quienes saquean nuestro país a diario, se antoja por momentos condescendiente, si bien es verdad que hay que reconocerle su valentía a la hora de alcanzar su última reflexión.
«Mirai» Perlas
«El niño y la bestia», penúltima película de Mamoru Hosoda, fue la primera cinta de animación presente en la sección oficial de San Sebastián. Tres años después, regresa de nuevo, esta vez en Perlas, con «Mirai, mi hermana pequeña». Un trabajo intensamente esperado por aquellos que han disfrutado de sus obras posteriores como «Summer Wars» (2009) o «Wolf Children» (2012). Y es que esta nueva propuesta bebe en parte de lo mejor de esas dos cintas, recuperando un final fantasioso y visualmente original y portentoso de la primera y el carácter humano y tierno de la segunda. Sin embargo, el conjunto de la narración y la estructura se antoja harto caótico, arrastrando una falta de coherencia y cohesión interna que lastra el visionado del filme. No por ello se trata de una obra desdeñable, pues bien es cierto que la construcción de sus personajes y el buen hacer a la hora de reflexionar sobre la familia y la condición humana, dotan al filme de un alma acogedora que bien es capaz de seducir a muchos espectadores. Quizás el problema final de la cinta resida en las expectaciones que despierta el nombre de quien la firma, quien a su vez, como hemos dicho, nos regala una nueva entrega de los elementos ya reconocidos en su filmografía, pero que desgraciadamente carece de ese plus que convierte lo agrable en maravilloso.
«Alpha, The Right To Kill» Sección Oficial
Birllante Mendoza ha presentado en sección oficial una cinta correcta, con una reflexión de lo más interesante y lastrada precisamente por el estilo audiovisual que caracteriza la carrera del director. «Alpa, The Right To Kill» se abre en un primer momento como thriller seco y directo, repleto de violencia y sin concesiones emocionales con el espectador. Resulta curioso pues en su esctructura como tras lo sucedido en los impactantes primeros compases, poco a poco el filme varie hacia otros derroteros donde la subjetividad de Mendoza irá abandonando paulatinamente la frialdad de lo mostrado hasta el momento. Y es que tras un crudo tiroteo en un redada donde la policia abate y detiene a distintos traficantes, el relato se subdivide en dos personajes que tras la matanza, toman caminos distintos tras su colaboración a espaldas de la justicia. Mendoza busca metaforizar señalando directamente a la policia, la represión estatal que se vive en Filipinas con el polémico presidente Rodrigo Duterte. Un mandatario conocido por su implacable mano dura con el narcotráfico y en definitiva con casi todo lo que no se ajuste a su ideario político. A partir de aquí, utiliza su peculiar forma de filmar, acercamientos de una cámara en movimiento que mira de abajo a arriba y deambula en la fina línea que bordea la abyección impulsándose de una música estruendorosa. Recurso que daña el conjunto de la película pero que sabe cesar sin llegar a un punto de no retorno. Así pues, en última instancia, gracias a la concepción argumental del largometraje, asistimos a un acertado análisis de la Filipinas actual contrastando dos modos de vida totalmente distintos. Por un lado la pobreza sumisa víctima de la represión policial, por el otro, la clase funcionarial acomodada que vive de la corrupción conseguida desde su posición. Dos modos de vida que guardan en común la miseria, la muerte y el olor a podrido que impera en el país.
«Un asunto de familia» Proyección especial
Decir aquello de «Koreeda lo ha vuelto a hacer» no sería lo más correcto a la hora de referirnos a la última Palma de Oro «Un asunto de familia». Con esta nueva película el cineasta japonés va más allá, logra conglomerar la esencia de su propia filmografía en una obra redonda que derrocha auténtica magia. Y es que la reformulación de la familia moderna que nos entrega cinta tras cinta nunca había llegado a unos extremos tan humanistas como el de esta su última obra. Una obra que unifica el abandono de los padres de «Nadie sabe» (2004), el patetismo paterno de «Después de la tormenta» (2016), la adopción de un nuevo miembro de la familia de «Nuestra hermana pequeña» (2015) o la imposibilidad de encontrar el amor de «Air Doll» (2009) entre otras cosas. Si en «Después de la tormenta» (2016) Koreeda quiso ir más allá y hablar del horror que también puede existir dentro del seno familiar, disfrazándolo elegantemente de thriller, con «Un asundo de familia» vuelve de nuevo a la ilegalidad, pero esta vez desde un punto de vista muy distinto. Y es que Koreeda opta por un optimismo que no puede sino seducir y hechizar al público, derrochando pura humanidad en todos y cada uno de sus planos. Destaca sobre todo en sus primeros tiempos, mostrando el día a día de una familia nada convencional, una familia en la que ellos mismos se han elegido y que vive a espaldas de la ley. La excusa de la adaptación de un nuevo miembro, nos llevará a conocer las circunstancias de cada uno de ellos y a través de su cotidianidad. Emotividad en estado puro en cada uno de esos retazos de vida que nos regala con sutileza el director, destacando de sobre manera las actuaciones de la recintemente desaparecida Kirin Kiki y una estratosférica Sakura Ando en su mejor papel hasta el momento. En su segundo acto, la reflexión de Koreeda será mucho más abierta y directa con el espectador, enfrentado el absurdo del mundo real con la candidez y la magia que alberga en la bondad del ser humano.
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