Lo multidisciplinar triunfa en esta jornada del festival. Mientras en las calles de Sitges llueve creando un clima triste (así como londinense) en las salas gobierna la comedia. Si el arte es todo lo mismo mientras el medio sólo el terreno de juego, hoy comprobamos una vez más cómo la personalidad del creador (si es verdaderamente tal) impregna las obras con un mensaje meramente traducido de su origen al nuevo destino. Hablamos hoy de la visión en lo musical trasladada al cine. La música de Quentin Dupieux, más conocido en su vertiente musical como Mr Oizo, son unos delirantes ejercicios de collage en los que las irregularidades de sus terrenos (cambios rítmicos y formales) son las mutables percepciones del oyente, donde lo inusual es norma y el género un estorbo a la hora de comprender el todo. En el arte de Dupieux lo integral es belleza y extrañeza, como también apreciamos en Wrong. Por otra parte en la música de Kula Shaker, banda de la cual es cantante Crispian Mills, sí hay cruce de géneros, y esto en A Fantastic Fear of everything ha consistido en un eclecticismo temático a la hora de seleccionar sus canciones. También una marcada raíz británica, barroquismo y un sentir nostálgico de épocas pasadas, demostrado en su fuerte influencia del pop-rock psicodélico sesentero. Lo mismo que vemos en su debut fílmico. ¿Son las películas de Quentin Dupieux y Crispian Mills unos buenos videoclips? Claro que no, lo que es seguro es que estos dos artistas saben escoger bandas sonoras.
Wrong
Un reloj de sobremesa marca las 7:59, el minuto pasa y ya son las 7:60. En Wrong el tiempo transcurre de otra manera. Dolph no encuentra a su perro y, aunque recibe un sobre sin destino marcado le sorprende más el folleto de una nueva pizzería del barrio, mientras tanto, su jardinero se queda asustando, ya que la palmera del jardín se ha convertido en pino. En Wrong la lógica funciona con otro sentido. En este colapso de la razón la fotografía nos serena, como queriéndonos recordar que todo está bien, pero la delicadeza se rompe cuando los protagonistas sufrientes notan esa especie de fallo en mátrix no calculable por el espectador. Quentin Dupieux eleva a un podio este absurdo con adornos surrealistas que ya exploraba en su anterior Rubber (superior a la que estamos comentando). Si la película no es desdeñable, tampoco consigue amplificar los ecos que se le notaban a su anterior trabajo. Parece tal vez que si este es un trabajo profesional la ecuación resulta desequilibrada por su nudo cansino, y cuando llega el golpe de humor el espectador está demasiado bajo para que le conquiste. Ligera y especial, sin provocar grandes carcajadas te hará pasar un buen rato en el que buscarás metáforas donde no las hay.
A Fantastic Fear of Everything
El humor tontaina e histriónico con pinceladas de surrealismo mágico que se pueden ver en el tráiler de A Fantastic Fear of Everything hacen de esta película una de las más atractivas superproducciones de este año. Soy una persona bastante asustadiza, y al igual que este Simon Pegg (o Edgar Allan Poe en aquel El cuervo que aquí está actualizado) puedo pasarme toda la noche en vela viendo cuerpos tenebrosos en los pliegues de unas sábanas. Desde luego Crispian Mills, director de la película es también un miedica, y aquí la esencia del sobresalto paranoide está muy bien captada. Pero nos metemos en la historia: “Los asesinatos han perdido su prestancia”, nos dice Jack mientras prepara su debut en el mundo literario adulto con una novela sobre asesinos de la época victoriana. Parece que nos quieren decir que en un mundo donde el individuo no es monstruo sino alguien con carencias afectivas provoca que el asesinato haya perdido romanticismo, y por tanto importancia, y ahora matar (o el terror) debe pasar con una plétora de comedia, un sinsentido absurdo con mágicos escenarios. Una vez más, la estética sobre el discurso. La cinta triunfa al tener tres actos con tres historias diferentes encerrados en sí mismos (donde parece que cada cual elegirá favorita, en mi caso la primera).También con la portentosa realización, sumado a un diseño de producción de ensueño similar al de Una serie de catastróficas desdichas o Scott Pilgrim (aunque obviamente con su propia identidad) y una edición que se hace una composición armónica, así como lo son las canciones del grupo del director. Sin embargo, adolecen ciertos elementos del guión (voz en off bien, pero los soliloquios mal), tiene unos personajes desequilibrados y una trama que deriva sin remedio al aburrimiento. No obstante, los momentos excéntricos y la breve pero agradable comedia de fisicidad caótica (te pasas media película esperando el momento en el que se clavará ese cuchillo) de Simon Pegg parchean estos defectos. Es una pieza un poco decepcionante que, sin embargo, no deja de apuntar maneras para este nuevo director.